ACCIÓN MUTANTE

La oposición se prepara para 2023 con unas ideas fantasiosas sobre un mundo que no existe

 

En una conferencia internacional sobre los mercados de materias primas los operadores del sector energético anuncian que a causa del conflicto ruso-OTAN vía Ucrania lo más probable es que el barril de petróleo suba, por unos meses, desde sus altísimos 120 dólares actuales hasta 250 dólares. Los traders de granos, para no ser menos, auguran que por falta de fertilizantes hay que prepararse para precios aún más altos y escasez. La más que probable sequía norteamericana agrega presión. En la semana en China la salida de las bolsas fue muy pronunciada. A raíz de estos desahuciados escenarios, se suceden los diagnósticos que coinciden en prevenir que si no se actúa en consecuencia se le va a sumar una crisis generalizada de deuda externa en los mercados emergentes. Mientras tanto, en el debate público argentino algunos ítems alcanzan cartel francés y otros, en cambio, devienen marginales.

Los del segundo tipo se los distingue porque posibilitan olfatear si la Argentina continúa cuarenta y seis años después saliendo de la clase de crisis en la que la sumergió la economía política de la masacre de la dictadura de 1976, abonando el país a dos velocidades o, de una vez por todas, rompió la inercia y avanza hacia la integración nacional. Cada crisis resuelta desde 1976 a la fecha dejó —en promedio— 2 millones más de argentinos a la intemperie. La excepción de la etapa 2003-2015 no alcanzó para revertir la tendencia que hasta ahora llevó a que 50% de los compatriotas la vean pasar y no la pueden agarrar. El indicio aportado por la baja desocupación del cuarto trimestre del año pasado no da buena espina. El INDEC informa que declinó del 8,2 % del tercer trimestre a 7 %; el nivel más bajo desde el 2016. La tasa de empleo alcanzó un máximo histórico con 43,6% de la población. La buena noticia se empaña con las muy bajas remuneraciones de esos nuevos ocupados. Son trabajadores pobres.

La obviedad de que la oposición en cualquier país y circunstancia capitalice las pifiadas del oficialismo, en la Argentina tiene la singularidad de que a la dirigencia opositora de los mutantes de Cambiemos los convoca la idealización de la Argentina agraria decimonónica, inserta en un mundo en el que un ciudadano inglés podía recorrerlo –nos recuerda el eminente historiador Fernand Braudel— sólo presentando su tarjeta personal. Si finalmente ganan las presidenciales de 2023, es probable la puesta en marcha –si pueden– de un oscuro orden represivo.

 

 

 

Fiesta en la estancia

La estancia ordenada y con algunos talleres de maquila es todo cuanto ofrecen como meta estratégica a la comunidad nacional los mutantes de la coalición Cambiemos. Últimamente se les ha dado por machacar con que tasar las cosechas del campo argentino con retenciones equivale a matar a la gallina de los huevos de oro. Tras sostener en el ámbito de la discusión del endeudamiento externo, contra el más elemental sentido común, que eran lo mismo pesos que dólares, ahora resulta que no es así. Cuando se trata de la oferta exportable argentina nos advierten que ponerle retenciones dejaría sin la cantidad suficiente de dólares a una Argentina que está en extremo necesitada de ellos; lo cual es toda la verdad y nada más que la verdad, gracias al endeudamiento externo irracional al que nos obligaron.

Para comenzar, debe considerarse que no hay ninguna correlación que se precie entre retenciones y superficie sembrada. Entre los más connotados que buscaron la correlación hace unas décadas revistió Domingo Felipe Cavallo. Como el resto de los exploradores, encontró poco y errático. El precio de la cosecha a diferencia del precio de un chupetín o de una heladera, el que únicamente remunera costos y ganancias, paga también la renta de la tierra que es el costo de arrendar el campo o el de oportunidad si se lo posee. El nivel de la renta de la tierra surge por voluntad política. Fijada como remuneración de largo plazo, cuando en el mercado mundial los precios de los granos se van a las nubes como ahora, el Estado decide si esa diferencia se la apropia la renta o los salarios. Si tasa la renta con la retención la reproducción del capital agrario no sufre mella porque el precio mochado paga los costos y la ganancia, que es lo que importa para mantener vivo tal proceso.

