Mi amiga, la mucama

Abundan eufemismos para ocultar la precarización

En los últimos cuatro años, durante el gobierno de Mauricio Macri, se registró un aumento notorio del trabajo doméstico. Mientras las cifras de empleo bajaban estrepitósamente, este fue el rubro que más creció. Este dato no puede medirse como una mejora en el mercado laboral sino, al contrario, como un efecto más de la precarización económica y la inflación voraz que hizo que miles de personas -mujeres, en su mayoría-, salieran a buscar trabajo limpiando en casas de familia para aportar en el ingreso del propio hogar. “Tengo una persona que viene tres veces por semana”, “la mucama”, “la chica que limpia”, “la que nos cuida”, “la que nos ayuda en casa”: eufemismos que se usan para meter debajo de la alfombra la mugre de uno de los oficios más precarizados.

A fines del mes pasado se casó por segunda vez la modelo y actriz argentina Ana Carolina “Pampita” Ardohain. Se casó en un palacio (el Sains Souci), princesa plebeya que una vez fue víctima del bulling de su colega Nicole Neumann: le decía “la muki”. En unas de las fotos de la fiesta, que circularon por todos los medios, Pampita se abraza con Viviana Benítez, dama de honor, “niñera” de sus tres hijos. En la foto las dos miran a cámara, sonríen, cachete con cachete, coronita con coronita. Pampita está de blanco y Vivi, como todas las damas de honor,de negro. Pero esa no es la única diferencia. Parecen amigas, hermanas, de esas que crecen juntas, pero están más lejos que la punta del Obelisco del suelo. Las une una relación laboral, patrona – empleada.

Esa misma diferencia en las jerarquías de poder es la que las tiene hoy enemistadas. “Para mí Vivi era como de la familia”, dice Pampita compungida por las graves denuncias que en estos días viene haciendo Viviana. La clave de esa frase está en la palabra “como”: una preposición que cataliza la figura retórica de la comparación. Una variante de la metáfora que habla de algo que no llega a ser, se parece.

Vivi dice que había sido contratada como “niñera” y que terminó haciendo, de sol a sol, todo tipo de tareas domésticas. “Niñera” es una de las modalidades más frecuentes en la actualidad para llamar a las empleadas domésticas,  que glamoriza moderadamente el ejercicio de limpiar el baño. La confusión no es nueva ni casual. El Régimen especial de contrato de trabajo para el personal de casas particulares, que figura en la ley 26844 promulgada en 2013, describe varias modalidades y labores. Y aunque se trata de una resolución que avanza ostensiblemente en cuanto a los derechos de las trabajadoras domésticas -vale el femenino universal porque es una tarea sumamente feminizada- no llega a contener la enorme variedad de matices que implica.

Jesi le da palmaditas en la espalda al bebx hasta que se duerme, después de la mamadera que en realidad es un vaso grande de leche con chocolate. A veces, cuando el calor está tremendo, Lorena lleva a la gorda al hall del edificio y la acuna en el cochecito para que se calme en el fresco que da el mármol; el aire acondicionado no porque le seca la garganta y después tose. Mientras Zoe duerme, Jesi lava la ropa y los platos. A la vez pasa una capa de cera por el parquet para que vaya tomando. Raquel pone la mesa antes de salir a buscar a lxs chiques por el cole y en el camino pasa por el chino para ir preparando.

El universo de las tareas de cuidado es inmenso y variado. La persona que limpia o la niñera en general están afectadas a todas las tareas: limpiar, lavar y cocinar, cuidar a lxs chicxs, alimentarlxs, bañarlxs y hacerlxs dormir, llevarlss a sus actividades, hacer las compras y estar atentas a que no falte nada en la casa; atender llamados, recibir paquetes y mensajes, hacer “mandados” o trámites, atender a las mascotas. Y hacer todo con buena cara y si es posible con afecto. Volverse casi de la familia, pero no tanto.

En muchos de los casos, las empleadas de casas particulares tienen su propia familia, sus hijxs a los que dejan al cuidado de otras -en general mujeres- en esa cadena de favores que puede ser sorora pero también es opresiva. Muchas tienen familia lejos, en otros países porque son migrantes, o en barrios que están a horas de colectivo y tren, porque son mucho más pobres que las personas que las contratan, y a su familia la ven sólo en vacaciones o los fines de semana. El cariño muchas veces es real, lxs niñxs pueden ser un refugio para el amor. Muchas veces la empleada se vuelve confesora de la patrona, escucha y sostiene sus dramas de gente blanca y propietaria, se genera un vínculo. Asimétrico y desparejo.

En ese contexto, algunas líneas parecen borroneadas. Juliana, adelante de Roxi anda en bombacha. Son como amigas, hermanas. Pero si Roxi llega a ausentarse un lunes o si falta algo en la casa, se arma. La etimología de la palabra mucama tiene distintas versiones. Algunos lingüistas dicen que viene del quimbundo que se habla en Angola, donde la palabra con K significa “esclava que es amante del patrón”; otras versiones comentan que en el Río de la Plata se utiliza ese vocablo para quienes ejercen las tareas domésticas, una voz que según señalan proviene del quechua. La palabra mucama ya no se oye casi nada. Pero hasta hace poco se hablaba sí de “la muchacha”, “la shikse” en los hogares judíos -que suena despectivo aunque significa no-judía- (¿será que las judías no pueden ser empleadas domésticas?), o los circunloquios del progre, que disfrazan la relación laboral de amistad. En la película El hombre de al lado (2009, Cohn-Duprat) se ve bastante bien la hipocresía de la doble vara que genera esa relación de extrema intimidad y confianza. Juliana anda en bombacha, pero sería inconcebible que lo mismo hiciera su empleada. Ana le convida el mate pero Emi usa la remera del Hard Rock Café que Ana dio por descartada, muy gastada. La historia del cine exploró con insistencia esta relación extrañada.

Las dos versiones etimológicas del término mucama anticipan ese aglomerado de cosas que suponen las tareas de la casa: desde afecto y cuidado hasta acoso laboral y sexual. Pero la tarea sigue fuera de la ley de contrato de trabajo. Durante la larga agonía del gobierno de Macri que acaba de terminar aumentó el desempleo pero también aumentó el llamado trabajo informal y precarizado. Desglosando, se encuentra que una de las tareas que más aumentó en estos últimos cuatro años es la del empleo doméstico. Según datos del SIPA (Sistema Integral Previsional Argentino) en la actualidad hay un 12,7% más de empleos domésticos (57 mil puestos de trabajo) que cuando Cambiemos asumió el Gobierno en diciembre de 2015, siendo el gremio laboral que más creció. Eso sin contar el empleo sin registrar, que se sigue dando en la mayoría de los casos.

Sandra, la entonces empleada del ex ministro de trabajo Jorge Triacca, se enteró por un mensaje telefónico y puteadas de su jefe que quedaba desafectada. La incansable Elvira, empleada de Mirtha Legrand, fue varias veces mencionada al aire por la diva: “Es de una fidelidad total y absoluta, aunque a veces tiene un genio medio raro… pero es amorosa”. Casi una amiga, casi una mascota. “Si está Momi es lo mismo que si estoy yo”, dijo Sabrina Rojas con su empleada vestida igual que ella -malla entera negra, flecos, maquillada- en el set de televisión del Bailando. Romina, lejos de la figura hiper hegemónica de Rojas, desplegó humor y carisma, mientras el animador comentaba con sorna que podía robarle el lugar en el concurso a su patrona.

“Nos vamos de vacaciones [juntxs], come con nosotros, prefiero que me abandone Castro que ella”, declara Rojas. Momi vale más que un marido, canta el estribillo de cualquier ama de casa. Pero su agenda no es autónoma: “Los viernes es el único día que Momi se queda en casa. Yo la quería liberar pero…” quedó encerrada. Momi es como de la familia. Vivi era casi mejor amiga y confidente de su jefa Pampita. Pero el casi y el como no borran el hojaldre de problemáticas que apareja la actividad: la falta de jerarquización laboral, la carencia de un armado sindical que aglutine realmente a estas trabajadoras, la inequidad estructural que condiciona la sobredeterminación a realizar ciertos trabajos, los malos tratos que se ocultan tras la aparente amabilidad de solidaridad y donaciones.

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