Una misa

Supongo que a nadie le extrañará que no vaya a Luján el 8 de marzo

Una misa es una celebración litúrgica en la que Jesús se hace presente en su cuerpo y sangre (su persona) para alimentar la vida y la fe, la esperanza y el amor de su pueblo creyente. En cierto sentido, entonces, toda misa –aunque sea celebrada en una pequeñísima comunidad recóndita– es universal. Algún conocido biblista lo ha comparado con el sol: solemos decir el sol sale, el sol se pone, pero sabemos que en realidad nosotros vamos hacia el sol. En la eucaristía (la misa) ocurre lo mismo, parece que traemos a Jesús a nosotros, pero en realidad nosotros vamos hacia él (X. Léon Dufour). En este sentido, entonces, si bien en una celebración de la misa puede pedirse por A o por Z, es la comunidad eclesial toda la que hace suyo (o no) el pedido.
Sin embargo, hay alguna “misa por…” que merecería nuestra atención o reflexión. Empiezo por un ejemplo evidente: existe misa “para pedir la lluvia”. ¿Dios manda (o quita) la lluvia? Sería muy extraño que eso lo dijera alguien hoy día. Es cierto que en algunos lugares hay sequías alarmantes, pero muy diferente sería pedir en la misa por la conversión de los responsables del cambio climático, por ejemplo. Además, me queda un problema: si Dios mandara o impidiera las lluvias, entonces  ¿él es responsable de las muertes por todo esto, de las inundaciones y los huracanes? ¡En ese Dios yo no creo!
Y yendo al tema, ¿qué significa celebrar una misa para pedir por la protección de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural? El lema de la celebración será: "Sí a las mujeres, sí a la vida". Porque quiero dejar de lado la supuesta buena voluntad, el corazón pastoral y el amor profundo de quienes convocan a esta u otras misas semejantes. Mi primera pregunta es ¿cómo se lee la convocatoria? Porque la primera lectura es “una misa contra” y ya me suena raro. Una misa el día de la mujer y por las mujeres sería hasta bueno, especialmente si la Iglesia mostrara (¡y habitualmente no lo hace!) respeto por las mujeres, valorización y reconocimiento de la igualdad de oportunidades, etc. No lo hay. Difícilmente alguien podría discutirlo. Así dicho, además, el lema parece indicar que quienes no están “de este lado” no sólo no defienden a las mujeres (las cuales no parecen consultadas, por otra parte… ya que parece ser una decisión del Episcopado en el cual no hay mujeres, que yo sepa) sino que, además, los opositores no defienden la vida. Insisto… suponiendo la mejor voluntad (y en algunos casos me cuesta suponerla) creo que muchos, muchísimos de los convocados, participarán como cruzados, como guerreros militantes “contra”... ¿A eso no lo llaman “grieta”? No… parece que la grieta es de un solo lado.
Insisto lo que he dicho en otra ocasión: ante un proyecto de ley todos tienen y tenemos derecho a tener diferentes miradas, propuestas y enfoques. Y en una sociedad laica, lo que nos toca hacer es poner a nuestros “mejores cerebros” a opinar, debatir (civilizadamente, Albinos abstenerse) y proponer. Dar razones de por qué esto sí y por qué aquello no. No en vano la Santa Madre tiene una serie de universidades donde es de esperar haya “cráneos” notables que pueden sepultar con argumentos irrebatibles las limitadas propuestas en contrario. Pero si esos tales cerebros no aparecen, y lo que se ofrece es una multitudinaria marcha fundamentalista, a la que se invita aotros fundamentalismos, con slogans vacíos que nadie sensatamente cuestionaría. (¿Quién estaría contra la mujer y contra la vida? Quién aparte de unos cuantos eclesiásticos, por cierto, pero eso es otro tema.) Si no hemos aprendido de la procesión del Corpus Christi de 1955 quizás haya que decir, por lo menos, que después no se quejen de las iglesias vacías. “Las mujeres están dejando la Iglesia…. debemos actuar antes que sea tarde” dicen los obispos alemanes al convocar un sínodo que pretende repensar muchas cosas estructurales en la Iglesia local. Los obispos argentinos podrán convocar en nombre de las mujeres. Y habrá muchas que acompañarán a Amalia Granata y Cecilia Pando en la marcha del 8 de marzo. Pero no estaría mal que caminaran las calles del centro de la ciudad ese día. Verán a muchas, muchísimas mujeres, y muchas de ellas, muchísimas, con un discurso cada vez más virulento contra la Iglesia. A lo mejor, una vez más, la jerarquía eclesiástica ha olvidado que no estamos en el Medioevo y que la sociedad, que se considera adulta, no le pide permiso para pensar y decidir. ¿Qué la sociedad civil puede equivocarse?, ¿legislar erróneamente?, ¿incluso decidir aberraciones? Por supuesto. Para eso es que hubiéramos deseado los cerebros ausentes que alertaran los inminentes desvíos. Se ha legislado obediencia debida y punto final; se ha legislado acuerdo con los fondos buitres; se ha legislado desentenderse de los jubilados… obviamente el error es posible. Error que puede remediarse, en parte, en el futuro. Pero no será aceptando sumisamente la presión eclesiástica que se evitará el error. Las dictaduras parecen recordarnos otros errores por sumisión. En suma, supongo que nadie se extrañará que no vaya a Luján el 8 de marzo. Ese día suelo caminar y escuchar otras voces por el centro de la ciudad.

 

 

 

 

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