Un desenlace inevitable

El mecanismo de la deuda como forma de subordinación y control

 

En toda la historia Argentina la deuda externa se utilizó para detraer riquezas, afianzar la dependencia al capital extranjero, integrarnos al mercado mundial como mero productor de alimentos y materias primas y beneficiar a una minoría en desmedro de la mayoría de la población, que es la que termina abonándola “con sangre, sudor y lágrimas” como dijo en 1877 el Presidente Nicolás Avellaneda.

 

Presidente Avellaneda, la sed y el hambre como política

 

Deuda que no se contrajo en la guerra de la independencia. José de San Martín decía: “Seamos libres, lo demás no importa; de comer no faltará y si no hay vestuario, andaremos en pelotas, como nuestros paisanos los indios”. Sí lo hizo la burguesía comercial porteña que se endeudaba hipotecando los destinos del país, cuando Bernardino Rivadavia, como Ministro de Martín Rodríguez en 1824, tomó el crédito con la Baring Brothers, hipotecando en garantía del empréstito todas las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad pública. Del millón de libras esterlinas, una parte menor llegó al país para financiar las importaciones, principalmente de Inglaterra, pero se terminó pagando más de veinte veces esa suma hasta saldarla, en 1904, durante el gobierno de Manuel Quintana (quién antes y después de ser Presidente de la República fue abogado principal del Banco de Londres en el Río de la Plata).

Deuda ampliada por el gobierno de Bartolomé Mitre en 2.500.000 libras esterlinas para financiar la guerra contra el Paraguay, cuando sostuvo: “En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en 3 meses en Asunción". Pero la guerra duró casi cinco años y le costó a la Argentina más de 50.000 muertos. Sin embargo benefició a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que hicieron grandes negocios abasteciendo a las tropas aliadas, o como lo explicara el mismo Mitre: "En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio (se refiere a la libertad de comercio). Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”.  El mercado de divisas de Buenos Aires se creó con la Guerra al Paraguay por los empréstitos tomados por Norberto De La Riestra en nombre del gobierno mitrista y por el ingreso de divisas del imperio de Brasil para financiar la guerra y comprar caballos, mulas, vacas, etc.

 

Bartolomé Mitre, las banderas victoriosas del libre comercio

 

Al terminar su mandato, Mitre había logrado el propósito de la burguesía mercantil porteña de dejar estructurada una Argentina políticamente liberal y dependiente del capital internacional, para ello se valió principalmente del endeudamiento que enriqueció como comisionista a nuestra incipiente burguesía porteña e hipotecó a la población. El origen y objetivo de la deuda fue y es no es solo el negocio rentístico y facilitar altas tasas de retornos a los acreedores y sus socios, sino también, como trasfondo, el de constituir un modelo dependiente del capital financiero internacional.

 

Hoy como ayer

Hoy y ahora y hacia el futuro nos deparan el mismo fin, máxime que son conscientes de que la población crece sostenidamente y se espera que haya 11.000 millones de almas en el mundo a fin de este siglo, por ende necesitan producir alimentos. Los agronegocios, con la venta de semillas híbridas y patentadas, los pools de siembra y los grandes acopiadores y comercializadores de  granos, adelantan la desaparición de chacareros, aparceros, cooperativas, propiedad de la tierra al que la trabaja y de sus pobladores originarios, etc. etc.

Obviamente no quieren que industrialicemos nada, sólo lo que ellos por distintas razones no nos puedan vender.

Hoy lo saben Cristiano Ratazzi de Fiat-Chrysler y Paolo Rocca de Techint y los empresarios argentinos de la construcción que deben comparecer ante el juez Bonadío por las fotocopias de un cuaderno, que recibieron la notificación formal del Departamento de Estado, vía la embajada en Buenos Aires, de que se les cancela la visa para ir al país del norte. Justo a ellos que se han pasado la vida haciendo un culto de esa Nación, que siempre pusieron como modelo. También saben que van por sus empresas, que cotizan a la baja en el mercado de valores de Wall Street en su amada Nueva York.

