Educación y memoria

¿A nadie le importa el pasado?

 

En un reciente artículo, publicado por El Cohete a la Luna, titulado “Más vale educar que castigar”, firmado por el juez federal Daniel Rafecas, el autor explica que “la construcción previa de un enemigo”, a través de la proliferación y difusión de los discursos de odio, es una condición necesaria para la consumación posterior de un genocidio.

En dicho contexto, que compartimos, ha llamado nuestra atención que en el espacio de La Libertad Avanza sea numerosa la cantidad de jóvenes que participan y apoyan a Milei, a pesar de sus argumentaciones públicas, en relación con la historia argentina reciente, en particular con lo sucedido durante la última dictadura cívico-militar entre los años 1976 y 1983.

El candidato de La Libertad Avanza, así como quien lo acompaña, la aspirante a Vicepresidenta, Victoria Villarruel, no solo descalifican abiertamente las políticas sobre derechos humanos en la Argentina, sino que niegan de plano la acción genocida que protagonizó el Estado-militar-terrorista, hecho que nos permite afirmar que hubo terrorismo de Estado en la Argentina y que se cometieron crímenes de lesa humanidad.

Con la fusión de La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio, dicha concepción negacionista acerca de lo ocurrido en el país se ve fortalecida, dada la convivencia en ambos espacios de viejos “legatarios” de cuanta dictadura cívico-militar hubo en nuestro país, sometido a dictaduras del mismo origen desde 1930 hasta 1983. La excepción fueron los gobiernos de Juan Domingo Perón entre 1945 y 1955 y el período 1973/76, con los gobiernos de Héctor J. Cámpora y J.D. Perón.

Lo cierto, es que, durante 40 años del siglo pasado, nuestra sociedad vivió en marcos de autoritarismo civil y militar. Durante estos, un enemigo se convirtió en el principal destinatario de los discursos de odio: el peronismo. Esto no ha cambiado, como puede verse en las expresiones de Javier Milei y/o M. Macri, aunque, al referirse a este, se lo llame “comunista” o “kirchnerista”.

Milei y su socia política no solo reflotan la teoría de los dos demonios, sino que aspiran a la marcha atrás de las condenas y procesos penales de los condenados y/o los que se encuentran procesados, o por serlo. Fue el ex Presidente M. Macri quien argumentó, en una oportunidad, aquello “del curro de los derechos humanos”.

Parecería ser la Argentina una nación donde se puede volver del pasado, como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiera historia, ni memoria, o peor aún, como si estas no le importaran a nadie, o por lo menos a buena parte de la sociedad, que vota las distintas versiones negacionistas del neoliberalismo criollo.

Asimismo, cómo es posible que tantas personas continúen confiando en las recetas de un Estado postrado al servicio del libre mercado, repetidas veces aplicadas y causantes de largos períodos de recesión, hiperinflaciones, hambre, falta de trabajo, dolor y de la gravísima crisis política, económica y social de 2001, que ocasionó la muerte de 39 personas.

Los hechos se repiten en la Argentina, de la mano visible de nuevos actores que representan al poder económico concentrado y la prensa hegemónica, con sus ya conocidas recetas acompañadas por expresiones de odio, resentimiento y revanchismo, que reaparecen con la pretensión de recrear, de reescribir la historia.

Frente a este intento de restauración del autoritarismo y de esta visión “reparadora” de la peor de las dictaduras que asolaron a la Argentina y terminaron con la desaparición y muerte de 30.000 ciudadanos, nos permitimos advertir sobre un tema que consideramos pertinente y que tiene que ver en general, con la formación de los ciudadanos durante su tránsito por la escuela secundaria, con la enseñanza de la historia y las ciencias sociales en dicho nivel de la educación.

Anima nuestra preocupación el hecho de saber que no solamente en la escuela se educan las personas, sino que el poder de los medios de comunicación y las redes frecuentadas por los más jóvenes hacen lo suyo, lo que agrava el problema.

Sin embargo ocurre, como ya ha sucedido desde los principios de nuestra nación, que se pretende falsear la historia escolar, una vez más. La conquista y colonización de las subjetividades de los jóvenes y adultos, aprovechando su paso por la escuela, ha sido una constante de la historia argentina. Porque la penetración ideológica que pudo lograr la escuela durante el siglo XX es muy difícil de igualar.

Creemos que la formación de una versión crítica del pensamiento, en la escuela secundaria, es todavía una vieja deuda con la comunidad. La causa principal es la inevitable tendencia a la construcción de distintos tipos de relato y la escasa posibilidad, puesta en evidencia, de integrar los conocimientos, de enseñar a pensar, de conocer, elaborar, saber, pensar, comparar, criticar, pensar y elegir.

