Josselin Beaumont, agente de la Direction Générale de la Sécurité Extérieure de Francia, es enviado a un país de África para asesinar a un dictador de turno que había caído en desgracia para los intereses franceses. Sin embargo, mientras se traslada para cumplir su misión, la situación política cambia y el tirano vuelve a convertirse, de pronto, en uno de los mejores aliados de ese país europeo. Por tal motivo, el gobierno francés decide entregarlo a las autoridades africanas. Luego de haber sido torturado y detenido durante meses en condiciones inhumanas, el asesino francés, El profesional (1981) —así se llama la película que tiene como protagonista a Jean-Paul Belmondo— logra escapar y retornar a París para cumplir su misión… Lo dejamos en suspenso para que puedan ver la película.
Este film recibió reseñas diversas. Por un lado, algunas sostuvieron que era una obra simplista, que Belmondo actuaba como siempre y que era una caricatura de los tiranos de las antiguas colonias francesas. Por otro lado, otras consideraron que era una crítica a la política francesa hacia sus ex colonias, independizadas en 1960, pero donde sostuvo un señoraje hasta años recientes. Durante esas décadas, Francia “mantuvo un control más fuerte sobre esos países independientes que la mayoría de las demás potencias coloniales sobre los territorios que se liberaron. Muchos países aún utilizan una de las dos variantes del franco CFA (de la comunidad financiera africana) como moneda. Ambas están vinculadas al euro, sucesor del franco francés”.
El colonialismo francés no ha dejado un buen recuerdo en los países africanos francófonos. En marzo del año 2023, el Presidente francés Emmanuel Macron realizó una gira por varios países africanos que fue recibida por decenas de manifestantes que repudiaron la continuidad de la presencia francesa en África. En la última parada de esta, y durante la conferencia de prensa, el Presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, sostuvo: “Debe cambiar la forma en la que Europa y Francia nos trata. Debéis comenzar a respetarnos y ver a África de un modo distinto. Tenéis que dejar de tratarnos y hablarnos con tono paternalista. Debéis respetar a África”. El Presidente francés retrucó, en tono paternalista —valga la redundancia—, que esas palabras habían sido pronunciadas por el periodismo de su país, pero rápidamente el mandatario africano le recordó que habían sido dichas por el ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drien, quien en el año 2019 había criticado la elección de Félix Tshisekedi.
El legado colonial francés
A fines de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el imperio colonial francés se extendía por África occidental, el Magreb occidental, África ecuatorial francesa, Madagascar, islas en el mar Caribe, en los océanos Índico y Pacífico, Medio Oriente, Indochina y el norte de Suramérica, entre otros.
Mientras la primera oleada colonialista en África entre el siglo XV y el siglo XIX fue principalmente esclavista, la segunda, encabezada por Francia, que, junto con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (RUGB), estuvo enfocada en la explotación de los recursos naturales del continente y en el control de los pasos estratégicos. Hacia fines del siglo XIX, “las pretensiones de Leopoldo II sobre el Congo y el ingreso tardío de Alemania al reparto colonial llevaron a la convocatoria de la Conferencia de Berlín (1884-1885), que habría de aprobar los criterios para ‘legitimar’ la apropiación del territorio africano”.
Francia, al igual que Bélgica, ejerció el gobierno directo de sus colonias a través de sus funcionarios, quienes ejercían el control completo de la administración y de la explotación de los recursos naturales, destruyendo la cultura y las economías locales. En los territorios del África subsahariana, la economía fue netamente extractiva y en el Magreb hubo algún intento de colonización, pero el cual solo se concretó en Argelia. Hubo una retórica “civilizatoria” de “los pueblos indígenas a través de reformas culturales, políticas y económicas” que contrastó con “las duras realidades de la conquista violenta, la explotación económica, la desigualdad legal y la disrupción sociocultural”.
Las consecuencias del imperialismo europeo son vastas. En primer lugar, el tráfico de esclavos entre los siglos XV y XIX fue padecido por “unos 100 millones de africanos, [aunque] estimaciones más prudentes reducen este número a 20-30 millones. [Además], se calcula que sólo el 30% de los esclavos llegaron a su destino”. En segundo lugar, muchos de los actuales países africanos fueron víctimas del genocidio. Por ejemplo, en la República Democrática del Congo fueron asesinados entre diez y 20 millones de personas entre 1885 y 1908, a manos del gobierno de Bélgica. Mientras que en Namibia los muertos alcanzaron la cifra de 80.000 entre 1904 y 1905, víctimas de la represión alemana.
En segundo lugar, las sociedades tradicionales fueron dislocadas y sus economías agrarias de subsistencia forzadas a integrarse al circuito económico mundial.
En tercer lugar, “numerosas economías autosuficientes quedaron destruidas. Los intercambios internos, como el caso del comercio transahariano y el de la zona interlacustre del África oriental y central, fueron desmantelados o subordinados. También se vieron afectados negativamente los vínculos existentes entre África y el resto del mundo, en especial la relación con India y Arabia. A medida que la economía colonial maduraba, prácticamente ningún sector de la sociedad africana pudo quedar al margen de los parámetros impuestos por los centros metropolitanos”.
En cuarto lugar, el trazado de fronteras, ignorando las realidades culturales y étnicas, ha desembocado en conflictos, matanzas y guerras. Por ejemplo, las fronteras de Ruanda abarcan a dos etnias rivales, los tutsis y los hutus, que desembocaron —entre otras causas— en el genocidio de 1994.
Al caso de Ruanda podemos agregar el genocidio en Darfur, la división de Sudán, el bombardeo a Libia, los ataques estadounidenses a Somalia, el actual conflicto en la República Democrática del Congo y lo que los expertos han dado en llamar el imperialismo de fronteras.
En 1891, el economista francés Paul Leroy Beaulieu, sostuvo: “El estado del mundo implica que las personas civilizadas gozan del derecho de intervención… en los asuntos [de las tribus bárbaras o los salvajes]”. El Presidente francés, Emmanuel Macron, no parecería disentir mucho con esta expresión. El pasado 6 de enero de este año, este mandatario europeo sostuvo que “ninguno de ellos tendría hoy un país soberano si el Ejército francés no se hubiera desplegado en esa región (…). Se olvidaron de dar las gracias”.
Al respecto, el Presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, condenó las expresiones del gobernante francés diciendo que había insultado “a todos los africanos (…). Así es como este señor ve África, a los africanos. A sus ojos no somos humanos (…). Los africanos deben despertarse. Tenemos que trabajar por la independencia. Tenemos que descolonizar nuestra mentalidad”.
La rebelión de las boinas
El título de este apartado remite al libro publicado por Kevin Bryan, que es un aire fresco en los análisis internacionales en la Argentina, en el cual estudia los vertiginosos eventos —para quienes no seguimos en detalle la política y las relaciones internacionales africanas— que se han sucedido desde el año 2020. En un contexto en el que, en general, en los medios periodísticos argentinos escasean estas noticias sobre África, salvo que se traten de desastres naturales, genocidios, guerras, hambrunas, bombardeos y ataques europeos-estadounidenses, la presencia china y/o rusa, e inmigración al viejo continente; este libro pone el foco en un proceso de ¿cambio? cuya magnitud, en general, aún desconocemos.
Este terremoto político se inició en el año 2020 cuando se produjo el primer golpe de Estado en Mali, que fue sucedido por otro, un año más tarde —causado por un bombardeo francés que atacó a supuestos yihadistas y mató a 19 civiles—, que llevó a la presidencia al coronel Assimi Goita. En el año 2021, tomó el poder en Chad Mahamat Deby; y ese mismo año hizo lo propio Mamady Doumbouya en Guinea —que forma parte del Sahel y cuyo golpe significó un cimbronazo para la región—. Por su parte, el joven capitán Ibrahim Traoré, de 37 años, derrocó a su predecesor el 6 de octubre de 2022, luego de un primer golpe de Estado del 30 de septiembre de ese año, en Burkina Faso. Por último, el general Abdourahamane Tchiani accedió al gobierno de Níger el 26 de julio de 2023 [1].
Recién en este momento se activó la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que planteó una intervención militar en Níger, lo cual provocó un comunicado conjunto de Malí y Burkina Faso que la rechazaron y que movilizaron tropas para respaldar sus palabras. Al filo de la fecha del ultimátum, y pese a las presiones de Francia, la amenaza se fue dilatando en el tiempo [2].
