Hablemos de dinero

Propuestas para acabar con la fuga y la especulación y apoyar la producción y el consumo

 

El dinero nace de la necesidad de expresar y medir en un denominador común el valor de distintas mercancías (entre las cuales se considera al trabajo). "Precio" es el valor de una mercancía expresado en dinero. Gracias a la existencia del dinero, el productor del bien o servicio sabe que el fruto de su trabajo es valor.

La principal función del dinero es la de ser el nexo entre los distintos agentes que conforman el circuito económico de producción, distribución, comercio y consumo, de manera tal que crezca en espiral retroalimentándose, con lo que mejora el ingreso de la población.

Pero en nuestro país, y esencialmente cuando la restricción externa es mayor y por ende es menor el ingreso de divisas presente y futuro, empleamos nuestra moneda para la compra y venta de mercancías, pero usamos el dólar como reserva de valor (como ahorro) y para la compra de propiedades y bienes de mayor precio. Esa dicotomía provoca un deterioro permanente de la demanda de nuestra moneda. Si a ello le sumamos la necesidad de emitir dinero para financiar el déficit fiscal, se termina convalidando un aumento generalizado de los precios que a su vez erosiona el valor de la divisa en el mercado local, con la presión de que se ajusten ambos valores en una nueva devaluación, entrando en un circuito de devaluación-inflación que puede incluso retroalimentarse y terminar en fuerte devaluación y por ende alta inflación.

Esto sucede porque el tipo de cambio real es una relación entre los precios internos expresados en dólares y los precios internacionales. Si nuestros precios crecen más que los del exterior, tarde o temprano deben equilibrarse, de allí que cuando uno pondera el fuerte crecimiento de las importaciones debido al mayor nivel de actividad, como ocurre con la energía, la tecnología, y los insumos que no producimos o no lo hacemos en la calidad y cantidad suficiente, se atrasa el tipo de cambio. Además las importaciones innecesarias compiten deslealmente con la producción nacional, crece el gasto en turismo externo, y toda una gama de erogaciones que aprovechan el atraso cambiario.

Una parte del fuerte superávit comercial acumulado desde 2003 hasta 2012, de 128.100 millones de dólares corrientes, se empleó en pagar deuda externa. Otra parte se invirtió en el país, pero la fuga de capitales fue inmensa. Basta solamente con conocer la infidencia de dos empleados de bancos extranjeros que operan en nuestro país:

  • Uno del banco HSBC, el ingeniero Hervé Falciani, que trabajó en la sucursal del holding financiero asiático-inglés en Ginebra, Suiza, quien extrajo la información referida a 130.000 clientes de la sucursal helvética, entre 2006 y 2008. Entre ellos había 3.900 cuentas bancarias abiertas por individuos y sociedades argentinas que no fueron declaradas al fisco argentino (fuga de capitales con nombre y apellido).
  • Otro, un ex ejecutivo de cuentas del JP Morgan para Argentina, Hernán Arbizu, quien en su declaración ante la Justicia estimó que, entre los diez bancos con mayor actividad en materia de colocación de depósitos de argentinos en el exterior no declarados al fisco, se acumulaban en 2010 unos 85.000 millones de dólares en negro. En ese listado, Arbizu señalaba que en sólo cuatro de ellos se concentraba el 65 por ciento del monto fugado (55.000 millones de dólares). Entre esos cuatro, el HSBC aparecía en un tercer lugar con una cartera estimada en unos 10.000 millones de dólares.

Por supuesto la fuga de capitales se profundizó y expandió con el gobierno de Cambiemos, que levantó todas las limitaciones a la compra de divisas y su giro al exterior, de manera tal que, según el BCRA, desde el 1° de enero de 2016 al 31 de octubre de 2019 la formación de activos externos (FAE) de residentes argentinos en el exterior fue de 84.200 millones de dólares.

En el final de la gestión de Macri pusieron un límite primero de 10.000 dólares por persona y por mes, y de 100 dólares o 200 por home banking tras la derrota en las elecciones nacionales del 27 de octubre de 2019.

Haber dejado actuar libremente a las entidades financieras y cambiarias reprodujo el clásico de “pesos contra dólar”, de manera tal que las tasas que las entidades financieras les pagaban a sus clientes para que se quedaran en pesos fueron cada vez mayores y, aún así, no se frenaba la compra de divisas.

Si observamos el cuadro de grandes números del BCRA, apreciamos que las Reservas Internacionales descienden desde las PASO en 22.771 millones y en cambio la Base Monetaria que es el dinero creado y puesto en circulación por el BCRA se expande en $ 298.685 millones por un lado, pero por el otro se pierden depósitos en dólares en las entidades financieras del sistema por 14.469 millones de dólares, corroborando la “fuga”, También descienden las LELIQs, que funcionan como encaje remunerado (por $ 710.235 millones al 21 de noviembre de 2019).

 

 

Fecha
Reservas Internacionales
Depósitos en U$s
LELIQ
Base Monetaria
9/8/2019
66.309
35.243
1.288.868
1.344.759
21/11/2019
43.538
20.774
773.419
1.643.444
Diferencia
-22.771
-14.469
-515.449
298.685
En millones de pesos o de dólares según corresponda. Fuente: BCRA.

 

 

Lo que decimos con esto es que las reservas internacionales del BCRA son exclusiva y totalmente deuda externa contraída por el Tesoro de la Nación, que le vendió esa deuda al tipo de cambio oficial al BCRA (conformando sus reservas internacionales) para cubrir sus gastos en pesos (los contratistas, jubilados y pensionados, prestadores de servicios y trabajadores públicos cobran en pesos). Sin embargo, de esa deuda el BCRA vendió irresponsablemente a quienes sacaron esos dólares del circuito productivo argentino la suma de 22.771 millones de dólares tras las PASO, suma que es similar a los compromisos por deuda en divisas para los primeros seis meses del nuevo gobierno.

Paralelamente el BCRA pagó tasas siderales en LELIQs que rondaron el 70% anual en este año 2019, para que las entidades a su vez participaran de esa renta financiera a sus clientes, generando un circuito perverso que debieron pagar los tomadores de créditos con el único fin de frenar la depreciación de nuestra moneda, que tampoco consiguieron, dado que era de $ 20,20 la unidad de moneda de los EE.UU. el 25 de abril de 2018 cuando la autoridad monetaria vendió ese solo día más de 1.200 millones de dólares y se triplicó en su precio a noviembre de 2019.

 

 

Una nueva política monetaria y cambiaria

Se debe continuar con un férreo control cambiario e imponer un impuesto a la compra de divisas para ahorro, como hace Italia, que cobra una tasa del 19% por esa operación. De esa manera se da un primer paso para no repetir la puja entre tasa de interés y dólar en beneficio del capital financiero y perjudicando al sistema económico productivo y distributivo.

Todos los países que crecen en el mundo tienen tasas de interés bajas en su moneda y tipo de cambio alto. Tras la impericia del gobierno de Cambiemos el tipo de cambio es alto, medido como se lo quiera medir, incluso con los criterios de la convertibilidad. Si dividimos la Base Monetaria ($ 1.643.444 millones) por las reservas internacionales del BCRA (U$S 43.358 millones) da un tipo de cambio promedio de $ 38, por lo que si se persevera con el control cambiario, se está en condiciones de reducir drásticamente la tasa de interés y a la vez, generar créditos a plazos para que el aparato productivo en general y las pymes en particular puedan recomponer su capital de trabajo.

Lo demostró este mismo gobierno cuando impuso el severo control cambiario el lunes 28 de octubre de 2019 y observamos a un mes vista que el precio del dólar se detuvo (por fin) y las tasas de interés descienden. No descienden más porque los ahorristas temen un plan que inmovilice las imposiciones, con lo que de reducirse más la tasa ven que el riesgo es mayor que lo que pueden percibir de interés.

Varias propuestas profundizarían ese rumbo:

  • Una moneda no convertible. Dados los serios problemas de liquidez generados por el gobierno de Cambiemos (falta plata para comprar bienes y servicios), y la necesidad de asistir a la población, se necesita contar con una moneda no convertible. No serviría para comprar pesos ni divisas u otros valores convertibles (joyas, oro, etc.) ni títulos públicos, acciones, cheques o cualquier otro instrumento bancario sujeto a interés. Sólo se podrían comprar y vender con ella bienes y servicios en el mercado interno y pagar los impuestos, por lo que serviría exclusivamente como moneda transaccional en la Argentina. A medida que el Estado nacional fuera percibiendo los pagos con esa moneda no convertible, rescataría esos billetes, reemplazándolos por pesos, de esa manera se crearía un medio de pago genuino y no atado al dólar
  • Una tarjeta denominada DIGNA, pensada por un equipo de profesionales cuyo coordinador es el columnista de El Cohete Carlos Cleri, en que los beneficiarios de la AUH y los jubilados y pensionados que cobran la jubilación mínima o en torno a ella, recibirían un refuerzo monetario mensual que solo podrían utilizar para consumir un conjunto predefinido de alimentos y medicamentos en una red específica de establecimientos, comercios y mercados. Esto sería posible porque el sistema funcionaría 100% de forma digital, pudiendo realizarse los pagos solamente a través de una tarjeta o de una aplicación móvil, la cual no autoriza una operación que incluya productos que no formen parte de la listan que compone el programa. El sistema funcionaría por fuera del circuito bancario. Para ello se debe crear una Blockchain (tecnología de vanguardia en términos de registro y transferencia de información) de propósito específico administrada por el Estado nacional.
  • El uso de un cheque cancelatorio. Lo creó la Ley 25.345 para comprar propiedades (inmuebles, terrenos, etc.), pero debe ser transformado para que su uso sea exclusivamente en pesos. Se debe contar con dinero local y si se poseen divisas, hay que depositarlas en el banco, que libra el cheque cancelatorio. Contra ese cheque, el BCRA entregaría dinero local al tipo de cambio oficial.
  • Recrear un Banco de Desarrollo, similar al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil que fomenta la expansión de la industria y la infraestructura del país, apoya a la exportación, la innovación tecnológica, el desarrollo socio ambiental sostenible y el apuntalamiento de la obra pública.

Existe una amplia gama de instrumentos para generar créditos y liquidez al sistema económico argentino, para lo que principalmente se debe terminar con la lógicas rentista de las leyes 21.526 de reforma financiera de 1977, y 24.144 de Carta Orgánica del BCRA de Domingo Cavallo, que deben ser modificadas para propiciar el crédito a la producción y al trabajo, para que el crédito vuelva a ser un bien público, tanto porque se nutre con la agregación del ahorro de los ciudadanos como porque su uso repercute en la economía de toda la población. No podría emplearse, en cambio, para comprar divisas o para la especulación financiera ni se prestaría a cuentagotas al sistema productivo, a tasas confiscatorias del capital del solicitante.

Basta ver que antes de la reforma financiera de 1977 el crédito al sector privado, no solamente era mucho mejor distribuido, abasteciendo a diferentes sectores y regiones del país, sino que representaba el 45 % del PIB. Al día 21 de noviembre de 2019 representa el 7,6% del PIB, y solo es negocio para los grandes bancos a los que les confiere un poder excepcional sobre la mayoría del país.

Se trata de que el dinero cumpla su rol de nexo y permita la realización de todas las operaciones propias de su función, ser un denominador común de todos los bienes y servicios y que tenga valor en sí mismo, valor que le confiere el Estado y que nace de una economía pujante en crecimiento y distribuyendo equitativamente los ingresos, como supimos tener, por ejemplo, en los gobiernos de Perón y de Illia.

 

 

 

 

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