De Cushamen a la ESMA

Recreando la historia del movimiento villero peronista

 

De pronto el tiempo se paró. Mercedes Mignone sacó un papel de una carpeta. Estaba parada en el antiguo Salón Dorado del ahora Museo Sitio de Memoria ESMA, ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Con los lentes delgados y esa carpeta con textos guardados hace más de cuarenta años, la voz se abrió paso entre una multitud que participaba de una nueva edición de la Visita de las Cinco, la experiencia en clave de biodrama realizada cada último sábado de mes, esta vez dedicada a descorrer la historia del movimiento villero peronista con sus desaparecidos en el infierno de la Armada.

Mercedes habló. Dio la fecha del secuestro de su hermana Mónica: 14 de mayo de 1976. Y a diferencia de otras ocasiones, no comenzó con la entrada del Grupo de Tareas en su casa. Ni el recuerdo de la noche en la que estaba ahí su padre Emilio, su madre Chela y sus hermanos. No dijo que cuando entró la patota, su padre les pidió las credenciales y ellos mostraron la ametralladora. No. Esta vez enumeró a cada uno de los compañeros de su hermana en el trabajo territorial del Bajo Flores, todos desaparecidos ese día: Mónica, María Marta Vásquez Ocampo, Mónica Quinteiro, César Lugones, Horacio Pérez Weiss, Beatriz Carbonell de Pérez Weiss y María Esther Lorusso Lämmle. A continuación nombró de nuevo a Mónica Quinteiro, como marcando un comienzo. Habló de un campamento que hacían los veranos al sur, al comienzo invitadas por ella, hija de militares y religiosa hasta años después. Y entonces fue cuando sacó el papel. Lo mostró a la sala. Y se acabó el paso del tiempo.

—Íbamos a la zona de Cushamen— dijo Mercedes. Y levantó este papel.

 

 

La historia del grupo del Bajo Flores es una de las más conocidas de la ESMA, y acaso de las más simbólicas. Emilio Mignone fue uno de los fundadores del CELS e impulsor con Augusto Conte de las estrategias para traer la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979. Durante el juicio de la ESMA, concluido en noviembre, los fiscales Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele reconstruyeron las historias de más de 780 desaparecidos, una locura de nombres y trayectorias, que sólo comenzaron a organizarse cuando las pensaron en clave de las organizaciones, los espacios de militancias a las que pertenecieron los y las desaparecidas antes de las caídas. Un bordado sobre hilvanes de nombres que había sido destrozado.

Así aparecieron algunos de los primeros datos del grupo del Bajo Flores. ¿Quiénes eran?¿Cómo se habían conocido? Y apareció el nombre, por ejemplo, de la escuela Nuestra Señora de la Misericordia de Belgrano por donde pasaron Mónica Quinteiro, Mónica Mignone, María Marta Vásquez y María Esther Lorusso. Mónica Quinteiro era docente de filosofía. Muy querida por las alumnas. Mónica y Mercedes Mignone habían llegado a la escuela para insertarse en el secundario ya avanzado tras seis años en Estados Unidos donde Emilio se había desempeñado como funcionario de la OEA. La prima de Emilio era religiosa, la hermana Colombo, y formaba parte de la escuela. María Marta Vásquez entró en quinto año, luego de volver de Perú donde su padre había sido diplomático. En 1970, Mónica Quinteiro les propuso a las estudiantes un viaje en el mes de enero a la provincia de Chubut para realizar trabajo social y de evangelización como parte de Misiones Rurales Argentina. Mercedes todavía no sabe por qué, pero sólo viajaron ellas con Mónica y la tía Colombo. En 1971 repitieron el viaje.

 

Cushamen. 1971. La hermana Graciela es Mónica Quinteiro, está sentada de espaldas. Al lado Mónica Mignone, luego la hermana Colombo y con anteojos está María Marta.

