La ciencia y cómo salir de la crisis

En la emergencia, ¿la ciencia y la tecnología pueden aportar algo o son solo na apuesta de largo plazo?

 

El macrismo fue una topadora. Vale la metáfora para recordar cuando en la última dictadura, el brigadier Cacciatore pasaba la topadora por las villas miserias de la ciudad de Buenos Aires para “erradicarlas”. Aquellas viviendas que sobrevivieron lo hicieron gracias a la lucha y a la organización popular.

Salvando las distancias, el plan de estos cuatro años llevado adelante por los civiles del terrorismo de Estado (sus hijos y nietos) fue una topadora para las condiciones de vida de las mayorías, la democracia y las capacidades soberanas del Estado. Y lo que logramos sostener fue a base de resistencia y organización popular.

En estos cuatro años, las y los trabajadores de ciencia y tecnología (CyT) participamos activamente en la lucha contra el macrismo, contra el proyecto de destrucción general y contra lo que llamamos “cientificidio”. En estas batallas, construimos una agenda reivindicativa y un programa político para un gobierno popular. En unidad, hicimos nuestra contribución a la construcción del Frente de Todos y a la victoria de Alberto y Cristina. Esa contribución podría reducirse a un consenso acerca de que la producción pública de CyT colabora con el desarrollo de un país periférico como el nuestro y otorga soberanía; por lo tanto es estratégico invertir en ella.

Sin embargo, estamos atravesando las consecuencias del paso de la topadora. Las prioridades para comenzar la reconstrucción están ubicadas en el espacio de la emergencia y en el tiempo de la urgencia. La alimentación, la salud, la educación, la vivienda, el empleo se convirtieron en padecimientos de millones de compatriotas. Al menos cinco millones de personas comen solo una vez por día y alimentos poco nutritivos; la atención pública a la salud no solo está deteriorada, sino que comprar los medicamentos —en algunos casos— implica disponer casi del 50% del salario mensual; la muerte de Sandra y Rubén es el episodio que mejor muestra el estado deplorable en que el macrismo nos deja a la educación; hay dos millones de desocupados y otro tanto de subocupados. En este espacio emergente y en este tiempo urgente, ¿cuál es el rol de la ciencia y la tecnología? ¿Puede aportar algo o solo es una apuesta de largo plazo?

El Estado argentino tiene sus cuentas en rojo, una deuda externa de chantaje y una necesidad imperiosa de disponer recursos para poner en marcha la economía. Algunos de esos recursos, los tiene el sistema público de CyT, y su activación nos permitiría matar tres pájaros de un tiro: recuperar autonomía en áreas estratégicas; disputar con los monopolios que encarecen alimentos, medicamentos, energía, inmuebles y despiden trabajadores; y establecer las líneas de desarrollo científico-tecnológico que estratégicamente fortalecerán a nuestro país y a nuestra región en conjunto.

En este sentido, la inversión en CyT en el corto plazo también puede contribuir a que el Estado desperdicie menos recursos, al tiempo que recupere posiciones soberanas. Un ejemplo de esto es la convocatoria que se hizo desde el Mincyt a aportes de investigadores al Plan Argentina Contra el Hambre y que produjo gran entusiasmo entre la comunidad científica: desde el diagnóstico de necesidades, hasta la mejora de la producción de alimentos de la economía social, así como la incorporación de productos industriales de altísimo valor nutricional, desarrollados por universidades nacionales, en condiciones de que el Estado los produzca. Pero además, todos aquellos problemas derivados del hambre ameritan análisis y soluciones interdisciplinarias. El Estado tiende a gastar en consultorías de todo tipo, que se tornan completamente innecesarias si se disponen los recursos de la enorme masa de científicas y científicos en el sistema público de ciencia y tecnología.

Asimismo, hay otras áreas en donde la CyT puede ayudar a salir de la crisis. Respecto de la emergencia sanitaria, la producción pública de medicamentos es una clave. Las universidades están en condiciones de, con los laboratorios actualmente existentes y con la coordinación de los distintos organismos descentralizados de CyT, poner en marcha no solo la producción de medicamentos biológicos, sino químicos (antibióticos, analgésicos, es decir, los remedios que consumimos habitualmente), que son la fuente de ganancias fabulosas de los laboratorios multinacionales. El Estado gasta millones de dólares para comprarle a estas empresas monopólicas aquello que puede producir con las capacidades que hoy tenemos y la inversión adecuada. Lo mismo ocurre con reactivos y otros métodos de diagnóstico, que forman parte de las capacidades con que cuenta el Estado. Hacia la reactivación del Plan Remediar, es importante reponer planes de producción estatal de medicamentos.

Otro aspecto clave tiene que ver con los servicios informáticos y el manejo de información. El Estado le compra a empresas multinacionales softwares con distintos fines (educativos, de salud, de seguridad, etc.) que pueden ser diseñados y desarrollados por nuestrxs científicxs y tecnólogxs, sin tener que pagar fortunas a los monopolios o patentes millonarias.

Además, la vivienda es uno de los déficit más acuciantes que nos dejó el macrismo y una necesidad imperiosa para recuperar la calidad de vida, que además genera trabajo. El sistema público de CyT tiene capacidades para desarrollar tecnologías baratas y rápidas, para viviendas de altísima calidad (en contraste con los negocios inmobiliarios de sobreprecios y calidad deplorable que hizo el macrismo y hace aún en la ciudad de Buenos Aires), que busquen resolver las necesidades de los sectores populares.

Finalmente, la recuperación industrial imprescindible puede contar con el sistema de CyT para aumentar la productividad sin precarizar ni despedir trabajadores, y habilitar procesos de incorporación de tecnología, que vayan de la mano con la mejora de las condiciones de trabajo. Lo mismo ocurre con la reactivación de la producción de bienes en empresas del Estado, en astilleros, fabricaciones militares y tantos otros complejos productivos estatales.

Como estos ejemplos, hay muchísimos otros vinculados a fenómenos complejos como la integración de la Patria Grande, la deuda externa, la migración, la energía, el narcotráfico, el crimen organizado y sus imbricaciones con el sistema político, el Estado y la sociedad, y otros. En todo caso lo que pretendemos mostrar es que es posible proponer una cantidad de medidas urgentes y emergentes en las cuales las existentes capacidades de CyT contribuyan a evitar el desperdicio estatal en compras con sobreprecios a monopolios y así ubicar los recursos de forma eficiente, al tiempo que se constituye un marco de producción pública integrada estratégicamente al desarrollo científico-tecnológico.

No queremos pecar de ingenuxs: la crisis que estamos viviendo es producto de definiciones políticas, del endeudamiento como forma de sometimiento y del desprecio clasista, patriarcal y racista que el macrismo reforzó estos años. La salida —claro está— no es técnica, no es “científica”, es también política: con mayor y mejor democracia, más participativa, más popular. Lxs trabajadores de CyT aportamos organizándonos, como en estos cuatro años, y también, con el producto público de nuestro trabajo.

 

 

 

 

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