Una reflexión sobre el viaje del Papa

Claroscuros del paso de Francisco por Latinoamérica

 

El reciente viaje del Papa por las hermanas y queridas repúblicas de Chile y Perú suscitó una importante cadena de comentarios muy diversos. El diario El Tiempo (Bogotá, Colombia) interpreta el paso por Chile como una suerte de fracaso (21 de enero 2018) y dice allí Darío Menor Torres: “En su momento histórico más bajo a raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores cometidos por eclesiásticos, la Iglesia de ese país era la más necesitada de América Latina en recibir al obispo de Roma”. Empiezo citando un periodista “no implicado” ya que las voces en Chile y Perú son parte de la información, y las argentinas son claramente parciales. Y empiezo aquí porque quiero preguntarme varias cosas a raíz de este viaje.

El periodismo ante la Iglesia, el Papa, sus viajes y sus palabras

Habitualmente, la información previa, posterior y en el momento de los viajes de un Papa, podemos “seguirla” por los Medios de Comunicación. Hay cosas que pueden tener un sentido simbólico (que el Papa ayude a una carabinera que cayó del caballo) o desconocido (¿por qué cambió dos veces de carro en Perú?) que figuran más para la galería de anécdotas que para el sentido profundo del viaje.

Dentro de esa información, como ocurre en todos los casos, una cosa es la transmisión precisa de hechos y palabras y otra la interpretación de los mismos. En el primero de los casos, sólo se trata de honestidad o no en la transmisión precisa: “dijo esto / hizo aquello”; en el segundo, se trata de la posición que el intérprete toma ante esos dichos o hechos. Posición legítima, por cierto, en la medida en que esta sea explícita y no quede oculta bajo una capa de supuesta neutralidad.

En mi opinión, la inmensa mayoría de los periodistas al hablar de temas eclesiásticos hacen alarde de una manifiesta y preocupante ignorancia; son contados con los dedos de una mano —a la que, además, le sobran dedos— los periodistas que “están en tema”. Creo que suelen hacer un análisis “político” de un tema que, si bien tiene muchas aristas políticas, no es expresamente político. Y entonces sus modos de análisis resultan parciales, incompletos, o —en algunos casos— francamente espantosos.

Si para el periodismo el Papa es “el jefe de la Iglesia” (y para una inmensa mayoría lo es), sus palabras son “dogmas”, o la Iglesia es una institución “vertical y verticalista”, sus análisis serán distintos a los de aquellos que tengan (tengamos) otra eclesiología. Los dichos del periodista español para El Tiempo demuestran claramente esta ignorancia y este verticalismo. Si el Papa es “el obispo de Roma”, el que “preside en la caridad” a la “comunidad eclesial”; si la Iglesia es una “comunidad de comunidades” en la que hay obispos, curas, laicos de las más diversas corrientes y opiniones (aunque siempre “en comunión”) el sentido de los viajes, de las palabras papales y sus gestos, será sumamente diferente. En lo personal creo que en el periodismo, en estos temas, hay más pereza por entender, hay más ignorancia disimulada, que verdadero esfuerzo de análisis.

Y vuelvo a un ejemplo colombiano. Al terminar el viaje del Papa por Colombia, que fue considerado un éxito, en general hubo una serie de cosas interesantes de preguntarse. Una viñeta de Beto Barreto titulada “Balance de la visita” (publicada en http://dateateweb.wixsite.com/dateatealminuto/a-la-vista) sirve para formularse con profundidad la pregunta. Hablar de éxito o fracaso debería dejar bien claro con respecto a qué expectativa. Muchos de los que aplaudieron la visita, una vez concluida siguieron trabajando militantemente en contra de la paz, por ejemplo; o poniendo obstáculos a su búsqueda ardua. Otros criticaron claramente discursos “buenos” pero que al no ser “encarnados” podían servir para cualquiera, como por ejemplo al denunciar casos de corrupción.

Y retomo el texto del comienzo: si la Iglesia chilena está en un momento crítico, toca a la misma Iglesia (no al “papá” que vive en el exterior venir a arreglar pelea de hermanos). Toca a la Iglesia (no a los obispos [otro síntoma de “pereza” periodística hablar de “la Iglesia” cuando habla un obispo], sino laicos, comunidades, curas y también obispos) analizar las causas y proponer soluciones. En lo personal, si tengo problemas parroquiales puedo consultar a otros curas, pero no espero que otro cura venga a mi comunidad a “traer soluciones”; si hay problemas en mi diócesis, espero que el obispo consulte a los curas, laicos y comunidades y no que venga otro obispo a “decir qué hay que hacer”. No entiendo, por lo tanto, que “el obispo de Roma” venga a la diócesis de “X” a decir qué debe hacerse. Se supone que los problemas, las causas, las situaciones, las posibilidades, los instrumentos para la solución los conoce “la Iglesia local”. Creo —en suma— que los viajes papales y esperar de ellos soluciones, normativas, criterios sólo sirven a una eclesiología que yo rechazo y cuestiono. Y si se celebra que el Papa hable de “amor”, de “paz”, de “comunidad”, de “pobres”, de “solidaridad” o críticamente de la “violencia”, la “corrupción”, la “insolidaridad”, la “indiferencia” es realmente preocupante: que tenga que venir el “papá” a decirnos que tenemos que vivir conforme a lo que nos dice Jesús de Nazaret que debemos hacer resulta verdaderamente preocupante. Y además, si es así, es evidente dónde está el problema por el que “la Iglesia está en crisis”: por no vivir el Evangelio.

El Papa en Chile

Al ser la Iglesia una comunidad internacional (eso significa “católica”) una buena pregunta es cuáles son las fuentes de información —del Papa en este caso— para hablar u obrar. El Papa no tiene posibilidades, sin duda, de conocer a todos los curas del mundo cuando tiene que elegir a “fulano” para que sea obispo de la diócesis “mengania”. Alguien (alguienes) le informa/n. Sin duda una fuente sabida es la Conferencia episcopal del lugar y su embajador en la región, el Nuncio. Claro que si los obispos del lugar están en crisis (es lo que se ha dicho del episcopado chileno) la pregunta adquiere doble sentido. Y cuando las conferencia episcopales son numerosas también cabe saber a quien/es entre ellos elegir a la hora de estar informado. Este tema vale para Chile y casi todos los restantes países (quizás no para Argentina ya que el universo de conocidos para el papa Francisco es más amplio). Siendo que para el consejo de Cardenales que lo asesoran, el Papa ha escogido al cardenal emérito Francisco Errázuriz, es de suponer que él será una fuente privilegiada de información para el Papa. Por tanto, conocer al cardenal puede servir para suponer reconocer una fuente importante de información papal. Sin duda habrá otras.

Por otra parte, si el Papa viaja a una región, es de suponer que los temas que analice, comente, le preocupen sean los temas “pastorales” que para los informantes del lugar sean los más importantes. ¿Cómo podría el Papa saber de la existencia de Tal problema si no le han informado? Sin duda hay temas propios del lugar que —por otro lado— son “generales”: el clero, el episcopado, la pastoral, la evangelización… Habitualmente estos temas, que son el corazón de la misión eclesial, no son mencionados por la prensa salvo que toquen las aristas políticas que les interesan o salvo que orillen escándalos que “venden”. ¿Qué le importa a la prensa en general, si el Papa habla de teología, pastoral o Biblia? Lo que trasciende entonces, de los viajes (este, los pasados o los futuros) es lo que para la prensa (y – en muchos casos – su pereza) “debe” importar.

El Papa en Temuco

En una correspondencia con un amigo, un cura de Temuco que tuvo injerencia en la visita del Papa a la región le decía: “Tuvimos una contra muy fuerte. Amenazas de que se iba a boicotear la actividad, por lo cual muchas personas tuvieron miedo y desistieron de asistir. ¡Nada de eso hubo! El ambiente estuvo cargado de alegría y de espiritualidad”.