 

En el sur conocieron a César Lugones, próxima pareja de María Marta, y a Horacio Pérez Weiss, más tarde casado con Beatriz Carbonell. Ellos integraban el Ateneo de la Juventud. En ese juicio se supo que tiempo después los y las jóvenes decidieron separarse de las organizaciones católicas, pero continuar en el sur de manera independiente. Que Mónica Quinteiro era amiga del padre Carlos Mugica. Que a pedido de una religiosa del colegio Euskal Echea llamada Bonne Soeur Luisa, comenzaron a brindar ayuda escolar y social en el espacio de la escuelita Belén del Bajo Flores. Y que con los jóvenes de la villa, integraron la Juventud Peronista y más tarde el Movimiento Villero Peronista.

La reconstrucción de los casos terminó antes de la asunción de Cambiemos. Y antes de que Cushamen volviera a explotar en el presente con Santiago Maldonado y la persecución a Facundo Joanes Huala. Sólo cuando pasó lo que pasó, Mercedes volvió a esos papeles, y a leerlos ahora en clave Cushamen.

Esto es Cushamen, escribieron.

Tal vez nadie crea que en la Argentina de 1971 —dice el volante— haya lugares así. Perdido en medio de la Patagonia, casi la ley del Far West.

A continuación escribieron un listado de nombres y de casos.

—Un lugar donde vive la familia Huallas: padre, madre y cuatro hijos; todos tuberculosos.

—Donde la familia Viviano obtiene como resultado de la esquila de todo el año, 3.200 pesos moneda nacional.

—Donde el promedio de ingresos anuales de una familia es de 17.000 pesos viejos.

—Donde la casa más cerca una de otra está aproximadamente a unos 5 kilómetros de distancia.

—Donde la señora Acuipir se vio obligada a repartir sus hijos en la vecindad, e ir a trabajar a una estancia vecina para subsistir.

—Donde las endemias son sarampión, sarna, tuberculosis, hidatosis.

Todo esto tiene nombre y lugar, escribieron. Colonia Cushamen: en el departamento de ese nombre en la provincia de Chubut junto al paralelo 42.

 

Después del verano del '71 empezaron a reunirse una vez por semana, los viernes, en un local del Ateneo de la Juventud, en la calle Riobamba, para preparar el viaje del año siguiente. Todos habían quedado impactados por la experiencia del sur. Mercedes dice todavía que era la primera vez que se habían encontrado cara a cara con la miseria en primera persona y esos niveles de explotación.

 

Mónica Mignone. 1972.

 

En el Museo oía Alfredo Ayala, uno de los sobrevivientes de la ESMA, obrero de las múltiples reformas del centro de exterminio, habitante de Villa Uruguay y parte del espacio villero perseguido y desguazado en dictadura. A Alfredo le dicen Mantecol. Llegó a la villa con su padre, que era un comisario echado de la policía de Corrientes porque era peronista. A los 16 años la villa se incendió. Cuando los vecinos fueron a reclamarle al intendente una serie de mejoras, el hombre les dijo que no iba a negociar con una asamblea, que eligieran a un representante. A Mantecol lo eligieron delegado de pasillo. Entre las primera actividades, los delegados organizaron un censo a 637 personas. Con el censo apareció el primer objetivo: resolver el problema del agua. Cuatro canillas abastecían a las siete manzanas, cuatro canillas alrededor de las cuales, dice Mantecol, pasaba la vida de la villa, con gente que hacía colas desde las cuatro de la mañana hasta las dos de la tarde para llevarse un balde de veinte litros de agua.

¿Y cuando llega la JP a la villa?, preguntó una noche. Era 26 de julio, dos años después. Mantecol llevaba dos años de delegado y la villa tenía una comisión de Agua. Dice que esa noche todas las luces del barrio se apagaron, que por el fondo vieron llegar una llamarada con la marcha peronista. ¿Y cuando llegan a este barrio que no los tenemos?, insistió. Y alguien les dijo lo mismo que antes: organicen ustedes. Y Mantecol cuenta en la ESMA, ahora, que entonces armaron la primera unidad básica de Villa Uruguay, que se llamó Evita de los Humildes.

 

Mantecol Ayala, en el Sotano. Museo Sitio de Memoria ESMA. Foto: Camilo Del Cerro.

