Todas las guerras de Trump

Pacificador en campaña, belicista en acción

 

El Presidente Trump continúa abriendo frentes que no consigue cerrar, no obstante las presiones y amenazas. El más notorio de estos es el de Ucrania, al que permanece ligado por un bluff de campaña electoral en la que prometió que acabaría con la guerra en 24 horas.

Trump ha sostenido en diversas ocasiones que esa es la guerra de Biden y no la suya, verdad a medias, ya que en el proceso de armar a Ucrania para lanzarla contra Rusia también está involucrado el Premio Nobel de la Paz Barack Obama.

Lo que se conocía sobre el apoyo de Estados Unidos a Ucrania era la rendción de cuentas que había publicado el Pentágono: 66.500 millones de dólares en abastecimiento armamentístico. Pero la opinión pública no sabía lo que al final develó Adam Entous en The New York Times el 29 de marzo de 2025, una encuesta que pasó desapercibida, no obstante el prestigio del editor.

El verdadero periodismo confirmó lo que imaginábamos: esta es una guerra indirecta de Estados Unidos contra Rusia.

Entous realizó más de 300 entrevistas en el curso de un año con funcionarios, cuadros militares y de inteligencia, en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Bélgica, Letonia, Lituania, Estonia y Turquía.

Una de las revelaciones más importantes es la existencia de una operación que físicamente funcionaba en la base norteamericana de Wiesbaden, en Alemania, coordinada por los generales Mykhaylo Zabrodskyi y Christopher Donahue, la Task Force Dragon. Allí, cada mañana se realizaba una reunión de oficiales estadounidenses y ucranianos en la que se establecían las prioridades de ataque; la idea era que el apoyo norteamericano podía compensar la superioridad numérica y de medios de los rusos.

En esas reuniones las partes analizaban imágenes de satélites, informes de inteligencia, comunicaciones de los rusos interceptadas. Después del análisis se determinaba el programa. 

Otro de los puntos fue la artillería estadounidense. En la primavera de 2022 la administración Biden aceptó enviar sistemas de artillería móviles HIMARS, que disparan misiles con guía satelital con un alcance efectivo de 50 millas. El primer año el sistema dependía íntegramente de los estadounidenses, que prácticamente decidían y efectuaban cada ataque. El sistema HIMAR tuvo un gran éxito: las bajas rusas aumentaron notablemente y ayudó a la contraofensiva ucraniana, que funcionó muy bien. En diciembre de 2022 el optimismo de Kiev era fundado.

La intervención de Estados Unidos había establecido una propia línea roja: no estaba combatiendo contra Rusia, sino ayudando a los ucranianos. Obviamente para cualquier observador esta línea roja carece de sentido. Más bien parece una excusa utilizable si se presentan problemas con una interpelación parlamentaria, por ejemplo.

De todos modos, tanto las barreras psicológicas como las de la prudencia se fueron aflojando, no obstante los temores de Biden de una reacción rusa que amenazara objetivos de la OTAN.

La dinámica de la guerra determinó que Wiesbaden autorizara el envío de una docena de consejeros militares a Kiev. Posteriormente, el equipo se amplió a tres docenas y fueron autorizados a visitar los puestos de mando ucranianos más cercanos al frente.

Las relaciones entre los dos mandos se fueron paulatinamente deteriorando por rivalidades, resentimientos y diferentes puntos de vista. Los ucranianos consideraban autoritarios a los norteamericanos, y estos no entendían la resistencia de los aliados a lo que ellos consideraban buenos consejos.

La rotura de los lazos de confianza se produjo en agosto de 2024, cuando las tropas ucranianas entraron sin informar al aliado en la región rusa de Kursk utilizando armas estadounidenses, violando un pacto establecido con Washington.

El informe de Entous apunta a reconocer el rol de Estados Unidos en Ucrania, admitiendo que las cosas no funcionaron como debían y descargando sobre el mando ucraniano la responsabilidad de estas disfunciones bélicas.

Estas verdades a medias no cambian el panorama bélico. El único que cambia es Trump, con sus variaciones sobre el tema. Pasó del intento de presentar a Estados Unidos como tercero (y ajeno) en el conflicto hasta las últimas sanciones a las empresas petroleras rusas, con las que el grupo de voluntariosos cobró nuevos bríos alabando en coro la decisión de Trump.

Después del anuncio es conveniente repasar el estado de cosas en el frente: Ucrania ha sufrido una derrota tras otra. Económicamente está en situación de default; ha perdido Crimea, todo el Lugansk, el 75% de Donetsk, el 70% de las regiones de Kherson y Zaporizhzhi, porciones de Sumy, Kharkiv y Dnipropetrovsk; ha perdido centenares de miles de hombres y una cantidad notable de armamento proporcionado por la OTAN y Europa. El consenso de Putin ha crecido, dentro y fuera de su país. Rusia ha transformado su economía y, no obstante las dificultades que implica la guerra, crece más que la Europa occidental.

La prensa europea sostiene que Rusia no consigue avanzar en los últimos meses, pero hasta el momento los que piden un "alto el fuego inmediato" un día sí y el otro también son Zelensky y sus aliados. Será porque los rusos desde hace un año están demoliendo sistemáticamente el cinturón fortificado de 50 km entre Sloviansk y Donetsk, creado por la OTAN y Ucrania desde 2014. Parece que el destino trágico de esta “Maginot” ya está firmado; bastará que los rusos entren en Pokrovsk, importante nudo ferroviario y minero, para que la avanzada se alargue hasta Kupyansk. Superada esta línea, no hay más fortificaciones y se abre un espacio sin defensas hacia Kiev y Dnipro.

De allí la desesperación de Zelensky por obtener misiles de largo alcance. La pregunta es: ¿Bastarían los misiles Tomahawk y Patriots para cambiar el curso de la guerra? Esto no es factible.

Y seguramente lo saben Zelensky y los europeos; el discurso de "recuperar los territorios y expulsar al invasor" ha cambiado a "no recuperaremos los territorios, pero no cederemos ninguno". Mientras tanto, las fábricas de armamento estadounidenses seguirán facturando cifras fabulosas por las armas que Europa paga para que Ucrania pierda la guerra.

Se esperaba alguna novedad del encuentro Trump-Xi Jinping sobre el tema, pero nada ha trascendido. Mientras tanto Putin ha respondido a los anuncios de Trump con nuevos modelos de armas que incluyen un dron submarino que podría llegar hasta California con su carga nuclear. Casi inmediatamente Trump en su plataforma Truth anunció que Estados Unidos retomaría el camino de las pruebas nucleares. 

Sobre la renovación de las pruebas hay escepticismo. John Preston, de la Universidad de Essex, considera el anuncio "retórica trumpiana"; Christophe Laucht, de la Universidad de Swansea, piensa que si se recomienza con las pruebas, sería un paso atrás en un momento peligroso de la historia: "El tratado New Start expira el 4 de febrero de 2026 y el tratado Fuerza Nuclear de Medio Alcance ya ha caducado. Eso significa que Estados Unidos y Rusia dentro de unos meses no tendrán ningún tratado en vigencia, con escasas perspectivas de conseguir nuevos acuerdos en el clima tenso del momento". 

 

Gaza, sin presión no habrá tregua

Es famosa la anécdota del Presidente Clinton después de un encuentro con Netanyahu. Clinton, visiblemente enojado, exclamó: "¿Pero quién mierda es la superpotencia acá?". Es bien conocida la arrogancia de Netanyahu a la que ningún Presidente estadounidense ha puesto freno. Por el momento el único ha sido Trump, que en arrogancia y en ego superlativo no se queda atrás.

El plan de paz de 20 puntos que obligó a aceptar a Netanyahu es un producto de esa presión. Claramente, si Trump puso la cara para conseguir esta paz, que por ahora es solamente un alto el fuego con continuas violaciones por parte de Israel, tendrá que mantener una presión constante para que el proceso no descarrile. En la Franja los militares estadounidenses han establecido un comando central en Kiryat Gat con drones que sobrevuelan el espacio gazatí para vigilar lo que ocurre.

Hay que reconocer que si hay que hablar con personajes incómodos, los gestores de Trump lo hacen. Steve Witkoff, delante de las cámaras de televisión, estrechó la mano del jefe de la delegación de Hamás Khalil al-Hayya.

Quizá esto sea parte de una presión psicológica sobre Netanyahu, que ha sobredimensionado su relación con Trump. El bombardeo a Doha fue la gota que rebalsó el vaso, y Trump lo demostró cuando en la Casa Blanca anunció la apertura de un diálogo con Irán en presencia de Netanyahu, visiblemente sorprendido. En mayo Trump anunció que los houthi "habían capitulado" y que Estados Unidos dejaría de bombardear Yemen, decisión que no había sido anticipada a Israel, que también quedó excluida del viaje a Medio Oriente.

Claramente Netanyahu sufre presiones también de sus socios de gobierno. La Casa Blanca estableció una línea aérea de urgencia; por Tel Aviv desfilaron Witkoff, Vance y Marco Rubio, y ahora llega el jefe de la CIA. Está en juego la reputación del "Presidente pacificador". Mientras tanto, desde el comienzo de la tregua se calculan 250 los muertos palestinos por el fuego de las Fuerzas Armadas israelíes y las ayudas médicas y de víveres entran en cuentagotas. 

 

China, el control de la fuente

Los observadores coinciden en que para Trump el viaje a Corea representa solo una tregua táctica en el conflicto que mantiene con China. Esto es así porque la tregua vigente caía en noviembre y, si no se ponían de acuerdo en algo, existía el riesgo de desencadenar una guerra de aranceles y contra-aranceles latente. Más allá de las declaraciones optimistas del Presidente Trump, China mantiene el férreo control de las tierras raras y las exportaciones. En la disputa es Estados Unidos la parte débil. En una situación de conflicto, China podría comprar en otros países la soja que ahora compra a los estadounidenses, pero para Trump sería difícil encontrar otro productor de tierras raras.

Fabio Parenti, especialista en geopolítica, considera que China ha dado un salto de calidad en su enfrentamiento con Estados Unidos. De la competencia comercial se ha pasado a una guerra económica en todos los frentes. China actúa bien consciente de su peso mundial y sin ningún complejo. La diferencia, podríamos decir filosófica, es que Estados Unidos quiere dominar el mundo y China quiere cambiarlo; cambiar en el sentido de aceptar la multiplicidad de actores, la búsqueda de la armonía en las relaciones internacionales, donde nadie pueda dictar leyes contra los otros.

Mientras tanto en Washington cuatro senadores republicanos se unieron a los demócratas para solicitar la abolición de los aranceles a los aliados históricos de Estados Unidos, como la Unión Europea, Japón y Corea del Sur; no es creíble que el Presidente del Senado, el republicano Mike Johnson, la someta a votación, pero los demócratas aprovechan la ocasión para atacar la política arancelaria de Trump, que influye sobre el aumento del costo de la vida de los ciudadanos.

 

Mar Caribe, aguas peligrosas

El análisis de la administración Trump sobre Venezuela tiene como vector principal el petróleo. Es la reserva más grande del mundo, la franja del Orinoco, un área de 54.000 km cuadrados que podría contener hasta 1.300 billones de barriles según estimaciones optimistas, una cantidad casi igual al resto de las reservas mundiales.

Actualmente las reservas oficiales colocan a Venezuela en el primer lugar según el Anuario BP (BP Statistical Review of World Energy); Estados Unidos está en el décimo lugar, superado por Irán, Iraq, Kuwait, Emiratos Árabes, Rusia y Libia. Estados Unidos consume internamente casi toda su producción.

Mientras la idea de una economía verde retrocede, aumenta el sostén en la economía fósil, y se ha visto cómo el flujo de inversiones va en esa dirección; la centralidad del petróleo tiene carácter estratégico; las sanciones a las importaciones de Rusia, Irán y Venezuela demuestran el nivel de interés de la administración Trump en el ramo.

No obstante la desindustrialización de Estados Unidos, este sigue siendo un consumidor voraz. Produce diariamente 15.837.640 barriles de petróleo, pero el consumo diario es de 20 millones. Las reservas confirmadas equivalen a 4,9 veces el nivel de consumo anual; eso significa que, sin importaciones o apropiaciones de otras fuentes, podrían contar con cinco años de petróleo.

Caracas resiste con el arma de la paciencia. Desde hace diez años ha negociado exitosamente con grandes compañías estadounidenses, pero ha sido fundamental la consolidación de relaciones con Rusia e Irán para romper el aislamiento que Estados Unidos y Occidente le imponen a Venezuela.

China ha prestado a Venezuela 40.000 millones de dólares, que devuelve con las exportaciones de petróleo. A pesar de la distancia, las importaciones chinas se han decuplicado desde 2008 hasta hoy, llegando a los 600.000 barriles diarios; en cambio, las exportaciones a Estados Unidos han descendido a menos de 800.000 barriles diarios, el mínimo de los últimos 30 años.

El Presidente pacificador de Gaza ha resucitado la política de cañonera en el Caribe. Todas las hipótesis están abiertas, mientras que la supervivencia de la revolución bolivariana depende de la posición de las Fuerzas Armadas. El número exiguo de tropas norteamericanas presentes en el área no permitiría imaginar una invasión al estilo de la de Panamá en 1989. El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, probablemente apuesta por una sublevación interna, mientras que la premio Nobel de la Paz Machado, en una entrevista a Fox News realizada por Laura Trump, nuera del Presidente, sostuvo que "el pueblo está con Trump".

 

Japón, el nuevo rumbo

La visita del Presidente a su tradicional aliado se presentaba auspiciosa. La nueva Primera Ministra es una mujer, Sanae Takaishi, a la que se le atribuyen atributos thatcherianos. Se esperaba una retórica anti China, un aumento de los gastos militares y un refuerzo de la alianza con Estados Unidos.

Pero en su primer discurso como Primera Ministra criticó la política arancelaria de Trump y la definió como "el error más peligroso del siglo XXI".

