HABLANDO CON LA SANGRE

El diálogo fantástico de Daniel Tarnopolsky con su familia aniquilada por la dictadura

 

“… porque todo pasó por él. Y porque nunca me llevé bien con Sergio y no estaba de acuerdo con su militancia y todo esto me cuesta mucho. / Es que yo sigo muy enojado con él, sabés, justamente por lo que pasó. Porque lo hago responsable y es muy doloroso y me enoja y encima lo tengo que callar. ¡Porque los asesinos fueron los milicos, los que nos reventaron fueron los milicos! Pero yo sigo echándole la culpa a mi hermano y no logro sacarme eso de la cabeza. Eso mismo que digo que no es, me la paso diciendo que es… es muy complicado, hija”.

Sergio es Sergio Tarnopolsky, colimba en la ESMA al servicio del Tigre Acosta, desaparecido a partir del 14 de julio de 1976 tras haber intentado colocar un artefacto explosivo en ese centro de detención, tortura y desaparición y logrado pasar información sobre lo que allí ocurría al conocimiento público. Al día siguiente fueron secuestrados, torturados y desaparecidos su hermana Betina de 15 años; Abraham, el padre; Blanca Edith Edelberg, la madre, y a Laura Inés Del Duca, esposa de Sergio.

 

 

El autor, Daniel Tarnopolsky.

 

 

El párrafo que encabeza estas líneas corresponde al único sobreviviente de la familia, Daniel Tarnopolsky (Buenos Aires, 1957), quien lo reproduce en su nuevo libro Sergio clandestino en la ESMA, correlato y continuación de Betina sin aparecer (2011), en el que comienza a tramitar en formato literario un duelo sin fin, una experiencia intramitable. Ese párrafo reproduce el diálogo de  Daniel con su hija, cuando le insta a escribir como forma de elaborar la tragedia, complemento de una extensa militancia por la memoria, la verdad y la justicia. Relatado en forma coloquial, al modo de la dramaturgia, incorpora parlamentos cortos, encolumnados, que remiten a la versificación. Recurso a todas luces espontáneo en el proceso de escritura, aporta densidad dramática a la vez que recorta conceptualizaciones.

No obstante, aquellos detalles estilísticos refuerzan y a la vez se rinden ante la potencia de un relato que remueve infancias, esparce reproches y reconocimientos, cosecha memoria, en fin, acude a una historia familiar imposible de ser zanjada por la tan temprana como salvaje aniquilación de los interlocutores. Cualquier glosa de pormenores, escenas y contenidos se torna impotente y mezquina en relación a la oquedad siniestra que emana del ejercicio imaginativo de lo experimentado por esa familia en las mazamorras del sadismo represivo y los vuelos de la muerte.

Sin ahorrarse tales percepciones, Daniel Tarnopolsky se vale de un mecanismo espiritual para generar un espacio de encuentro con los seres queridos y, ahí sí, entablar los diálogos que nunca pudieron tener lugar. Ámbito lindero a lo fantástico donde se cruza tradición jasídica, meditación budista y reencarnación brahmánica, resulta una construcción proclive a saldar cuentas por siempre pendientes: “Es que acá arriba, como dicen ustedes los vivos, somos una sola cosa, una sola energía unificada y entretejida. No somos entidades específicas individualizadas como cuando estábamos encarnados; nuestras almas están unificadas en una sola, en el UNO, eso que ustedes llaman Dios”. Alejado del paganismo sin verterse en la mistificación, en ese lugar de encuentro “a veces se arman desórdenes y se meten almas que no tienen nada que ver. ¿Sabés?, ser alma no quiere decir ser puro y límpido. / Acá también tenés lo que se diría gente complicada y a la que le gusta armar quilombo. / De esos que no resolvieron nada o o poco en su vida terrena y tienen mucho que aprender”.

 

 

Los hermanos Tarnopolsky: Betina, Sergio, Daniel.

 

 

Continuidad afectiva pero también histórica, cincela en diálogo inconcluso lo que no tuvo oportunidad de comenzar: “No te creas que sólo para ustedes las cosas no terminaron. Acá arriba para nosotros tampoco. / Hasta que el último de los milicos y sus amigotes civiles, hasta que el último de ellos no termine su vida terrena y su alma venga a encontrarse con lo que le espera, nosotros seguiremos trabajando con ustedes. / Así que tenemos para una cantidad de años de limpieza, te lo aseguro”.

Ejercicio de la imaginación puesto en blanco sobre negro en la concreta y actual corteza de este vapuleado planeta, la locación escenográfica generada por el autor descarta así toda ilusión de justicia divina, de pasiva espera de solución celestial, de des-responsabilidad de las atrocidades cometidas. Por el lado del autor, un procedimiento que va de la catarsis a la reflexión, retoma la catársis, vuelve y sigue incesante buceando entre los meandros del dolor que no cesa de inscribirse. Al ejercicio reflexivo, Tarnopolsky lo sostiene sobre una sólida base documental, fundamentalmente referida al cuadernillo Rodolfo Walsh y la prensa clandestina, 1976-1978, de Horacio Verbitsky, publicado por ediciones La Urraca en 1999 y que el libro reproduce completo en forma facsimilar. Método de pleno rigor, algunas de cuyas vertientes aparecen trazadas en los prólogos de la escritora Tununa Mercado y la psicoanalista Cristina Marrone.

Duelo sin extinción, encuentra en la escritura las palabras de inexacta eternidad donde intentar plasmar en un encuentro todos los desencuentros, sin agotarlos. En Sergio clandestino en la ESMA, Daniel Tarnopolsky halla un método, el suyo, por cierto para nada ajeno al tentado alguna vez (a modo de cada quién) por los deudos-víctimas del terrorismo de Estado. Por qué no, el diálogo íntimo de todo aquel al que le fueran arrancado seres amados. Lo ocurrido con los Tarnopolsky fue una práctica sistemática de disciplinamiento por el terror a muchas otras familias, nunca menor a la realizada con miles de mujeres y hombres, muertos y sobrevivientes. Para estos últimos, la tarea continúa.

 

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Sergio clandestino en la ESMA

Daniel Tarnopolsky

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2022

240 páginas

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