 

Todavía no había llegado 1973. Ni el comienzo oficial del movimiento villero, según cuentan ahora en la Visita. Está Carlos Capelli, amigo de Carlos Mugica. Y Carmelo Sardinas Ulpu de la villa 31, que habla de la organización de los pasillos, de las juntas de delegados y la reunión con representantes de 375 villas organizadas en todo el país. Mercedes todavía tiene la carpeta en la mano y entonces saca otro papel. Ahora sí, de 1973.

Carta de Mónica a Amado Anzi, un cura que conoció en el sur, autor del Evangelio criollo. La carta es del 4 de noviembre.

¿Cómo andan los ánimos por Córdoba?, escribió Mónica.

¡Qué momento están pasando Obregón Cano y Atilio López! ¿Estuvo lindo el acto del 17?

Aquí en la Capital estamos trabajando bastante y espero que todos sigamos así.

La JP esta organizándose en todos los niveles pero lleva mucho tiempo y trabajo. En la villa estamos luchando por las reivindicaciones a través del movimiento villero (agrupación que nuclea a todas las villas) ahora a partir del Congreso de Santa Fe, es nacional el movimiento Villero. Del Congreso se sacaron importantes conclusiones. Estuvo muy lindo. Fue gente de Córdoba y otras provincias. En total 4000 personas. De Capital fuimos 1500 villeros. Nuestro objetivo son las empresas populares a través de las cooperativas, estas darán la organización y la participación de los villeros en el gobierno. Crean conciencia de comunidad y además las decisiones, la administración del dinero, etc., estarán en manos de los propios villeros.

Olvidé decir que las empresas populares (y cooperativas) son para la construcción de las viviendas en el lugar donde están. El dinero lo prestaría el gobierno y cada villero se haría su casa. El dinero se devuelve con trabajo voluntario. Este proyecto está en contra del que tiene López Rega. Este quiere contratar empresas privadas y nosotros no las queremos.

El domingo tenemos una gran peregrinación a Luján a pedirle a la Virgen por las empresas populares, pues hay muchas dificultades.

En cuanto al Sur, tengo un gran signo de pregunta. Como grupo iríamos tal vez con la campaña CREAR, que es una campaña de alfabetización y creación de Centros de cultura popular. Comienza el 1ro. de enero.

Mercedes encuentra a un viejo compañero de la facultad en el recorrido. Vino a verla. Se llama Pablo Grigera, es bioquímico, CONICET, y  hermano de Gustavo Grigera, médico del Hospital Italiano, secuestrado durante un demencial operativo del Grupo de Tareas.

-Cuando nos cruzamos en la facultad, me dijiste que a tu hermano lo habían matado inmediatamente, le dice ella. Y también me decías que al menos nosotros todavía teníamos esperanza porque Mónica seguía desaparecida.

Gustavo Grigera había tomado una pastilla de cianuro. Los diarios lo dieron por muerto. Y eso creyó la familia al comienzo. Pero los marinos lo salvaron para extender la tortura y lo mataron después. Pablo se acuerda ahora del momento en el que debieron presentarse en la morgue para reconocer el cuerpo. La misma morgue donde estuvo Santiago Maldonado.

La visita sigue. Y alguien llama a Mercedes. Que vuelve a abrir la carpeta para sacar otro pedazo de historia.

-Nunca habíamos tenido una experiencia así hasta ese momento, dice.

Cuenta que dormían en escuelas. Que en enero todavía funcionaban como escuelas. Que todas llegaban al Maitén. Y luego se repartían. Que a Mónica y a María Marta les tocó ir a una escuela del centro de Cushamen. Que a ella y a Mónica Quinteiro a El Hoyo de Epuyén. Que durante ese viaje conoció mejor a esa Mónica, que no la tenía como profesora, y que todavía la recuerda muy hábil andando a caballo. Tiene guardada un foto.

