Un nuevo marco político

Las consecuencias de las elecciones regionales en Venezuela

 

El domingo 21 de noviembre se votó en Venezuela. La jornada electoral contó con la participación de la inmensa mayoría de las fuerzas opositoras al gobierno de Nicolás Maduro. Los comicios regionales aportan muy positivamente a la consolidación de un nuevo marco político destinado a que los venezolanos resuelvan sus problemas por su propia cuenta, sin injerencias extranjeras ni tutelajes inadmisibles. Fueron elecciones determinantes para el futuro de ese país, pero también para nuestra región.

Con una concurrencia cercana al 45% del padrón habilitado para emitir el sufragio en comicios que elegían 23 gobernaciones, 335 alcaldías, 253 legisladores estaduales y 2.471 concejales de municipios, en 19 de esos estados ganó el oficialismo –convocado electoralmente alrededor del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV)–, en 3 estados la oposición y uno quedó sin definición. A nivel municipal, el oficialismo se impuso en 213 municipios y la oposición en 120, con 2 de ellos aún sin resultado final.

El porcentaje de participación electoral fue acorde a la media histórica de un país que no tiene voto obligatorio en su legislación. Tampoco Chile, que también ese día realizó la primera vuelta de sus elecciones presidenciales con porcentajes de participación muy similares a los venezolanos. Además hay que tener muy en cuenta –dato ocultado por quienes, sin más pretexto, quieren hablar de la baja concurrencia a las urnas–, que de los 21 millones de potenciales votantes que hay en el padrón, cerca de 5 millones de venezolanos están fuera del país. Así, quedan 16 millones que podrían participar del acto eleccionario, y considerando que votaron 8.750.000 personas, el porcentaje real de participación debería considerarse de 55%.

Este marco de pluralidad de opciones electorales no se daba desde 2015. En aquellas elecciones de la Asamblea Nacional, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se impuso al chavismo por 56% a 41%, pero en vez de dedicarse a lo que había sido electa, automáticamente proclamó que su tarea era “darle la salida” a Maduro. A partir de ese momento la oposición probó de todo: dar por inválida la elección que hacía unos años había llevado a Maduro al gobierno; achicar su mandato, que consideró “inválido”; llamar a la violencia callejera a través de las guarimbas, apoyadas por paramilitares colombianos; participar en elecciones, perder y declarar fraude; no participar en elecciones; intentar ingresar violentamente por la ciudad de Cúcuta en la frontera con Colombia; llamar descaradamente a la intervención militar de los Estados Unidos y un intento de asesinato al Presidente con un dron, cuya autoría recientemente se adjudicó Julio Borges, quien fuera Presidente de la Asamblea en 2015.

Todo eso complementado con un bloqueo criminal que se le aplicó por Estados Unidos –con la complicidad de algunos países–, que impidió el ingreso de medicamentos, alimentos, insumos para la industria y la vida cotidiana, así como con la terrible decisión de impulsar un ilegal embargo y saqueo de las reservas que le pertenecen al pueblo venezolano (chavistas y opositores por igual) por parte de organismos financieros del mundo autopercibido como democrático. Se promovió una desestabilización que hasta pudo significar una guerra fratricida entre hermanos venezolanos.

Está más que claro que al gobierno norteamericano no le preocupa la democracia en Venezuela, sino su petróleo. Los yanquis y sus títeres de la oposición probaron de todo y nada funcionó en su objetivo de “derrocar al Régimen”. Producto de estos fracasos, por no compartir medidas extremas y muchísimo menos la posibilidad de una invasión militar, empezaron a desgajarse grupos opositores en los que comenzó una sana reflexión orientada a abogar por soluciones pacíficas, democráticas y autónomas ante las acechanzas de bloqueos y amenazas extranjeras diversas que se ciernen sobre el país.