En la Argentina actual el que determina el valor del tipo de cambio y el rumbo a seguir es el FMI, con la casi única decisión de los representantes de los Estados Unidos en ese organismo internacional de crédito, que hace que del total del crédito concedido a la Argentina de 56.300 millones de dólares, en la gestión de Macri desde el 22 de junio de 2018 hasta el 9 de diciembre de 2019 reciba 50.462 millones de dólares (el 90% del crédito). El gobierno que lo suceda si o si va a tener que reestructurar toda la deuda y comenzar a pagarle al FMI.

Para ser merecedor de esos fondos el país debe cumplir un severo ajuste de las cuentas públicas, con metas trimestrales que serán revisadas por los auditores del FMI, medida que repercutirá en una fuerte caída de la demanda interna y de la inversión, en un marco recesivo por las altas tasas de interés y la disminución del consumo.

Esto lo reconoce el FMI, pero lo que tiene parcialmente en cuenta es el saldo externo. El FMI cree que con la actual cotización del dólar alcanzado se disminuirá el Saldo de la Cuenta Corriente. (Déficit comercial de mercaderías y servicios, más pago de intereses, más giro de utilidades de las casas extranjeras a sus casa matrices.) Por otro lado, en la Carta de Intención firmada el FMI relativiza la permanente fuga de capitales que hace que, desde el 1° de enero de 2016 al 31 de octubre de 2018, se haya fugado (FAE - Formación de Activos Externos de residentes argentino) la misma suma que nos prestan, unos 56.300 millones de dólares.

Todo ello agravado porque al ganar las elecciones Jair Bolsonaro en Brasil, es esperable que devalúe su moneda para realizar una política de shock que disminuya sus costos medidos en divisas, esencialmente su mano de obra y, de esa manera, tornar más competitivo al país que pretende hacer un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y con México.

En ese marco es imposible que la Argentina pueda mantener el precario tipo de cambio alcanzado y lo más probable es que volvamos a ser deficitarios en el comercio con el vecino país, como lo es estructuralmente, dado que si tomamos los últimos 15 años a esta parte, el déficit comercial acumulado de Argentina con Brasil supera los U$S 60.000 millones.

 

El conflicto social

Por supuesto que la combinación de reducción del mercado interno y siderales tasas de interés conllevan a profundizar la recesión económica, que se demuestra todos los días cuando cierran sus plantas Alpargatas, Canale, Metalúrgica Tandil y cientos de pequeñas y medianas empresas de la industria, de la construcción y del comercio.

El gobierno y el FMI saben que el costo social de la profundización de la recesión va a ser grande y el conflicto social también, pero pretenden ahogarlo con planes sociales y el desánimo y anomia [1], que signifique más una lucha de pobres contra pobres, en lugar de levantar la mirada.

Para la población, desocupación y marginalidad; para los ricos, repetir el mecanismo de carry trade y asegurarles a los que se quieran pasar a dólar que el FMI los trae y si no le alcanzara, que el BCRA tiene reservas internacionales de libre disponibilidad para tal fin.

Es más, en la Carta de Intención publicada el 26 de octubre de 2018 se plantea la necesidad de reformas estructurales que no son otras que una reforma previsional (subiendo la edad para jubilarse y destruyendo todos los regímenes especiales al solo efecto de bajar su costo y para los de altos ingresos reimplantar el sistema de capitalización como fueron las AFJP), bajar los “impuestos” [2] al trabajo y abrir la economía. Podríamos sintetizarlos como la doctrina Dromi, cuando dijo: “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado” en el decálogo menemista de los '90.

Así se asegura la dependencia de la voluntad de los tenedores de títulos de deuda: si aceptan cambiar títulos de deuda vieja por nueva o, en cambio, reciben los dólares de la amortización y se van del país; de los que tienen excedente y compran dólares para sacarlos de circulación (fuga de capitales); y fundamentalmente, de la paciencia de la población argentina, hasta que se canse y diga basta, en cuyo caso no alcanzará con el apoyo del FMI y de los medios.

Depende en mayor o menor medida de todos nosotros.

 

 

 

[1] Estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas sociales.

[2] Por los aportes previsionales, lo que desfinancia aún más el sistema

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí