LA LIBERTAD NO AVANZA HACIA BEIJING

Terminar la relación con China y salir del Mercosur, las últimas propuestas de Milei

 

Entre sus tantas declaraciones en la mierdósfera televisiva, el candidato presidencial de la Libertad Avanza Javier Milei lanzó durante años diatribas contra la República Popular China, que es un tópico entusiasta de las nuevas y radicalizadas derechas globales.

Carlo Fidanza, por ejemplo, eurodiputado de Fratelli d’Italia, el partido de la primera ministra Giorgia Meloni, celebró el buen número de votos que obtuvo Milei en las primarias del domingo pasado en la Argentina diciendo que en octubre ganará y "será una derrota decisiva para la izquierda en el poder, que está muy ligada al Foro de San Pablo y Cuba, Venezuela y China". Similares expresiones hicieron Vox de España, la familia Bolsonaro de Brasil o el chileno José Kast.

La agencia estadounidense de noticias y servicios financieros Bloomberg entrevistó a Milei y este dijo que “congelaría” las relaciones con el principal socio comercial, inversor y financiero actual de Argentina, que él y sus compañeros de ruta ejercen una “lucha global contra socialistas y estatistas” y que en China “la gente no es libre, no puede hacer lo que quiere. Y cuando hacen lo que quieren, los matan”.

No haría pactos ni acuerdos con “asesinos”, añadió, y concedió que le corresponde al sector privado decidir si mantiene relaciones comerciales con China y otros países a cuyos líderes repudia. También que, con todo, respetaría acuerdos ya firmados en Argentina por empresas chinas, que incluyen un contrato para construir dos represas en la Patagonia, un acuerdo para instalar una planta nuclear y otra obras con contratos menos cuantiosos.

Aquí le respondió el secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca Juan José Bahillo, para quien “como argentino me da vergüenza lo expresado por Milei sobre las relaciones bilaterales con China” (lo dijo el jueves ante directivos de Sinograin, la gigante compradora de la soja y derivados de Argentina que aportan la mayor cantidad de divisas a nuestro Tesoro). A su vez, quien sería posible canciller del candidato, Diana Mondino, relativizó todo y entre risas dijo que era un “bocón”, pero nadie desmintió nada, ni tampoco la idea del libertario de dinamitar el Mercosur.

Las palabras llegaron a Beijing. Allí, como cada semana, la Cancillería ofrece una rueda de prensa a corresponsales extranjeros y el vocero Wang Wenbin fue consultado sobre las opiniones del ex arquero de Chacarita Juniors.

“La libertad –dijo Wang— es un contenido importante de los valores compartidos por toda la humanidad y los valores fundamentales del socialismo. China es un estado de derecho. La libertad de los ciudadanos chinos está protegida por la Constitución y es inviolable. Bajo el liderazgo del Partido Comunista el país ha logrado dos grandes milagros: un rápido desarrollo económico y una estabilidad social a largo plazo. El sentido de felicidad y seguridad del pueblo chino aumenta día a día”.

También le recomendó un viaje: “Si el Sr. Milei visita China y experimentara por sí mismo, es probable que llegue a conclusiones muy diferentes sobre la cuestión de la libertad y seguridad del pueblo chino”.

No se conocieron comentarios desde Estados Unidos, que junto con Israel serían los principales aliados que, dijo el propio Milei, elegiría si llega a la Casa Rosada. Pero seguro el tema circula en oficinas del Norte, siendo que la relación de nuestro país, y de Latinoamericana en general, con China es una de las mayores preocupaciones de su establishment y liderazgo político, económico y militar.

En el núcleo del poder estadounidense hay terminales de los dos candidatos y de la candidata con chances de ganar las elecciones generales de este año. En el caso de Milei, varios de sus colaboradores han vivido y se han formado allí (mayormente en la Universidad de Chicago), profesan un amor incondicional por el dólar y el american way of life les parece infinitamente de mejor aroma que lo que consideran la porquería argentina.

Un impensado alejamiento de nuestro país de China, cuando en todo el mundo pasa lo contrario, significaría una muy buena noticia para todo ese pensamiento, que libra una batalla global entre la decadencia de Occidente y el ascenso del Asia Pacífico, con eje en China.

En su momento lo intentó Bolsonaro, quien llegó al Planalto insultando y ofendiendo a China al estilo Donald Trump, con la diferencia de que al magnate inmobiliario lo sostenía —podría argumentarse— un déficit comercial gigantesco con China, mientras que Brasil tenía y sigue teniendo un superávit extraordinario con el gigante asiático. Eso, más allá de que ese  intercambio de bienes y servicios haya primarizado la economía del gigante sudamericano, que básicamente vende soja, mineral de hierro y carnes. En la Argentina ocurrió bastante menos ya que, a pesar de que sus exportaciones a China tienen poco valor agregado, en tal caso se ha mantenido la estructura de exportaciones respecto del total. La diferencia con Brasil es que ellos tienen fuertes ganancias y nosotros, un gran rojo comercial, que se explica básicamente por la minería (igual si nos comparamos con Chile).

El empresariado brasileño, cuando el intercambio de twitts con la embajada china en Brasilia ya casi eran partes de guerra, frenó a Bolsonaro. Le hicieron ver la realidad.

En lo que va del siglo, el intercambio de Brasil con China creció casi 1.000%, a más de 12% anual. La balanza con Brasil aumentó 150% en todos esos años, más de 4% promedio anual. Y siempre con superávit para Brasil, que acumula fuertes reservas monetarias gracias a ello. (Como se observa en el mapa, quien más perdió por ese intercambio fue el anterior socio más fuerte de los estados brasileños, Estados Unidos.)

 

 

Lula da Silva ha vuelto a poner a Itamaraty en mejor alineamiento con China, los BRICS y las construcciones de nueva institucionalidad global que buscan superar la crisis terminal del (des)orden de posguerra, que en un remoto 1945 parió organismos hoy ya vetustos, aunque algunos aún con gran capacidad de daño, como el FMI. Uno de esos ejes es la cuestión monetaria. Y ahí también chocaría fuerte la perenne obsesión dolarizadora de la derecha argentina con la realidad de las nuevas opciones multilaterales, sea el renminbi o monedas de intercambio que emerjan de la reconfiguración de la geopolítica.

No puede adivinarse qué harían los grandes empresarios argentinos, menos previsibles y más toscos y antipatriotas que los brasileños, en caso de que Milei Presidente intentara un giro en una de las pocas políticas de Estado que nuestro país viene llevando adelante con China desde hace décadas.

 

 

 

 

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