En 2017, ya una parte de la oposición había participado en las elecciones regionales, obteniendo victorias en 5 de los 23 estados. En 2018, Henri Falcón compitió en las elecciones presidenciales con una parte de los adversarios a Maduro que lo acompañaron. Y en 2020, en las elecciones a la Asamblea Nacional, también se sumaron a la compulsa algunos partidos políticos que habían confrontado con el gobierno. Con estos antecedentes y en vista del fracaso que tuvieron las acciones destituyentes para desplazar a Maduro del poder, la inmensa mayoría de la oposición confluyó en la Mesa de Diálogo constituida recientemente en México con la mediación del Reino de Noruega. Promueve una agenda de siete puntos, entre los que figuran “derechos políticos, garantías electorales y cronograma electoral”, “levantamiento de las sanciones”, “respeto al Estado de Derecho”, “convivencia política y social”, y “garantías de implementación y seguimiento” de los acuerdos que se alcancen.

Además, ahora hay un nuevo escenario en el país por la evidente mejora económica, producto de varias medidas que acertaron en sus objetivos y que hacen que la vida de los ciudadanos sea claramente mejor que hace unos años, a pesar de las insuficiencias que aún persisten en los servicios públicos, como el suministro de agua y luz. Los sectores de la oposición –hoy muy minoritarios y sólo con presencia en el exterior, promotores de violencia y de invasiones militares extranjeras– reciben por estos días un repudio popular creciente ante su inocultable desinterés sobre el futuro de Venezuela y de su pueblo. También por su desacertada decisión de conspirar contra el diálogo político, la profundización de una democracia plena en el país y la constitución de una nueva institucionalidad plural en el Consejo Nacional Electoral, máxima instancia del Poder Electoral Autónomo de la República Bolivariana de Venezuela, compuesto desde hace unos meses por todos los actores políticos para quitar el pretexto de un organismo amaneado.

Se abre un nuevo panorama tanto para la oposición, que tendrá que resolver si transita un camino de unidad –hoy en crisis– o si sigue separada. Primero tendrá que considerar si coincide con protagonizar junta el impulso de un revocatorio de mandato presidencial. La legislación Venezolana permite que luego de transcurrida la mitad del período para el cual fue electo, se puede intentar desplazar al Presidente. La oposición debería juntar firmas que representan el 20% del padrón con nombre, apellido, número de documento y firma. En total tendría que recolectar 4.200.000 firmas, tarea difícil si se considera que fueron divididos y muy enfrentados entre sí.

En realidad habría que hablar de “oposiciones”, ya que desde hace unos años no actúan en conjunto. Incluso, en algunos estados la confrontación entre ellos fue muy dura, con amenazas y denuncias cruzadas de mucha gravedad. Matemáticamente es posible “sumar” a toda la oposición, pero políticamente no. Luego, si se convoca al revocatorio, tienen que conseguir 6.192.613 votos, uno más de lo que obtuvo Maduro en 2018, una cifra poco factible si se considera que los que no votaron a Maduro, incluso enfrentados entre ellos, fueron 4.595.899. Asimismo, ahora que se encontró una calma que no se vivía en años, está claro que no todos los partidos se sumarán a un revocatorio que tensaría la situación nuevamente. Ya en marcha a 2024, habrá que ver si pueden juntarse detrás de una sola candidatura después de todo lo que se han dicho.

También cambia el escenario para el chavismo, que logró superar la increíblemente compleja tarea de resistir al embate de los Estados Unidos, el criminal bloqueo y el llamado a la sublevación interna con paciencia estratégica, gran capacidad táctica y un sacrificio y heroísmo superlativo de su pueblo. Previsiblemente, el bloqueo se irá aflojando lentamente y entonces habrá que administrar mejor esos recursos, porque no será sólo el llamado al sacrificio y a la épica, sino la buena administración. Deberán desarmar los problemas estructurales lentamente, y con “las oposiciones” actuando más políticamente el discurso. Incluso los actores deberían ser otros.

Habrá que confiar en una fuerza que casi en soledad resistió al vendaval de la pretensión de Estados Unidos de acosar para apropiarse de su petróleo y amenazar con una invasión. Lo logrado hasta ahora por el chavismo hace que tenga el mayor de los créditos para abordar esta nueva etapa. Será un gran aporte al objetivo de nuestros pueblos de volver a transitar juntos los caminos de la Patria Grande.

 

*El autor es jefe de Misión Electoral del Parlamento del MERCOSUR en Venezuela.

 

 

 

 

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