Estamos sobre un volcán político y económico. Lo único relevante para el gobierno es que los desequilibrios no se vean hasta después de las elecciones.
El gobierno reduce la presión tributaria a los sectores de mayores ingresos y de manifiesta capacidad contributiva, a pesar de que los números no cierran.
Ingresos y egresos del Estado definen beneficiarios y víctimas del programa económico. Los sectores históricamente relegados pagan el superávit exigido por el FMI.
En plena decrepitud electoral, la vieja derecha se ocupó de ejecutar judicialmente a Cristina. Está en juego el veto estratégico a un nuevo gobierno popular.
El sucesor de la jefatura mundial del Opus Dei, el argentino Mariano Fazio, está entre los directivos imputados por trata de mujeres pobres para explotación laboral.
Ante una realidad transformada en locura, nuestra responsabilidad es evitar la furia y alertar sobre el plan de negocios que nos condena a la miseria planificada.