 

"Este es nuestro último día en Fofo Cahuel y quisiera hacer un resumen del mes, pero no puedo. Sólo se me ocurren palabras sueltas; cantos, guitarra, alpargatas, colchas, zancos, charlas, diapositivas, títeres, doroteo, gimnasia, caminatas, visitas, mate, noche, luna, estrellas, cielo, maestras, guindas, chicos, soledad, viento, frío, blancura, amigos, domingo, misa... Todas éstas y otras más se me pasan por la mente." Mónica Mignone. Cushamen, 1972.

 

Sebastián Premici publicó el libro Santiago Maldonado: un crimen de Estado. En esas páginas recupera las primeras crónicas de Osvaldo Bayer sobre Cushamen, publicadas en el primer número del periódico La Chispa de 1958.

“Es necesario cuanto antes tratar el drama de las tierras de Cushamen”, decía Bayer, sobre la historia de despojo vinculada a los Nahuelquir. “Hace cerca de cuarenta años que el Estado entregó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir un predio de 625 hectáreas en el lote 140 de la Colonia Cushamen, de acuerdo a la ley 1501 del 20 de octubre de 1899 que se refería a la adjudicación de lotes a la tribu Ñancuchi Nahuelquir en reserva especial de 200 lotes de 625 hectáreas cada una".

El 7 de enero de 1959, dice Premici, Bayer denunció a los empresarios que terminaron quedándose con sus tierras. Los dramas negros de Cushamen, puso en el título. Y contó:
“Con posterioridad llegó a la zona un ciudadano árabe de nombre Juan Sfeir quien solicitó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir le alquilara la casa en que este vivía, en el lote 140 de la colonia. El señor Sfeir nunca pagó un centavo a Rafael Nahuelquir, y además se negó a entregar la casa, que luego vendió con mejoras  a otro ciudadano árabe: Heikel El Khazen. Este caballero estableció un comercio y desde él comenzó el despojo de las familias aborígenes de la colonia".

1930. 1958. 1971. 2017. Hoy.

¿Qué es Cushamen?

—Cushamen sigue siendo un territorio de despojos donde viven líderes de distintas comunidades y conviven con sectores empresariales que desde la década del '30 les fueron robando su propios territorios. El caso de los empresarios libaneses Heiken el Khazen es un ejemplo. Pero hoy ahí hay por lo menos tres recuperaciones territoriales importantes. Vuelta del Río, Santa Rosa y La Pu Lof en Resistencia Cushamen que tratan de convivir en una tensa armonía. Los jóvenes de la Pu Lof son como un espejo para las otras recuperaciones: ese grupo de chicos y chicas de 15, 19 o 30 años, no se conforma con un pedazo de tierra, sino que están bregando por volver al mismo territorio donde vivieron sus ancestros.

Cushamen es una mezcla de todo eso, sigue Sebastian. Mezcla de tensiones con mapuches que trabajan para Benetton, y muchos no se reconocen mapuches. Y donde existe también un proceso que llaman de auto-reconocimiento. Y entre ellos está Martiniano Jones Huala, el tío de Facundo, la persona que debía haber asumido la conducción de la comunidad, pero no lo hizo porque también comenzó recientemente ese proceso de auto-reconocimiento.

Un territorio en disputa dentro de un territorio en disputa mayor como la Patagonia, dice al final. Y pregunta:

—¿Vos viste el primer nombre que aparece en la lista del folleto que me pasaste?

Acá va de nuevo. Y el texto dice:

—Un lugar donde vive la familia Huallas: padre, madre y cuatro hijos; todos tuberculosos.

 

 

Huallas probablemente sea Huala, en un texto con otros nombres errados. Ahora le habla Martiniano a Sebastian y así su voz llega a El Cohete a la Luna. En Cushamen centro todavía vive una señora que se llama Viviano. Y la señora Acuipir obligada a repartir sus hijos, en realidad es probable que no se llame así sino Acuipil, un apellido de Cushamen. Es decir, los tres nombres del escrito de Mercedes son habitantes de la zona vinculados por cercanía a Jones Huala en una historia que se vuelve circular.

Me dan ganas de viajar a Cushamen, dice Mercedes cuando escucha a Martiniano.

 

 

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