Visto desde Argentina (¿por qué deberíamos mirarlo “desde” allí? Lo hago como argentino, pero no creo que sea ni siquiera el lugar más importante para mirarlo) el “tema mapuche” era tema central. Ciertamente lo fue, visto “desde Chile”, pero —obviamente— las realidades son bien diferentes. En nombre de una supuesta “causa mapuche”, la situación de violencia es importante. Muchas iglesias quemadas con lemas tipo “no respetan nuestra religión, no respetamos la suya”, pero ni un solo responsable detenido a pesar que hay destacamentos de carabineros por todas partes, hace pensar en otras posibilidades. Las así llamadas “fuerzas de seguridad” reciben buenos aumentos de presupuestos, salarios y demás en estas circunstancias. Uno puede preguntarse, por ejemplo, por qué los atentados son contra comunidades católicas y no evangélicas, por ejemplo. Para algunos grupos pentecostales todo lo indígena es visto como “idolátrico y del demonio”, mientras que —me consta— hay curas que han participado en nguillatunes, por ejemplo. Conozco curas mapuche que no reniegan de serlo, mientras que los pastores (me refiero a algunos grupos específicos, no a las iglesias evangélicas en general) deben purificarse de su pasado. ¿Por qué no se atenta contra estas comunidades si de “no respetar” lo mapuche se trata? Sospechar de políticas que favorecen a los apropiadores de tierras, a los poderosos y críticos de comunidades eclesiales que tienen una cierta cercanía con el universo mapuche no sería insensato. El tema “violencia”, entonces, es ciertamente distinto, aunque el gobierno argentino quiera inventar inexistentes grupos mapuche violentos en Argentina.

Lo cierto es que el paso del Papa por Temuco fue visto como muy positivo en general. Sin duda puede haber grupos, más o menos representativos de algunas comunidades que estén desconformes pero en general el balance ha sido muy positivo.

El Papa en Iquique

Si tengo en cuenta el “desde” y el “quien”, confieso que a mí me hubiera gustado alguna referencia del Papa a la masacre en “Santa María”, en Iquique (1907). Si la hubo no la registré. Las fotos revelan una magra presencia de público. El tema del que se esperaba que hablara estaría centrado en los migrantes que, en la zona, son un colectivo muy importante (bolivianos, peruanos, colombianos, venezolanos, haitianos, dominicanos…). Sin embargo, también hay que anotar que la zona es parte del territorio anexado por Chile al vencer a Bolivia en la “guerra del Pacífico”, o “del salitre” (1836-1839) y “palabras claras” hubieran significado una “toma de posesión” en el conflicto entre ambos países. Lo cierto es que las fotos aéreas revelan que los participantes fueron pocos en comparación con lo esperado. Era de esperar que esa foto fuera utilizada —como lo fue— por la prensa hegemónica argentina en su campaña contra el Papa que hasta ha merecido una declaración de la habitualmente silenciosa conferencia episcopal argentina.

El Papa y la pederastia

Pero antes de la presencia en Iquique un tema empezó a sobrevolar fuertemente la visita papal: los casos públicos y notorios de pederastia por parte de sectores de la jerarquía chilena y el silencio, a veces cómplice, de parte del episcopado. Que el Papa se reuniera con víctimas de abusos no resultó suficiente, el “caso Karadima” y la presencia del obispo Barros en todas las ceremonias empañó gravemente la visita papal en Chile. El cura Fernando Karadima resultó un caso particularmente resonado en Chile; como ha ocurrido en numerosos casos, lamentablemente, la jerarquía eclesiástica simuló investigaciones que finalizaban en la nada misma, e incluso hubo presiones para que la cosa no avanzara en la justicia ordinaria. Se presentaba a sí mismo como buen discípulo de san Alberto Hurtado (cosa aparentemente desmentida por Óscar, el propio hermano del acusado) pero era visto como modelo y ejemplo eclesial: de su comunidad hubo muchísimos curas e incluso varios alcanzaron el episcopado. Finalmente, luego de sortear varias trabas civiles y eclesiásticas, fue sancionado el 2010 y expulsado. Esto indica, sin prejuzgar, pero teniéndolo en cuenta como dato, que todo el episcopado de Errázuriz en Santiago de Chile lo tuvo como cura en su diócesis. Recién su sucesor Ricardo Ezzati comunicó la decisión tomada por la Santa Sede. Las condenas de pederasta y efebofilia determinaron la suspensión. Desconozco si ha sido expulsado del estado eclesiástico. Uno de los obispos que pertenecían originariamente al “grupo del Bosque” —de donde era párroco Karadima— era el obispo Barros: auxiliar de Santiago, obispo de Iquique, obispo castrense (y general del ejército) y recientemente nombrado por el papa Francisco obispo de Osorno. Algunas de las víctimas de Karadima han denunciado a Barros por encubrimiento algo que —obviamente— él niega, pero el Papa ha elegido creerle a éste y afirma que se trata de una “calumnia” y que “no hay pruebas en su contra”. Quizás el papa hubiera debido recibirlos para escucharlos. Prefirió escuchar su campana. Sin duda esta actitud empañó —¡y demasiado!— el paso del Papa por Chile. Y en ese enturbiamiento, Barros contribuyó particularmente mostrándose en toda ocasión al lado del Papa. En lo personal no tengo elementos para afirmar que Barros encubrió o no a Karadima, pero sí creo que:

