Línea de continuidad

La trama de violencia contra la comunidad mapuche

 

La imagen es de desolación. La sensación de que pueden hacer con tu vida lo que quieran, como sucedió con Santiago Maldonado o Rafael Nahuel. Las enormes distancias de la Patagonia y las encerronas de las policías locales lo permiten. Son la trampa perfecta. No hay cámara de televisión que logre captar lo profundo de cualquier horror inminente. Pero el Estado (en este caso, de la provincia de Río Negro) sí observa.

Un dron de la policía sobrevuela la comunidad Quemquemtreu en Cuesta del Ternero. Capta un auto rojo. Luego, dos disparos. El vehículo sale del territorio. Elías Garay es asesinado en el acto, mientras que Gonzalo Cabrera es llevado al hospital con varias perforaciones en su cuerpo. Los ejecutores fueron Martín Cruz Feilberg y Diego Ravasio, quienes ingresaron al predio en un Duna con armas calibre 22. La comunidad sostiene que responden a la familia Rocco, dedicada al negocio forestal.

El legado de Patricia Bullrich sigue intacto. Su prédica de violencia hacia las comunidades mapuches envalentonó a los empresarios locales a organizarse en diferentes nucleamientos, como Consenso Bariloche, con el objetivo de avanzar contra las comunidades. Esta semana, en Bahía Blanca, un grupo con olor a ex Triple A amenazó a una referente mapuche local.

El ataque a la comunidad Quemquemtreu no es un caso aislado. Existe una línea de continuidad que lo enlaza con la desaparición y muerte de Maldonado, el asesinato de Rafael Nahuel –del que se acaban de cumplir cuatro años– y otros episodios de hostigamiento, persecución y racismo hacia las comunidades, que en parte es avalada por los gobiernos provinciales y por la administración nacional en el período 2016-2019. La historia del propio Cabrera da cuenta de esa trama.

El primer juicio de extradición de Facundo Jones Huala fue anulado luego de comprobarse que el testigo que había aportado la información sobre su ubicación había sido torturado por la policía de Chubut. Era Gonzalo Cabrera.

María Luisa Huincalen, autoridad de la comunidad Feutren Kimun (Mucho conocimiento), es la mamá de Gonzalo. La conocí cuando Martiniano Jones Huala –el tío de Facundo– nos acompañó a su casa para conversar sobre Gonzalo y las problemáticas de las comunidades. “Mi mamá no me quiso enseñar la lengua. Porque nos dijo: ‘Yo no quiero que a ustedes les peguen o discriminen’. Pero nos siguen discriminando igual. Esta lucha no la vamos a arreglar nosotros. Pero sí nuestros nietos, que tendrán claridad sobre las cosas para que no nos sigan matando”. María habla y piensa en su hijo.

Es domingo 22 de octubre de 2017. La noche cae sobre Gualjaina, donde se aprecian, a simple vista, los vestigios de todos los despojos. La presencia de las familias Bestene o El Khazen, que se quedaron con miles de hectáreas de las colonias que pertenecían a las comunidades, es palpable. Los registros de esa apropiación pueden leerse en los textos de Osvaldo Bayer, publicados en La ChIsPa en enero de 1959.

Mientras que en las grandes ciudades se aguardan los resultados de las legislativas de ese año, en la casa de María resuenan otras historias. “A Gonzalo lo agarraron en la plaza, le pusieron las esposas y lo reventaron. Lo tiraron como una bolsa de papa, él se defendió un poco y al perro lo asustaron con las balas. Yo sentía un pálpito, era la única vez que faltaba en la casa. Cuando lo agarraron, él gritó: ‘¡Resistencia mapuche!’, y ahí sonó. Todavía tiene las marcas, cortado por todos lados. Cuando vienen acá (la policía), no me dieron tiempo de nada. Encontraron algunas cosas de Facundo. Cuando lo llevan a Gonzalo al calabozo le empezaron a dar, entonces después me cuenta que como no quería que me hicieran nada a mí, ahí habló. Los policías le dejaban la puerta abierta para que se fuera y ahí pudieran tirarle un tiro”.

Esta secuencia sucedió unos meses antes de la recuperación territorial de la Pu Lof en Resistencia Cushamen (marzo de 2015). Gonzalo tenía 19 años. Siete años después fue baleado en otra recuperación territorial. La historia es tragedia.

“A Gonzalo lo tuvieron dos días en la comisaría. La ropa llena de sangre no me la devolvieron. Yo hice una denuncia contra el Estado: si Gonzalo moría por los golpes recibidos, el responsable era el Estado. Un día lo llamaron para ir a Esquel, le pagaron el hotel, la estadía y cuando vino a casa me trajo cuatro hojas y me dice: ‘Mirá mami, todo esto me tengo que aprender de memoria’. Cuando empiezo a leer, era todo a favor de la policía, cuando habían sido ellos quienes lo habían cagado a palos. Ahí fue cuando le dije: ‘Vos contá la verdad’”.

La persona que le había entregado a Gonzalo un guión para declarar contra Facundo Jones Huala fue –según el relato de María– la fiscala federal Silvina Ávila, la misma que encubrió a la Gendarmería en el caso Maldonado.

Como decía María hace varios años y como volvió a repetir por estas horas, el Estado –en todas sus formas y formatos– es responsable.

 

 

 

 

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