La agencia Reuters sostuvo que esta sorpresiva declaración ha sido una especie de shock para los estadounidenses; después se supo que la señora Takaishi se había reunido con una serie de empresas, las más importantes del país, que le trasmitieron un mensaje unificado y urgente: la economía japonesa no sobreviviría a una nueva guerra comercial.

Además, una semana después de asumir, expresó abiertamente su apoyo a China, un viraje en U de la política exterior, que desde la Segunda Guerra Mundial consideraba a China un enemigo.

Trump acusó a Takaishi de "traición al mercado libre" mientras que la CNN definió el nuevo rumbo de Japón como "una puñalada a la espalda".

Las encuestas mostraron que la Primera Ministra goza del 60% del apoyo ciudadano a su política económica independiente y más del 50% aprueba la nueva posición con China.

Y la cosa no termina allí. Bloomberg ha revelado que Takaishi puso en marcha, en colaboración con China y Corea del Sur, una remodelación estratégica de la arquitectura monetaria asiática para enfrentar el creciente uso del poder económico por parte de Estados Unidos; en la práctica están creando un área monetaria común. Esto les otorgará a los tres socios la posibilidad de regular el intercambio comercial, extender los activos líquidos y gestionar la crisis con su propia divisa, completamente independiente de Occidente.

Si el proyecto funciona, podría sustraerle el 15% del comercio mundial al dólar.

Takaishi además quiere integrar Japón en el sistema de compensación digital impulsado por la SCO y los BRICS en el Asia Central; ciertamente esto podría ocasionar una intensificación de sanciones, alza de aranceles y castigos varios por parte de Trump, que, como sabemos, ha visualizado en los BRICS una real amenaza a la hegemonía del dólar. Las amenazas a Japón solo acercarán al país a China, obteniendo el efecto contrario, como ya sucedió con India.

 

Una luz en la sombra

"Presidente Trump, alce el volumen, sé que me está escuchando", fueron las palabras del nuevo intendente de Nueva York, Zohran Mamdani, que recogió el guante del Presidente, anunciando que Nueva York será una luz en el panorama de sombras de la política estadounidense.

La importancia de esta elección quedó demostrada el domingo 2 de noviembre cuando se cerró el plazo para la recepción del voto anticipado con la cifra récord de 735.000 votos, mientras que el 26 de octubre en Forest Hill, las 13.000 personas que habían acudido al cierre de campaña de Zohran Mamdani comenzaron a gritar "Tax the rich! Tax the rich!", sobre el palco la gobernadora del Estado de Nueva York Kathy Hochul, que fue a apoyar a Mamdani. Venía insistiendo sobre la necesidad de detener a Donald Trump, y finalmente tuvo que responder: "Los escucho… amo toda esta energía y pasión". Probablemente ama tanta pasión, pero en algunas entrevistas se había manifestado contraria al aumento del 2% de los impuestos a los réditos superiores al millón de dólares, propuesto por Mamdani. El mismo Mamdani la salvó acercándose a Hochul y alzándole la mano para cerrar el momento vergonzoso de la gobernadora.

La prensa mundial publica apresuradas biografías de la nueva estrella estadounidense que en El Cohete presentamos el 8 de junio de 2025, cuando era un outsider que aspiraba a la nominación en las primarias del Partido Demócrata. Si bien Trump es el enemigo natural del programa Mamdani, no son menos peligrosos el aparato y los barones del Partido Demócrata, que lo consideran un radical que podría poner en peligro los equilibrios de un partido anquilosado, un nido de víboras sin contacto ni empatía con las clases populares estadounidenses, como ya lo mencionamos aquí.

Trump puede agitar la bandera del anticomunismo contra Mamdani, pero su enemigo más insidioso es la inflación que destruyó a Biden (que Trump se cuida muy bien de no mencionar), el termómetro más sensible de los ciudadanos, como en la Argentina bien sabemos. 

 

Epílogo danzante

La base MAGA quizá se sentirá confundida frente al líder que se presentó en campaña como el gran pacificador y ahora amenaza con incendiar el Caribe, retomar los ensayos nucleares o enviar los marines a las selvas hostiles de Nigeria. Esta incertidumbre se refleja en las encuestas: un promedio realizado por Focus America entre diversas empresas de análisis electoral mostró un 54.9% de ciudadanos que desaprueba al Presidente contra un 42.2% que lo sostiene, después de un año de gestión. 

Estados Unidos no está para bailes, y lo confirma el sondeo efectuado por Yahoo! y Yougov: el 61% de los entrevistados rechaza el proyecto de la nueva Ballroom de la Casa Blanca (el salón que Trump planea construir en la Casa Blanca), apoyado en cambio por un 25% de ciudadanos; mientras que el 57% es contrario a las obras de demolición del ala este para edificar dicho salón.

 

 

 

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