  1. El Papa bien podría haberle puesto nombre a esos abusos para dejar claro que no adhiere a la complicidad de gran parte de la Iglesia chilena del “santito” condenado;
  2. Bien hubiera podido Barros correrse a un costado casi invisible para favorecer la visita papal. Él (con la anuencia pontificia) eligió lo contrario;
  3. No veo cómo un obispo que llega tan cuestionado pueda contribuir (sea o no responsable de encubrimiento) a desarrollar su ministerio pastoral en la diócesis;
  4. Es posible que “algo pase en adelante y que algunas cosas sean “manejadas en el silencio”, pero a la hora de evaluar el viaje del Papa” sin duda la mancha es grande.

El Papa en Perú: el tema ambiental e indígena

Salvando el saludo protocolar en el aeropuerto a la llegada al Perú, la primera actividad del Papa no fue una visita “oficial” al gobierno sino a las comunidades indígenas de la Amazonía (que prepara, por otra parte, un sínodo regional). Allí el papa enfrentó algunos de sus temas preferidos (el medio ambiente, los pobres, las culturas) con lo cual se “movió a sus anchas”. La continuidad con su encíclica Laudato Si fue evidente, y era de esperar.

La corrupción

Pero al dirigirse a los ambientes “públicos” hay temas insoslayables que no pueden quedar en la nebulosa para no repetir el “chiste colombiano” citado más arriba. La casi inminente destitución del presidente a causa de los escándalos de Odebrecht (que en tantas partes, salvo Argentina, por cierto) ha causado tanto escándalo y juicios se vio frenada por el apoyo del fujimorismo. Alberto Fujimori estaba condenado por crímenes de lesa humanidad y en la campaña hasta su hija Keiko dijo que no iba a indultarlo. Pero como “amor con amor se paga” (¡perdón Juan de la Cruz!) a poco de re-confirmado Kuczynski en la presidencia con tan “notable” apoyo, Fujimori fue indultado. Todos supieron que se trataba de “devolución de favores”. Si se habla contra la corrupción no parece que este sea un tema soslayable. Pero la corrupción no tuvo “nombre y apellido” ni indicios evidentes de dirección.

El episcopado

El arzobispo de Lima es el cardenal Juan Luis Cipriani (Opus Dei). Más que amigo, cómplice del fujimorismo, algo ya notorio desde su participación en la toma de la embajada de Japón (1996). En la reciente campaña electoral su postura en favor de la candidata Keiko Fujimori fue indubitable. Su postura hipercrítica contra toda teología con tufillo liberador, comenzando por el teólogo Gustavo Gutiérrez, resulta deplorable. Fue connotada su participación en la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) cuando pidió que “no se hable de ‘reino de Dios’ porque era una categoría sociológica” (sic). Hablar de corrupción hubiera debido complicar al cardenal, pareciera.

