El Jordán de la sangre

Milei retoma la lucha entre el Bien y el Mal para defender los intereses de la minoría más favorecida

 

En una columna publicada en febrero del 2003, Horacio Verbitsky escribió: “El 23 de septiembre de 1975 el pro-vicario general castrense, Victorio Bonamín, predicó que veía a los militares golpistas ‘purificados en el Jordán de la sangre para poder ponerse al frente de todo el país’. Tres meses después, el 29 de diciembre, el vicario general castrense, Adolfo Servando Tortolo, profetizó a un auditorio de hombres de negocios que se avecinaba un proceso de purificación y describió un grandioso duelo entre el Bien y el Mal”.

La cruel referencia bíblica de Bonamín buscaba atenuar los eventuales dilemas morales de quienes, seis meses más tarde, serían el instrumento del plan de negocios que representó la última dictadura cívico-militar. Los secuestros, las desapariciones, las vejaciones, las torturas, los asesinatos sumarios e incluso el robo de bebés –es decir, el terror institucional– no fueron un fin en sí mismo, sino que constituyeron las herramientas necesarias para disciplinar a la sociedad y lograr, en un lapso de tiempo acotado, una de las transformaciones más feroces y perdurables de nuestra historia. La lucha imaginaria entre el Bien y el Mal preconizada por Servando Tortolo fue el relato con el que aún hoy algunos entusiastas de la dictadura definen lo que en realidad fue un robo a gran escala, a través de una colosal transferencia de recursos de abajo hacia arriba.

“El Jordán de la sangre” es lo contrario a la política, entendida como el instrumento necesario para mejorar la vida de las mayorías, a través de negociaciones y acuerdos aceptados por esa misma mayoría. Parte de un diagnóstico definitivo: se ha llegado a una instancia tal que ya nada es salvable y solo el exterminio de algunos puede salvar a todos.

Hace un año, entrevistado por Diego Sehinkman, Javier Milei afirmó querer que “estalle la economía y que se lleve puesta a toda la casta política repugnante y asquerosa”.

 

 

Cuando el periodista le explicó que las víctimas de un estallido serían muchas más que la odiada casta política, Milei insistió en su deseo apocalíptico, con el argumento de que es mejor que estalle todo a que solo siga “padeciendo” el sector privado. Otro diagnóstico delirante que la realidad refuta: mientras que los salarios perdieron hasta un 37% de poder adquisitivo a partir del gobierno de Mauricio Macri, los balances de las grandes empresas arrojaron resultados positivos.

Milei retoma el relato de la lucha entre el Bien y el Mal para defender los intereses de la minoría más favorecida, es decir el sector financiero transnacional. El acuerdo con Mauricio Macri y una parte del PRO es coherente con dichos intereses. Más allá de las extravagancias del líder de La Libertad Avanza y sus exabruptos crónicos, que los medios amigos no logran impedir, los diagnósticos políticos de los nuevos aliados son similares. Al afirmar que la Argentina debe terminar con los subsidios al transporte y a los servicios (y en la versión Milei se agregan la educación y salud), lo que la nueva sociedad electoral propone es continuar el ajustes obre los salarios iniciado en diciembre del 2015, ya que, como señala Julia Strada, diputada electa de Unión x Patria y directora del Centro de Economía Política (CEPA), los subsidios representan un salario indirecto. Eliminarlos y compensar esa merma de ingresos indirectos con la reducción de impuestos, tal como repiten los economistas de La Libertad Avanza, es ilusorio: la clase media y baja reciben por esos subsidios mucho más de lo que pagan por impuestos.

En efecto, según Strada, la suma del salario indirecto, es decir, de los diferentes subsidios al transporte, tarifas, educación pública, medicamentos del PAMI y salud pública, asciende a $1.030.109 al mes para una familia de clase media baja (“Tipo 2 - Clase Media Frágil”). Eso equivale a 181% sobre el gasto mensual familiar teniendo en cuenta que la canasta básica es de $568.012. No existe impuesto cuya eliminación pueda compensar la pérdida de ese ingreso.

 

 

No debe extrañarnos que Victoria Villarruel, candidata a Vicepresidenta por La Libertad Avanza, reivindique la última dictadura y busque liberar a los condenados por crímenes de lesa humanidad. Se trata de devolver la libertad a quienes hicieron posible el plan de negocios que hoy la dupla Macri-Milei busca imponer nuevamente. No sólo es una reivindicación del pasado, sino que representa una señal poderosa hacia el futuro, que los nuevos socios políticos, incluyendo a Patricia Bullrich, la ex Ministra Pum Pum, consideran que será pletórico de conflictos sociales.

El mesianismo, la lucha contra la casta –un colectivo de bordes tan laxos que puede incluir a un representante sindical del gremio docente pero a la vez excluir tanto a Alberto Benegas Lynch como a Eduardo Eurnekian o al propio Macri–, el relato lunático sobre perros muertos que se comunican desde el más allá o la propensión a considerar enemigos a los adversarios políticos, son los disfraces que ocultan la verdadera agenda: el disciplinamiento social para permitir una nueva y colosal transferencia de abajo hacia arriba. Es el Jordán de la sangre adaptado a los tiempos actuales de medios furiosos, campañas de odio y redes sociales desbocadas.

Estamos a tiempo de rechazarla.

 

 

 

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