Estos gobiernos, coordinada e individualmente, tomaron una serie de medidas que hacen que muchos, en África y en otras partes del mundo, recuerden la prédica del panafricanista Thomas Sankara [3]. El 17 de septiembre de 2023, por iniciativa de Mali, se creó la Alianza de Estados del Sahel (AES), integrada también por Burkina Faso y Níger. Esta alianza político-militar está fundada, según Kevin Bryan, “en un paradigma panafricanista” [4]. Meses antes, el gobierno de Burkina Faso rescindió el acuerdo militar con Francia en enero de ese año, exigiendo el retiro de las tropas de ese país, que se concretó un mes más tarde. En marzo, el mismo requerimiento fue efectuado por Mali, lo que provocó el redespliegue de los efectivos franceses hacia Níger, el 15 de agosto de ese año. Sin embargo, el 7 de octubre también tuvieron que replegarse de este junto a militares estadounidenses y alemanes. Asimismo, los tres países abandonaron la alianza con Francia, denominada G5, hacia fines del año 2023 y del CEDEAO en enero de 2024. Por último, las Fuerzas Armadas francesas también tuvieron que retirarse de Chad, Senegal y Costa de Marfil durante el presente año. Finalmente, cabe destacar que, donde fracasaron Francia y sus aliados en la lucha contra los yihadistas, el AES empezó a tener éxito a partir de 2023 [5].
En cuanto a la dimensión económico-social, se nacionalizaron servicios básicos, yacimientos de uranio y oro, se suspendieron las exportaciones de este mineral para poder industrializarlo, como así también en el caso de litio y otros recursos naturales; y también se tomaron otras medidas como la reapertura de escuelas rurales, creación de unidades sanitarias, suspensión de las ventas de tierras a extranjeros, la creación de un pasaporte común y una operadora móvil para los tres países, y la realización de operaciones militares coordinadas contra el yihadismo. Si bien a la fecha, muchos son los logros, los desafíos, deudas y dudas aún persisten.
En definitiva, en la Cumbre de Niamey del 6 de julio de 2024, Ibrahim Traoré sostuvo: “África, ese continente que tanto ha sufrido y sigue sufriendo a manos de imperialistas. Esos imperialistas solo tienen un cliché en su mente: África es el imperio de los esclavos (…) Para ellos, los africanos les pertenecen, nuestras tierras les pertenecen, nuestros subsuelos les pertenecen. Nunca han podido cambiar su mentalidad hasta hoy (…) De Ottawa a París, las calles están iluminadas [con el uranio de Níger, pero este país] aún permanece a oscuras. Es por eso que decidimos rebelarnos y tomar el destino de nuestros países en nuestras propias manos” [6].
Los bárbaros siguen merodeando
Ante la llegada a su pueblo del coronel Joll, el magistrado reflexiona: “El año pasado comenzaron a llegar a la capital rumores de agitación entre los bárbaros (…). [Al parecer, estos] se estaban armando [y debían tomarse] medidas de precaución (…). Personalmente advertía que, sin falta, una vez en cada generación, los bárbaros provocaban un episodio de histeria”. Entonces, pensaba el funcionario, cada vez que esto ocurre, se envían oficiales, se refuerzan guarniciones y llegan “especialistas en los mecanismos más oscuros de la sedición, devotos de la verdad, doctores en interrogatorios” [7]. Claramente los bárbaros no iban a atacar al poblado colonial europeo; siempre habían estado ahí y nunca habían sido una amenaza. No eran bárbaros, simplemente eran diferentes a los europeos. En cambio, la barbarie llega cíclicamente de la mano de los coroneles como Joll, generales como Lothar von Trotha y mandatarios como Leopoldo II de Bélgica, Nicolás Sarkozy, Barack Obama, David Cameron y Emmanuel Macron, entre otros “civilizados” occidentales.
[1] Bryan, K. (2025). La revolución de las boinas. El proceso que quebró el dominio francés en África (2020-2025). Rosario: Laborde Editor.
[2] Bryan, K. (2025). Íbidem.
[3] Este líder africano fue asesinado el 15 de octubre de 1987, junto a otros doce oficiales, durante un golpe de Estado que habría tenido la complicidad de Francia. El cuerpo fue desmembrado y enterrado anónimamente. Una semana antes de su muerte había dicho: “Aunque los revolucionarios, como individuos, puedan ser asesinados, nunca se podrán matar sus ideas”. Tenía 37 años.
[4] Bryan, K. (2025). Op. Cit., p. 45.
[5] Bryan, K. (2025). Íbidem.
[6] Bryan, K. (2025). Íbidem, p. 58.
[7] Coetzee, J. M. (2013). Esperando a los bárbaros. Buenos Aires: Random House Mondadori, p. 19. También se puede mirar la película de Ciro Guerra.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí