No pasarán

El fascismo busca servirse de la democracia para destruirla

 

Si bien las nuevas encuestas y los resultados de las elecciones provinciales parecen dilucidar un desinfle del globo de la extrema derecha en la Argentina, no podemos menos que reconocer, mal que nos pese, su aparente consolidación como opción política en nuestro país.

Su crecimiento en sectores de clase media y baja parece no reparar en las consecuencias que traería un gobierno de extrema derecha y el impacto en la vida de dichos sectores. Justamente los colectivos más vulnerables, en ambas clases, serán quienes más rápida y directamente padezcan los rigores de esa agenda reaccionaria. Toda persona que no entre en la norma, en la clase acomodada y hegemónica, sufrirá regresiones serias en sus derechos y libertades.

De un modo u otro, se discriminará a las personas por raza, género, ideología y clase, tanto por acción del Estado como por omisión, es decir por el mero libramiento de las fuerzas del sistema y el mercado, sin oposición de regulación estatal. Este diagnóstico se basa tanto en la experiencia argentina en contexto dictatorial como en lo que sucede en otros países donde llegó al gobierno por elección popular y también por la mera proyección de los lineamientos vertidos por los referentes de la extrema derecha en su campaña electoral.

Bien sabemos que no somos una rara avis, sino que esta extrema derecha viene acechando en diferentes países de occidente, con variadas características según el público del lugar, aunque los elementos del racismo y la seguridad aparecen en cualquiera de sus contextos como denominador común, mediante discursos basados en el miedo.

En el Estado español, por ejemplo, Vox arremete contra el independentismo y el feminismo, y a partir de una dinámica de colonización intelectual, consistente en mentir y demonizar a un colectivo para luego postularse como su antídoto, ha conseguido que el nivel de tolerancia social a sus discursos sea cada vez mayor y que sectores progresistas adopten medidas que antes rechazaban. En otras palabras, han corrido el debate político hacia la derecha, igual que en nuestro país lo hicieron los medios de comunicación hegemónicos, sobre todo mediante la invención de una “bestia mediática” como Javier Milei.

Y esto no es una casualidad, es producto del trabajo que varios think tanks vienen haciendo a nivel mundial con el fin de que el marco ideológico se desplace hacia la derecha. Este corrimiento lo vemos también reflejado en el desplazamiento hacia discursos más reaccionarios de los candidatos de Cambiemos. Patricia Bullrich desde su discurso como principal ariete, y Horacio Rodríguez Larreta más simbólicamente eligiendo a Gerardo Morales como su candidato a Vicepresidente días después de comandar la represión en Jujuy. Nótese que la foto de todo Cambiemos en conferencia de prensa bancando la represión en Jujuy fue quizás el único momento en su friccionada campaña electoral en donde ambos sectores se mostraron en comunión.

 

 

Frente a esta coyuntura, que inclina el mapa hacia la derecha, mal podemos desplegar velas y navegar hacia las turbulentas aguas del autoritarismo, con el fin de intentar pescar algún voto desde las mismísimas redes de la demagogia punitiva. Bastante tenemos con Sergio Massa y la estrategia de seducir electores cercanos a Cambiemos en materia económica. En términos de seguridad/derechos humanos no hay medias tintas, y quien se considere democrático tiene que declararse antifascista, pues como decía el político socialista Giacomo Matteotti hace cien años, “el fascismo no es una opinión, sino un crimen”.

Para combatir a estas posturas radicales, más allá de los períodos electorales, la periodista especializada en la extrema derecha italiana, Alba Sidera, aconseja “en primer lugar practicar el antifascismo desde la cotidianidad, vinculándolo a políticas concretas, y no reducirlo a una simple estética. Y después salir de los marcos mentales que quiere imponer la extrema derecha para explicar que sus propuestas, lejos de ayudar a la clase trabajadora, solo beneficiarían a los poderosos”. Algo de esto venimos haciendo, pero evidentemente aún no alcanza.

 

No pasaron

La política española, sobre todo en estas elecciones, tiene algún tipo de parangón con lo que aquí ocurre. Una derecha (PP) y una extrema derecha (VOX) representando popularmente sectores y proporciones similares a la dupla Cambiemos-Libertad Avanza.

Por otro lado, la cuestión se vuelve más complicada de comparar pues más allá de la dupla PSOE-Sumar se encuentran también los partidos nacionalistas o independentistas con mayor fuerza en EuskalHerria (País Vasco) y Catalunya.

Si vemos el mapa estatal podremos ubicar ambas regiones justamente porque aparecen pinceladas de colores por fuera del bipartidismo PSOE (rojo) – PP (azul), sobre todo en el País Vasco. Dejando de lado el análisis sobre la contienda electoral de cara al PSOE, veamos cómo les fue a los dos partidos de derecha y extrema derecha española en lo que podemos llamar jocosamente la “Galia” vasca.

 

 

Evidentemente, la ola reaccionaria no ha alcanzado las tierras vascas. El PP, primera fuerza en el Estado español, es la cuarta fuerza allí; y Vox no logra representación parlamentaria alguna. Si bien el partido más votado en el conjunto de los cuatro territorios del País Vasco bajo dominio español ha sido el PSOE (situación que suele darse en las elecciones a las Cortes españolas más no en las elecciones locales), la fuerza independentista de izquierda EH Bildu consigue situarse como segunda fuerza del país, relegando a un tercer puesto a la histórica fuerza vasca de centro y centro derecha: el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

¿Y cómo hicieron los vascos y vascas de izquierda para representar la mayor resistencia al avance de la derecha y la extrema derecha en toda España? Con un discurso y práctica sin rodeos netamente antifascista, con políticas y acuerdos legislativos en el Congreso español que buscaron siempre fortalecer la dignidad de la vida de la gente en EuskalHerria. Pudieron trasmitirles a sus votantes que el concepto de libertad no se encuentra en una sociedad y economía sin intervención estatal, sino justamente lo contrario, en el trabajo político por un escenario que garantice todas sus condiciones materiales de vida, porque allí la gente sí puede decidir en libertad, porque sabe que su decisión no viene condicionada por si va a tener o no va a tener techo, si va a tener o no qué comer al día siguiente. Y en ese terreno se hicieron fuertes.

 

 

Claro que será más complejo que lo que uno puede plasmar en un artículo periodístico, y que el elemento nacionalismo/independentismo juega su partido, pero la variable explicitada no puede ser refutada.

El objetivo del fascismo es servirse de la democracia para destruirla. Apelemos a los discursos y acciones de sentido común en pos del paradigma de los derechos humanos pues sigue siendo nuestro bastión de resistencia, más allá de que el acuerdo democrático pos-dictadura se encuentre en su momento más crítico.

 

 

 

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