Yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos

No se trata de grieta, se trata de humanidad o inhumanidad

 

Hace ya mil años que leí el maravilloso libro del enorme Martin Buber ¿Qué es el hombre? [original hebreo de 1942, traducido del alemán, 1948: Das Problem des Menschen], aunque seguramente no entendí todo lo que luego, al introducirme en la filosofía, en la facultad, pude ir descubriendo. Y todavía hoy podemos encontrar más y más médula en un librito tan denso. Librito en tamaño, librazo en contenido.

Leerlo fue encontrar una ruptura al individualismo centrado en un yo, y a un colectivismo. Fue entender que no soy sin un yo-tu, y un tender a un nosotros.

Claro… recordar eso después de un universo centrado en un yo, que nos quiso hacer creer que lo que cuenta es cada uno, es la meritocracia y el emprendedurismo, para peor en un universo de la ley del más fuerte, lo que significaba que yo puedo querer, pretender y emprender, pero nada lo permitirá, porque las leyes se han hecho para favorecer a otro-yo, el Poder Judicial lo apañará, las Fuerzas Armadas, de seguridad o militares, lo cuidarán o reprimirán, los medios de comunicación me-nos negarán, invisibilizarán o calumniarán… y entonces no hay yo, no hay tú, hay solo un gigante y omnipotente él que nos niega, y si es el caso, nos mata. Como para él, ni mi yo ni nuestro nosotros le importa, pues no hay empatía, no hay sensibilidad, no hay humanidad. ¿Qué es el hombre? Pues difícil responder ante la inhumanidad. Como no importa el tú, y solo el yo (de ellos) puedo hacer lo que quiero, como ir a una marcha. Y como no importa el ellos, solo el yo (de él) puedo dejar que se venzan millones de vacunas que podrían salvar vidas o la salud de “ellos” que no importan.

¿Se puede ser nosotros sin que ellos lo quieran? En las frases célebres de otro grande, Antoine de Saint-Exupéry consta: “Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”. En este caso, el nosotros es el de un grupo de peregrinos, caminantes que tienen una meta, sueñan con una meta. Cuando esa meta es ser hermanos y hermanas, ese nosotros puede escribirse con mayúscula.

Buber presenta su método como “filosofía dialógica”, aludiendo al diálogo, ciertamente. Dia-logos supone, como es sabido, al menos a dos entre los que la palabra-logos se pronuncia, se escucha y se encuentra. Opuesta al mono-logos (y no tiene ironía, aunque lo parezca) en el que solo cuenta lo que yo digo y lo que tú tengas para decir no importa en absoluto.

Pero si el tú no cuenta, si no importás, se hace difícil cualquier encuentro que no sea un choque. Y no se trata de grieta, se trata de humanidad o inhumanidad. Simplemente. Y mirando hoy la vida, mirando los hospitales casi listos que no se inauguraron, mirando la salud degradada, las vacunas desperdiciadas, las ambulancias arrumbadas y el desprecio por el contagio de miles de , sinceramente se me hace muy difícil pensar en un tú-nosotros con quien me-nos desprecia, ignora e invisibiliza. Para que haya un nosotros (y de eso se tratan la patria y matria) quisiera ser tenido en cuenta, mirado, escuchado y que se mire a los ojos especialmente a los millones de tú olvidados e invisibilizados e invisibilizadas. Y quisiera mirar, escuchar y tener en cuenta a miles de hermanas y hermanos. La patria es el otro, la patria / matria es un nosotros, no es una suma de yo. Y es difícil hablar y encontrarme con quien solo grita.

En los evangelios, con frecuencia, cuando Jesús expulsa demonios, estos se van con estruendo. No estaría de más, quizás, para soñar una patria de hermanos y hermanas, una patria de ustedes y nosotres, empezar por exorcizar ciertos demonios que no nos dejan ser personas, que nos deshumanizan. No se trata de negarnos, no se trata de sacrificios, se trata de mirar juntos en una misma dirección.

 

 

 

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