Para continuar, el planteo de la gallina de los huevos de oro implícitamente es tan anti industrialista que solo supone que los dólares pueden provenir de la oferta exportable. La realidad es muy diferente. Con o sin deuda externa lo que importa es el superávit comercial; exportar más de lo que se importa. La gallina aurífera escribe su propio epílogo desde el momento que seguir exportando más de lo mismo significa importar más lo que termina liquidando la industria propia, lo que presagia un gran despelote social y una inestabilidad macroeconómica endémica.

De hecho, la sustitución de importaciones no es una opción, es una necesidad. El espectro de bienes industriales es mucho más amplio que el de los productos agrícolas, en tanto la proporción que representan en las compras de la canasta familiar es una función creciente del aumento del nivel de vida; que dadas las rigideces del comercio exterior y las dimensiones del país, las salidas para la agricultura son tempranamente saturadas. Consumíamos 90 kilos de harina por año y de 40 a 44 kilos de azúcar. A los precios e ingresos actuales eso parece quedar en el recuerdo. Pero por fuera de la aciaga coyuntura lo que se quiere significar es que –por caso— se pueden duplicar los artefactos electrónicos que usamos pero no los alimentos que consumimos, cuando algunos están o estaban muy por arriba de la media mundial. Está claro que la estancia ordenada por la que bregan los mutantes implica para ser viable que el nivel de vida no solo no aumente sino que disminuya desde sus paupérrimos niveles promedio actuales, bajando aún más el consumo promedio de calorías.

Y esa predica anti industria inscripta en la religión no-retenciones de los mutantes, atenta contra el desarrollo, y no porque el campo tecnológicamente sea relativamente atrasado respecto de la industria que es relativamente adelantada. En la Argentina es al revés: el campo va en la delantera tecnológica. Hay que parar el alcance de la renta de la tierra porque rompe el mercado interno y con eso horada el núcleo del desarrollo que es la productividad. Ocurre que para un cierto número de bocas que alimentar la Argentina (o cualquier país) tiene a su disposición sólo un cierto número de pares de manos. A diferencia de otros factores de la producción, el trabajo está biológicamente limitado. El capital es ilimitado. No es como reza el apotegma hecho célebre por la película Nueve reinas. Nunca falta capital, al menos en el paisaje del capitalismo, lo que nunca hay disponible en la cantidad requerida son suficientes proyectos de inversión rentables.

La consecuencia es que con el fin de aumentar la cantidad consumida por cada boca es necesario aumentar el producto de cada par de manos en una unidad de tiempo dada. En otras palabras, aumentar la productividad del trabajo se convierte así tanto en la única magnitud relevante como el problema esencial del desarrollo económico. Entonces, hay que considerar que un aumento de la productividad del trabajo se puede lograr únicamente de dos maneras, a saber: poniendo una cantidad mayor de los instrumentos de producción a disposición del trabajador, o bien mediante el aumento de su grado de calificación; en orden a percibir que las fuerzas impulsoras del desarrollo son la mecanización y la educación; la sustitución de las manos por las máquinas y de los músculos por los cerebros. Sin un mercado que crezca a partir del salario llevar adelante esa dinámica se torna imposible, tanto como con retroceso demográfico.

 

 

 

Sienes plateadas

En el tema demográfico aparece otra contradicción de entre las tantas en que entra el ex Presidente Mauricio Macri en su fervor de líder del ala dura de los mutantes. Cada dos por tres señala que la emigración en auge de los argentinos es una prueba de que las cosas no funcionan. Como cuando postula que tomó deuda externa por el déficit fiscal, o que para contener la inflación no hay que emitir y para eso hay que achicar el déficit y bajar el gasto público o, con inequívoco cinismo, dice alegrarse porque tras el acuerdo con el FMI el mundo no nos va a prestar y vamos a tener que sentar cabeza y terminar con el Estado elefantiásico, también en materia de las consecuencias demográficas del modelo que propugna entiende todo torcido. La estancia ordenada y la maquila adyacente son una máquina de expulsar ciudadanos hacia el exterior. Le pasa como con la inflación. Afirmó que la terminaba en un abrir y cerrar de ojos y le resultó al alza e incontenible. Para no dejar dudas, Macri y el sector de los mutantes que lidera son los más firmes partidarios de los salarios bajos y están volviendo a la carga con la reforma laboral. La derecha rancia gusta del orden a palos, una gentil recomendación para tragarse la bronca calladitos.