Frente a dichos antecedentes, hemos puesto el acento en la Historia y las Ciencias Sociales porque creemos que estas no se están enseñando bien a lxs adolescentxs y que esto adquiere particular importancia para el caso de la historia argentina, ya que su impacto para el desarrollo de la democracia es de suma importancia.

Cuesta considerar que la materia Historia, en las escuelas secundarias, se encuentre todavía aislada y totalmente desarticulada del resto de las disciplinas, en particular de las que integran el campo disciplinar de las ciencias sociales. No existe ninguna vinculación, por ejemplo, entre Historia, Geografía, Filosofía, Pedagogía, etc. Historia continúa siendo un cronograma fáctico o un relato que poco enseña y que poco y nada aporta a la conservación de la Memoria.

Estamos proponiendo una historia que pueda ser comprendida como proceso, sin determinismos que la condicionen, que no se convierta en un campo abstemio del conocimiento, que se vincule comprometidamente con los procesos políticos, económicos y sociales, sobre los que cabalgan los proyectos colectivos, con el debido registro de memoria, a modo de evitar que los mismos cataclismos políticos se reiteren en el tiempo, y que los hechos que han contribuido con la mejora de la nación y la sociedad sean recordados, como antecedentes, a la hora de tener que decidir.

La vida de nuestrxs jóvenxs, la de sus familias, amigos, es también historia, para la que rigen los mismos cánones que para la historia que enseñamos en la escuela. Justamente allí no está funcionando la educación, a la hora de sostener un discurso sustentable frente o con los medios de comunicación. Los hechos, las decisiones que toman una buena parte de los jóvenes con el secundario cumplido están demostrando que una gran parte de ellxs no tendrían una clara respuesta frente a la redención de las dictaduras cívico-militares y de las propuestas de libre mercado.

Para el neoliberalismo resulta un lugar común la desafección de la historia, la mutilación de cualquier nexo entre presente y pasado. Dicha perspectiva cientificista, objetiva y metódica, heredera de la modernidad, es cuestionada, aunque no parece estar quedando clara, a la hora de la formación de los docentes.

Podríamos pensar, a la hora de formar a nuestros profesorxs, en apuntar más a la formación de profesorxs de Ciencias Sociales, a modo de integrar el conocimiento histórico con el que aportan el resto de las ciencias sociales. El efecto hará que lxs jóvenxs comprendan mejor la disciplina que si continuamos enseñando una historia solitaria, dictada como un cuento, que, en primer lugar, no interesa, y en segundo lugar se olvida rápidamente.

La historia escolar continúa siendo una historia de dependencias. El otorgamiento de saber único y original que atribuimos al llamado pensamiento occidental limita absolutamente las posibilidades de formar en un pensamiento emancipador, que aborde claramente el dilema entre libertad y liberación. Entre una modernidad iluminadora, pero que a la vez ha tenido desde Europa y con la expansión colonial capitalista efectos devastadores para los territorios conquistados, colonizados, saqueados y esclavizados.

Para la educación neoliberal, las salidas individuales y el esfuerzo de cada uno serán las llaves del éxito, donde el mercado será el que ordena para un sálvese quien pueda, regido, según la autoridad del mérito, solo atribuible a los “mejores”, aunque surgidos de la aplicación de un darwinismo social sin restricciones, y de subjetividades en permanente proceso de colonización.

Está claro que la memoria no resiste en dichos términos de salidas estrictamente individuales. No se puede perder la memoria, como pareciera que ocurre en la Argentina. Aquella debe ser garantizada por la escuela, que, dada su potencialidad y la de sus docentes, puede seguir dando batalla en temas como los beneficios de un Estado presente o en el de fortalecer la formación de sus jóvenes alumnxs en el rechazo a los fundamentalismos y autoritarismos o en las ventajas de la vida en democracia.

Razón demás para replantear, fortalecer y profundizar la formación de nuestrxs docentes y la enseñanza de una historia integrada con el resto de las ciencias sociales, desde una nueva concepción que cambie los fundamentos clásicos euro-centrados, por otros más cercanos, nacional y regionalmente, que permitan redescubrir y aprender los saberes que han invisibilizado permanentemente los conquistadores. Podría constituir un modo democrático de presentarnos ante el mundo y de fortalecer la permanencia y el enriquecimiento de la memoria.

 

 

* Raúl Moroni es profesor, supervisor, ex director de Educación Media y Técnica de la Ciudad de Buenos Aires. Es integrante del Grupo de Apoyo Técnico Pedagógico a la Escuela Media, en UTE.CTRA.

 

 

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