PESADILLAS ACUCHILLADAS

Cuentos de neorrealismo fantástico de Gabriela Mayer, que abarcan de lo desopilante a lo cotidiano

 

“Nos impulsábamos con piernas y brazos, como si nadáramos. Al no usarlas, las alas poco a poco se ajaron. Sin que nos diéramos cuenta, se fueron desprendiendo. No nos pusimos tristes de perderlas, porque flotar también era divertido. Y nos gustaba flotar juntos. A veces, él parecía nadar encima de mí; otras, yo arriba de él. O jugábamos a escapar, perseguirnos y atraparnos. Al principio avanzábamos rápido por el aire, pero se nos fue haciendo más y más difícil”. Cuando el relato fantástico deja la moral en el tintero y avanza en la historia sin pretensión metafórica, deja al lector en libertad de incursionar en las delicias o en las inclemencias de sus íntimas asociaciones. Maniobra factible al desarrollarse en universos nunca capturados por el realismo telúrico o el color local, impregnados de atmósferas en las que se ignora más que lo que queda dicho.

Tal vez sea esa la magia de los cuentos de Gabriela Mayer (Buenos Aires, 1971) en las ciento veinte páginas de Sueños como cuchillos donde, a medida que se avanza, más que diluirse, lo fantástico serpentea dentro de la escritura, transformado las prácticas de los personajes en un realismo onírico, en otra dimensión de belleza desencajada. En ese plan, “Reptiles” —la historia que abre el libro— constituye un extraño animismo de seres mutantes, cuyo polimorfismo en permanente transformación es a la vez gloria y condena: “Me recorrían temblores, casi siempre tenía frío. Era imposible llegar a las mantas del primer piso. Me fui quedando en la cocina, el espacio más luminoso y cálido. Cuando tenía energías, me arrastraba hasta la ventana, a tomar un poco del sol tibio que atravesaba el cristal. A veces hablaba sola, porque necesitaba confirmar que seguía teniendo voz”.

 

 

 

 

El siguiente paso avanza sobre lo cotidiano a partir de una pareja burguesa, atravesada por las campanadas de un viejo reloj de péndulo marcando destinos bifurcados al ritmo de las horas, a cada segundo más siniestras. En el tercer cuento, Mayer salta al contraste entre opuestos; una embarazada a término y su vecina metiche y envidiosa, para quienes la aniquilación se presenta como única salida. Luego, un rally automovilístico unipersonal por calles, avenidas y autopistas, arrasa lo que encuentra a su paso en lo que perfectamente podría ser una conductora desquiciada por la angustia o un videojuego regido por la voz en off que censura o glorifica. El siguiente relato continúa el escenario urbano, acaso otra versión de la mujer literalmente acelerada, esta vez atravesando los peajes, atendida por ex novios, amantes, fatos ocasionales.

Una periodista a quien se le escapa un Beatle, una separación costosa, hasta “Hablando de Le Corbusier”, el relato donde se produce una inflexión hacia lo cotidiano de una cita pactada mediante aplicación ad hoc, y a la vez nudo fantástico en el que la dama que aguarda y el galán que llega comienzan a duplicarse en forma geométrica, difieren en ínfimos detalles, triunfan donde la dupla original fracasa: “Claramente la imagen que más te convenció fue la primera, la de la mirada inquieta. En la segunda y la tercera, no te gustaron la falta de barba, ni los ojos escondidos tras los lentes. Si fuera tu amigo, y no una cita, te animarías a decirle que le conviene eliminar la foto del tenis, porque más bien lo desfavorece. Y si no pensaras que puede llegar en cualquier momento, abrirías la aplicación en el celular y lo mirarías de nuevo para seguir desgajando semejanzas y diferencias entre las imágenes, como venís haciendo desde que empezaron a chatear”.

 

 

 

Hasta aquí, la primera parte de Sueños como cuchillos, lujuriosa primacía de realismo delirante. Priman las voces femeninas, la tradición de las ascendencias germanas, las voces narrativas subjetivas o descriptivas en diversas etapas de la vida y cronología, todo llevado adelante con maestría sobre una escritura cuidada en el austero manejo de la primera persona. A partir de allí, esas condiciones se conservan con diferencias de tiempos y matices. Aparecen las historias de infancias, enlazadas a sucesivas instancias históricas reconocibles de las últimas cuatro décadas. Surge entonces lo fantástico de la propia realidad misma, en que lo verídico evoca circunstancias objetivas, sucedidas, tan verdaderas como inverosímiles en las que el peor memorioso puede encontrarse. Reversión de la historia cercana, intercala fanatismo malvinero con explosión intrafamiliar y terror estatal, para deslizarse hacia escenas que van del juego peligroso de amigas de primaria a los años venideros y la transformación de niña en mujer.

Dos bloques narrativos concentran, respectivamente, lo desopilante de lo fantástico y lo que bien podría ser una condensada nouvelle neorrealista contemporánea. Costumbrismo relevado de pruebas, imaginería inquietante, mini novela familiar, se conjugan en la precisión de la escritura, la tonalidad teutona en ese hilo conductor misterioso donde se devora lo siniestro. El cuento con que se cierra y le da título al libro todo, Sueños como cuchillos, constituye un nuevo salto cualitativo al concentrarse en un thriller pesadillesco, cambio de tono y remate violento. Broche rotundo, termina de demostrar la ductilidad literaria de Gabriela Mayer, causa y razón de su amplia convocatoria a la lectura.

 

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Sueños como cuchillos

Gabriela Mayer

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2022

120 páginas

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