Encima los apagados tonos xenófobos están muy presentes en el ánimo de los mutantes y sus dirigentes. El tema demográfico es estratégicamente pesado. Los cálculos de la ONU establecen que para el 2050 la población mundial total aumentará en un 40 % y la edad media aumentará en 7,8 años. En cuestión de demografía esto implica marcado envejecimiento y muy posiblemente una declinación poblacional a mayor velocidad que la prevista. Además del aspecto clave de la productividad atorada por la declinación demográfica que la estancia ordenada profundizaría, al envejecimiento se lo canaliza hacia el crecimiento si los ciudadanos son libres de elegir la edad jubilatoria con menos carga horaria y responsabilidades a medida que pasa el tiempo. En esas circunstancias la racionalidad del sistema de reparto redunda en un mejor funcionamiento de la acumulación por los presumibles excedentes financieros de que se dispondría. Si hay buena cantidad de inmigración, todo se potencia.

 

 

 

Desacople

El sitio Axios (23/03/2022) afirma que la idea de desglobalización marca los tiempos que corren. Cita a Laurence Boone, economista jefe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), quién en una conferencia de prensa la semana pasada subrayó que el conflicto ucraniano movilizó "fuerzas de desglobalización que podrían tener efectos profundos e impredecibles". Al respecto The New York Times señala que "bien puede ser una fractura del mundo en bloques económicos, ya que los países y las empresas gravitan hacia rincones ideológicos con distintos mercados y fuentes de trabajo, como lo hicieron en buena parte del siglo XX". El Nobel de Economía Joseph Stiglitz le dijo al Washington Post (05/03/2022) que “vamos a ver (…) un proceso de desvinculación, desconexión. Pero va a ser lento, particularmente en el caso de China”. Para el servicio de monitoreo de comercio Global Trade Alert las restricciones a la exportación de alimentos más o menos se han duplicado desde mediados de 2021 y siguen subiendo. La directora general de la OMC (Organización Mundial del Comercio) Ngozi Okonjo-Iweala, en una conferencia virtual del lunes bregó por la "reglobalización", lo que significa sortear los cuellos de botella en las redes globales de proveedores y sumar más países a las mismas. La OMC no tiene potestad para evitar las restricciones a la exportación de alimentos.

La letter DealBook de Andrew Ross Sorkin (24/03/2022) informa que los gatos gordos más influyentes de Wall Street dicen que pandemia y guerra alteraron “permanentemente el orden mundial” y llegó el adiós a la globalización. Se respalda en las cartas remitidas a sus respectivos accionistas de Larry Fink de BlackRock y Howard Marks de Oaktree. Fink ve el final de la globalización y entiende que el conflicto ucraniano ha roto los lazos transfronterizos entre países, empresas y personas que ya estaban tensos por la pandemia. Marks predice un cambio similar, señalando los riesgos de la dependencia de Europa de la energía rusa y la de los Estados Unidos por la subcontratación de chips informáticos. Para Fink la desglobalización impulsará aún más la inflación y obligará a los bancos centrales a elegir entre precios más altos o una menor actividad económica. Marks escribe que los países cuyas economías se beneficiaron de la subcontratación se verán perjudicados por la reversión. Fink matiza previendo que países como Brasil, México y los Estados Unidos se benefician de una mayor producción local. Fink cree que llegó el auge de la energía verde y Marks que no. Por lo visto hasta aquí, la oposición de los mutantes que se preparan para gobernar en 2023 alberga muy terca unas ideas fantasiosas sobre un mundo que no existe. Curioso destino extraviado y peligroso para la Argentina.

 

 

 

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