La Biblia según Milei

Uso y abuso de textos bíblicos mal leídos y peor comprendidos

 

Somos todos testigos de que, con una cierta frecuencia, Javier Milei hace uso (y abuso) de textos y temas bíblicos.

Empiezo señalando una cosa “menor”. Más de una persona se molesta si un cura hace alguna referencia política: “¡no se metan en política!”, repiten acríticamente. O, peor aún, “al Cesar lo del César y a Dios lo de Dios” dicen sin entender ni remotamente el texto. Pero resulta que, no parecen decir lo mismo cuando es el presidente quien lo hace… No se escucha “¡no se metan en religión!”, o, de nuevo, lo del César y de Dios. ¿Seré cuestionado, criticado y hasta condenado por referirme a los textos bíblicos que él utiliza ignorantemente? Pues, lo siento… ¡Aquí voy!

Ya desde la campaña, haciendo referencia a su hermana, decía que ella era como Moisés, pero, como no sabe hablar bien, lo hacía él, que es como Aarón (Éxodo 4,10-14). Dejo de lado el tema histórico que es bien complejo (si Aarón es hermano de Moisés, ¿por qué no murió en la matanza del faraón de todos los varones judíos de la que sólo Moisés se salvó?, si es hermano, ¿por qué Dios le explica a Moisés que es “levita” ?, ¿por qué en otros textos Moisés habla normalmente sin tartamudear? ...), Moisés ya hacía su aparición pública en labios de Milei... Ah… y su hermana ha hablado en ocasiones y no parece tartamudear.

También, en campaña, siguiendo (aunque sin citarlo expresamente al comienzo, pero sí en intervenciones posteriores) a Jesús Huerta de Soto, (que no sé si sabe o no economía, pero ¿Biblia? ¡Nada!) para hablar críticamente “del Estado”, hizo referencia a “Samuel 8” (sin aclarar – ambos – que se refiere al primer libro de Samuel), donde se encuentra una crítica “de la monarquía”, porque en Israel – que no debe ser “como los demás pueblos” – el rey es YHWH, Dios. Y luego añadió Lucas 3, las tentaciones de Jesús (mezclando el orden de Mateo y de Lucas, que son diferentes) y afirmando que “todos los reinos” son los estados (sic), sin entender que Lucas, en su teología, muestra un conflicto entre Jesús y Satanás, el reino de Dios y el reino diabólico. Sobre estos textos, así leídos y repetidos, volvió a insistir en su “homilía” formoseña.

En algunas ocasiones, en sus redes sociales, puso textos bíblicos en hebreo. En uno de los casos, cortado (salteó un par de versículos), pero citando el hebreo de dos modos diferentes, lo que es indicio evidente y obvio de que sus fuentes fueron distintas.

Volvió a referir a Moisés en un texto que no existe en la Biblia y, por lo que sé, tampoco en el Talmud, sobre si se despertaba temprano o se despertaba tarde. “Lo criticaron a Moisés, ¿no me van a criticar a mí?”, dijo en el Llao Llao sin que nadie se riera.

Con mucha frecuencia afirma que su gran referente es Moisés, “el gran liberador”, algo que jamás, ¡nunca!, la Biblia afirma. Lo cual roza la idolatría, por cierto. El único liberador de Israel es Dios (como es el único rey, por ejemplo). «Y viendo Israel la mano fuerte que Yahveh había desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a Yahveh, y creyeron en Yahveh y en Moisés, su siervo». (Éxodo 14:31).

Y, finalmente, ahora está insistiendo en el milagro del libre mercado… Cualquier lector de la Biblia sabe que un milagro es, en todo caso, algo obrado por Dios, es una “palabra de Dios”. Un milagro es una manifestación visible de la fuerza de Dios en algún acontecimiento. Es más, hay momentos (como en el éxodo, que tanto ama citar el señor) en lo que una misma cosa la hace el cayado de Moisés y los cayados de los magos de Egipto, y – para la Biblia – ciertamente el primero es “obra de Dios”, el segundo es “magia”, es decir, algo necio y negativo (Éxodo 7,10-11). Pensar y afirmar que un “milagro” como el “argentino” (sic, sic y recontra sic) es obra del libre mercado, o de las políticas de X o de Z, es, bíblicamente, sencillamente ¡idolatría!

Vayan estos pocos ejemplos para ilustrar la ignorancia. Obviamente no se espera de un presidente de una república no teocrática que sepa teología o biblia. ¡Ciertamente no! Pero es de desear que, si incurre o incurriera en ese terreno, se dejara informar por quienes saben. Hacer ostentación de analfabetismo bíblico o fundamentalismo (¡que lo es!) remite a oscurantismo o barbarie. Lamentablemente allí estamos.

 

El biblista Eduardo de la Serna integra el grupo de sacerdores católicos en opción por los pobres.
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