La mesa está lista

La Celac y una opornunidad histórica

 

El 8 de enero México asumió la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Celac. El gobierno de Alberto Fernández dio un fuerte respaldo a la iniciativa con la presencia del Ministro de Relaciones Exteriores. Felipe Solá dio un discurso muy comprometido con el plan que para este año presentó el canciller mexicano Marcelo Ebdard, y respaldó fuertemente la necesidad de profundizar la integración regional.

La Celac fue fundada en febrero del 2010 y tenía como objetivos promover a concertación política, impulsar la agenda latinoamericana y caribeña, posicionar a la región en temas globales, fomentar procesos de diálogo con otros actores como China y Rusia. E impulsar la integración regional para el desarrollo. La constituyeron 33 países. Tiene los mismos integrantes que la OEA, menos Estados Unidos y Canadá, mas Cuba. Es obvio, el resultado aparece entre lo que se resta y lo que se suma.

La creación de la Celac se convirtió en un paso en el objetivo de agrupar países con una historia común, preocupaciones comunes y la intención de construir un destino común. Un camino que tuvo su momento más importante el 5 de noviembre de 2005 cuando dijimos: No al Alca. A partir de aquel No hubo que pensar, entonces, un Sí pero a que. La respuesta fue un Sí al objetivo de construir la Patria Grande. Inmediatamente se sucedieron una serie de victorias de expresiones populares en la región que llegaron a los gobiernos. Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, los sandinistas en Nicaragua, el FMLN en El Salvador, Omar Torrijos en Panamá, Martín Zelaya en Honduras, entre otros. Se amplió el Mercosur con la incorporación de Venezuela, y mejoró el espacio al sumar la temática social, ciudadana y cultural. Además, aumentó notablemente el comercio intra-región, se creó la Unión de Naciones del Sur (Unasur) y el Parlasur. En ese proceso, también aparece la Celac.

Pero vino la ofensiva de la derecha y uno de sus objetivos principales fue desmantelar la integración, articulación y solidaridad que se había logrado. Tuvo éxito en gran parte. Pero lo que prometía ser un cambio de época, una ola que barriera todo lo popular con largos años de gobiernos neoliberales, no sucedió. La región sigue siendo un terreno en disputa. En México ganó López Obrador, en Argentina ganaron Alberto y Cristina. Y los pueblos reclaman, protestan, se manifiestan y enfrentan los ajustes y las privatizaciones.

Cada momento histórico tiene que encontrar las herramientas adecuadas para sus objetivos. ¿Cuál será, ahora, la herramienta para los gobiernos de Argentina, México y de los países que quieran transitar un camino de soberanía sin aceptar mansamente los mandatos del norte, necesitando para ello de la articulación en su voluntad de recuperar terreno en esa disputa y ganar soberanía? ¿Cual será, cuando tenemos un presidente en Brasil que boicotea lo que tenga que ver con articular para pensar y actuar colectivamente? Un Bolsonaro, que automáticamente cuando se produjo el relanzamiento de la Celac, salió a decir que se distanciaba de ese espacio, profundizando un aislamiento inexplicable con la sola intención de complacer a Estados Unidos.

No podrá ser la Unasur por ahora, por obvias razones. Y la OEA, con su Secretario General Luis Almagro, demostró que sólo defiende los intereses de Estados Unidos en desmedro de los latinoamericanos y caribeños. En este marco, la Celac tiene la oportunidad histórica de poder potenciar los proyectos populares de una región que, en el mundo actual, necesita más que nunca moverse conjuntamente.

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