VALORES

La integridad moral es imprescindible para garantizar la salud de la democracia

 

Se cayó el sistema

Frente a la estrepitosa profundización en la caída del sistema moral de un político que la acompaña en su pretensión electiva, a María Eugenia Vidal no se le ocurrió decir mejor cosa que decir: “Yo estoy orgullosa de toda la lista que me acompaña. Con errores, con aciertos, compartimos los mismos valores”.

Y como no se puede pensar que la candidata ignorara lo que estaba en boca de todo el mundo, que era que el político había violado el respeto de los valores éticos más básicos, la pregunta elemental que obligaba a hacerse era: ¿Cuál es ese conjunto de valores que no incluye a los éticos?

Es verdad que hay varias cuestiones para las cuales usamos el término “valor”. Por ejemplo, hablamos del valor de un producto o mercancía en su sentido económico, del trabajo en su sentido social, de una obra de arte en su sentido estético, de la verdad en su sentido lógico, del valor espiritual en el sentido de lo sagrado y lo profano, o del valor de la vida en sus múltiples sentidos. Y junto con ellos de los valores éticos, entre los que destaca el valor de lo justo. Entonces: ¿Qué valores comparten los integrantes de la lista de la candidata?

En esa variedad de valores hay algo común a todos ellos salvo en uno de los mencionados.

  • Los captamos (o no) intuitivamente por la percepción emotiva ya que no necesitamos razonar para apreciar la belleza, la vida o la verdad.
  • Si los percibimos, los distinguimos en esa captación de sus contrarios, los disvalores, así como apreciamos el valor de la justicia en el mismo momento en que nos ofenden las injusticias.
  • Se ordenan jerárquicamente en una tabla con valores más elevados y más bajos porque no nos resultan indiferentes, y por eso el respeto de la vida resulta más valioso que la limitación prudencial del alcance de algunas libertades en tiempos de pandemia.
  • Y nos mueven a hacerlos realidad en el mundo dado que queremos que triunfe la justicia, la verdad, la vida, la creación de la belleza por los artistas, o el amor sobre el odio. Y por eso los valores dan lugar a las normas que buscan materializarlos en el mundo real.

Pero los productos del trabajo, aunque también comparten esas características de los valores en cuanto bienes sociales en general, se diferencian cuando como mercancías adoptan un precio o valor de intercambio, que es diferente a la dignidad ya que lo que tiene precio puede ser reemplazado por otra cosa equivalente, en cambio la dignidad de una persona no puede ser reemplazada porque no tiene equivalente alguno.

Es por eso que los valores suman otra característica: son independientes de la cantidad, son cualidad pura, aunque su realización o destrucción se mide con las escalas de la causalidad, los fines y la responsabilidad. Distinción que no tienen en cuenta varios integrantes del espacio de la candidata al disolver perversamente con la singularidad del valor de cada vida humana las diferencias entre las muertes causadas por el virus de la pandemia y las muertes causadas por los agentes del terrorismo de Estado, así como entre el daño a cada vida personal que hace el coronavirus y el daño hecho a la humanidad por un genocida.

Entonces, ¿cuál es ese conjunto de valores compartidos por quienes integran la lista de María Eugenia Vidal que no incluye a los valores éticos y a algunas de las características propias del término “valor”? ¿Se trata de una inversión de todos los valores al punto tal que los valores superiores se reducen a los valores más bajos? ¿O se quiere decir que la palabra valor no tiene valor?

 

 

Ser valente

 

Picasso, Don Quijote y Sancho Panza, 1955.

 

Decía Charles Taylor en 1989 que gran parte de la filosofía moral contemporánea ha tendido a centrarse en lo que es correcto hacer en vez de en lo que es bueno ser, en definir el contenido de la obligación en vez de la naturaleza de la vida buena, sin dejar un lugar conceptual para la noción de bien como objeto de nuestra fidelidad o foco de nuestra atención y voluntad. Es decir: se ha dejado de atender a los valores que configuran nuestra identidad como ciudadanos y como comunidad en tanto seres valentes.

Este supuesto es aplicable a la filosofía política tradicional pero las últimas décadas han ido mostrando un corrimiento más radical aún según lo que Richard Rorty desde su pragmatismo llamó en 1994 un mundo sin substancias o esencias, una verdad sin correspondencia y una ética sin obligaciones universales. Cualquier lector encontrará repetidos ejemplos de la vida cotidiana para ilustrar estas ideas llevadas a la práctica política por el neoliberalismo.

Desde ese marco se puede pensar que la política en la Argentina de hoy se aleja cada vez más del sueño de una restauración comunitarista de los valores de la vida política y su ética conjugada con el respeto de la autonomía personal, porque el hacer político entre nosotros –sobre todo en la política partidaria– oscila desde el extremo de un abandono sin reparos de toda dignidad, verdad y obligación, a ese otro extremo de la indiferencia o la defensa débil y meramente estratégica ante los primeros.

Mientras, en los caminos que transitan las buenas personas, que son mayoría, cada día resultan más lejanas las viejas banderas de fraternidad, libertad e igualdad restauradas por los derechos humanos con las que esas personas han crecido, saben y desean andar.

 

 

Las virtudes o el hábito de obrar bien

 

 

Henri de Triqueti, Dante y Virgilio, Boston, Museum of Fine Arts, 1861.

 

 

El espacio político del Frente de Todos ha mostrado un conflicto de valores aunque distinto. En la provincia de Santa Fe se presentan dos listas para las PASO: una en la que Marcelo Lewandowski y Ángeles Sacnun son los candidatos a senadores con el gobernador Omar Perotti como candidato a senador suplente y otra en la que los candidatos son Agustín Rossi y la vicegobernadora Alejandra Rodenas. Se ha difundido que aunque inicialmente el Presidente había hablado con Rossi para que fuera el candidato de una lista única, después Cristina habría acordado con la lista de Perotti.

Rossi declaró que la conversación con el Presidente había existido, que el acuerdo de Cristina con el gobernador no le constaba y que en sus conversaciones con Perotti para tratar de acordar una lista común había recibido como respuesta que no lo querían en ningún lugar. Según su interpretación, el gobernador tiene el propósito de hacer que Santa Fe siga los pasos de la provincia de Córdoba en su visión de un peronismo vuelto liberal. Rossi decidió ir con otra lista, el Presidente reiteró su pedido de que los funcionarios candidatos debían dejar sus cargos y Cristina recibió en el Instituto Patria a Perotti y los demás integrantes de su lista en un claro respaldo que mostraba que el acuerdo previo había existido. Dada la trayectoria y el compromiso de la acción política de Rossi con el peronismo kirchnerista, la elección de Cristina planteó en modo preliminar un conflicto de valores.

Macri llegó a ser Presidente para hacer lo que hizo por los votos de Córdoba. La presunción de Rossi, por otro lado ya conocida, de que Perotti quiere reproducir con Hacemos Santa Fe el liberalismo del partido Hacemos por Córdoba de Juan Schiaretti, es más que verosímil. Su candidatura pretendería frenar ese intento. Es una decisión con fundamentos políticos explícitos sometidos por tanto a la deliberación pública y por ello éticamente consistente.

No hubo respuesta de la lista de Perotti a los planteos de Rossi. No se han hecho explícitos sus valores. En su momento, cuando Cristina tomó la decisión de postular a Alberto Fernández para la presidencia y dio a conocer sus razones en un mensaje, sostuve en El Cohete que se trataba de una decisión ético-política. En este caso no se han dado razones para aceptar que el trato a Agustín Rossi pueda ser éticamente justificable.

Porque si la idea de “valor” se relaciona con las preferencias o selección en la toma de decisiones, esto no quiere decir que algo tiene valor porque lo preferimos ni tampoco que algo preferido o preferible tenga valor. Hay un aspecto objetivo de los valores que queda fuera del relativismo que da valor a lo meramente deseable y también de un absolutismo moral que, sosteniendo que lo deseable es lo valioso, desconozca la compleja dinámica de las subjetividades y sus valores en aras de una racionalidad estratégica en la que el sujeto termine convertido en objeto para alcanzar los fines deseados. La ética política no debería perder de vista esta cuestión.

Como ciudadano, mi opinión de Rossi es que es uno de los políticos argentinos con mayor integridad ético-política de los que actúan hoy. Su conducta ha sido sometida durante años al escrutinio público demostrando un compromiso sin fisuras con la democracia, sus valores y sus normas, y con el espacio político que representa, ejercido con la habilidad y el respeto deliberativo propios de la buena política. A esa conjugación en el tiempo de valores, deberes y hábitos de conducta ética (virtudes) llamo integridad moral. Y creo que si el Congreso de la Nación estuviera integrado por ese perfil de políticos, con independencia de su pertenencia partidaria, la democracia argentina tendría la salud que hoy no tiene. No deberíamos olvidar que lo más difícil para la ética no es el captar los valores o el conocer los deberes sino el tener el hábito de su respeto.

 

 

El sentido del mañana

 

 

Antes de partir para los Juegos Olímpicos de Tokyo le preguntaron a Simone Biles, considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos, cuál había sido el momento más feliz de su carrera. Su respuesta fue: “Con sinceridad, tal vez mi tiempo libre”. Dijo que su agotador esfuerzo de buscar la perfección buscaba representar a su comunidad más que a la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, denunció los abusos sexuales sobre las gimnastas, apoyó al movimiento Black Lives Matter y lleva un tatuaje con un verso de uno de los poemas de Maya Angelou que dice: “Y aun así, me levanto”. Se retiró de los Juegos diciendo: “Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”. Jerarquía de valores.

En una reunión reciente sobre las cuestiones éticas y legales de los medicamentos de alto precio, un jurista brasileño presentó un relevamiento sobre pedidos de amparo de dieciocho pacientes que habían solicitado la cobertura de un medicamento para una enfermedad poco frecuente llamada hemoglobinuria paroxística nocturna, cuyo costo es de 300.000 dólares al año. Se habían denunciado maniobras fraudulentas en las compras. Sin embargo, como esos pacientes habían muerto sin haber alcanzado la cobertura del medicamento, el jurista concluyó que la causa había sido esa carencia y que el Estado debía proteger el derecho a la vida de las minorías. Pero ese medicamento no logra prolongar en nada la sobrevida de los pacientes, aunque sí mejora notablemente su calidad de vida. Era más razonable pensar, en base a muchos antecedentes previos, que se había inducido el reclamo de pacientes muy enfermos que en su desesperación son los mejores candidatos para pedir el medicamento más caro del mundo si se les dice que el mismo les puede salvar sus vidas. Ese desajuste entre la falta de regulación seria, transparente y comunitariamente consensuada sobre el acceso a medicamentos de alto precio, la tarea judicial a la que da lugar y su disociación con la evaluación profesional y de los comités de ética, es otra muestra del conflicto entre los valores de la vida y la salud con la diferencia entre el valor del medicamento como bien social o como mercancía.

En otro debate sobre la salud mental en relación a la pandemia y sus múltiples consecuencias se puso el foco en el miedo a la muerte: el miedo de todos a enfermar y morir, el dolor de quienes han perdido a sus seres queridos, el dolor y la angustia de los trabajadores de salud debiendo enfrentar el fracaso de sus esfuerzos y una tras otra pérdida. Alguien se preguntó: ¿Y por qué tenemos tanto miedo a la muerte? Una de las opiniones apuntó a la falta de sentido a la que nos enfrenta el morir. Una falta de sentido que es imposible superar en modo individual. Las personas que buscan el buen morir piden ser perdonados por las faltas cometidas, declaran su perdón a quienes les hayan ofendido y buscan dar sentido a esa falta que les trae la muerte con los otros, los seres queridos, lo dado a esos otros, lo recibido de ellos y en su caso en esa otredad que brinda la fe. Pero siempre, el buen vivir y el buen morir nacen en la captación de los valores y en su respeto en la vida comunitaria. Esos valores que los políticos deben hacer explícitos y respetar si trabajan para lo que la inmensa mayoría de las personas quiere que es dar sentido al mañana. Esos deberían ser los valores compartidos por nuestros políticos.

 

 

 

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