El papa y la pederastia

Como en tantas partes, la pedofilia ocupa un lugar importante en el descrédito eclesiástico y en los temas que se espera que el Papa hable con claridad. Como ocurrió en Chile, un caso muy connotado fue el del fundador de los sodalicios de vida cristiana fundados por Luis Fernando Figari (invitado personal del papa Benito XVI a la asamblea de Aparecida). Es curioso que, como ha ocurrido en otros casos como Marcial Maciel (Legionarios de Cristo), Roberto José Lettieri (Toca de Asis), Carlos Buela (Verbo Encarnado) se trate de grupos religiosos ultra conservadores, con un discurso muy rígido en lo concerniente a lo sexual, con poderosa influencia en las conciencia de personas débiles que termina accediendo “libremente” a todo lo que el fundador propone. De allí a los abusos no hay más que un pequeño paso que sencillamente han traspasado. A Figari lo sucedió Germán Doig (+ 2001); había comenzado el proceso de beatificación abruptamente clausurado por denuncias de abusos sexuales. Como es el caso de Karadima, Figari ha sido sancionado al interno de la Iglesia, “condenado” a oración y penitencia (sic). No deja de ser interesante notar que los sodalicios llevaron adelante toda la secretaría de la asamblea episcopal de Aparecida (2007) y que su llegada a la Argentina (2005) se debió —según ellos mismos lo afirman (http://sodalicio.org/el-sodalicio-de-vida-cristiana-en-argentina/)— a una invitación del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. Nuevamente los “abusos” no tuvieron “nombre y apellido”.

Conclusión

Si debo señalar algo del viaje papal y miro lo que dicen sus adversarios (hoy, 21 de enero 2018, Julio Blanck y Eduardo Van der Kooy en Clarín, y días pasados Loris Zanatta y Joaquín Morales Solá en La Nación) debo señalar que celebro su viaje y las cosas positivas —¡muchas!— que encuentro en él. La insistencia en los pobres, en una iglesia más evangélica que dogmática, los gestos numerosos de cercanía y humanidad, su lenguaje desacartonado, algunos reconocimientos (el del obispo chileno Enrique Alvear es un gran ejemplo) y los temas elegidos me resultan muy significativos y constructivos.

Debo repetir lo que ya dije varias veces: no quiero que el Papa viaje (ni este ni otros), salvo cuando de acontecimientos internacionales se trata como asambleas, congresos, etc… Y por tanto, no celebro este ni otros viajes. Creo que no dejan demasiado (el caso colombiano que señalé es evidente) y creo que:

  1. Las fuentes de información del Papa en los lugares a visitar no me parecen, en muchos casos, lo suficientemente amplias como para que haya una acabada comprensión de los problemas, las situaciones y las propuestas de solución.
  2. Creo que en algunos casos, por no visibilizar complicidades eclesiásticas quizás, las cuasi-denuncias son lo suficientemente ambiguas para que nadie se sienta implicado y hasta los más sospechados puedan afirmar estar de acuerdo con él.
  3. Creo que algunos casos parecen más de marketing que de una profunda convicción. En el caso de pederastia, lamento sospecharlo. En la iglesia parece no haber una acabada comprensión de la distinción entre pecado y delito. Hay cosas que son pecado y a su vez delito, hay otras que son lo uno y no lo otro… En el caso del pecado, esto es en la reconciliación del pecador con Dios, la absolución sacramental es el paso necesario. Pero en los casos del delito se trata de algo que la sociedad civil debe evaluar, juzgar y —eventualmente— condenar. La pederastia es uno de estos casos. El “caso Grassi” en Argentina resulta harto evidente: ya condenado en todas las instancias, sigue en ejercicio del ministerio en la prisión. No espero que sobre esto se pronuncie el obispo de Roma (no quiero que lo haga), pero sí el obispo de Morón. Pero en la Iglesia parece primar a veces una actitud corporativa antes que evangélica que contribuye notablemente a su descrédito.

En suma: el Papa pasó por América del Sur. No visitó (afortunadamente) la Argentina. Y muchísimas cosas positivas, algunas negativas y otras en nebulosa quedan para el análisis; análisis que cada quien puede hacer, es de esperar que señalando claramente “desde dónde” lo hace. Y —sobre todo— espero que el pueblo de Dios de América Latina, los pobres del pueblo, encuentren, en comunión con el Papa, una comunidad eclesial que nos permita y ayude a vivir el Evangelio de Jesús denunciando claramente todo lo que se opone a que Dios reine en la justicia y el derecho; y anunciar un nuevo mundo posible, de hermanas y hermanos que juntos caminamos a la vida en abundancia que Dios sueña para nosotros.

Eduardo de la Serna es sacerdote católico, integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres
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