LAS BRUJAS DEL ARA

Avanza en Mar del Plata la causa por el espionaje a familiares del ARA San Juan

 

Poco tiempo después de la desaparición del ARA San Juan la señora M., esposa de uno de los tripulantes, grabó un video en contra de Mauricio Macri y lo publicó en su Facebook.  Allí expresaba el tenor del reclamo familiar: un repudio colectivo a un presidente que jugaba a las escondidas y poco hacía para encontrar el submarino. Cuando la señora M. hizo público su mensaje no imaginó que empezaba a ser fichada por agentes de inteligencia a sueldo del Estado que usaron con ella un procedimiento tan antiguo como la historia del servicio: ir de lo público a lo privado.

A la Base Naval de Mar del Plata las autoridades hacían pasar brujos, mentalistas y adivinos. Eran personas que se habían ofrecido voluntariamente a ayudar a los familiares y que luego llamaron la curiosidad de los marinos, algo que cualquier estudioso de la fuerza habría puesto bajo sospecha. En la incertidumbre del paradero de la nave los hechizos parecían una alternativa. Pero en realidad se trataba de un camuflaje: los brujos, mentalistas y adivinos eran, en su mayoría, dobles agentes.

Así consiguieron filtrarse entre los familiares, no sin antes investigar sus posteos en redes sociales y sus movimientos públicos. Una de ellas, supuesta mentalista ciega, se hizo amiga de la señora M., se ganó su confianza rápidamente y comenzó a escribirle mensajes privados apoyando el reclamo.

A los meses la mentalista empezó a cambiar el tono: “Ustedes tienen que aceptar la empresa que propone el gobierno para la búsqueda”, “No impugnen nada”, “Contame cómo va el tema de la contratación”, “Decime cómo viene la próxima marcha”.

Ante la insistencia la señora M. se incomodó. Consultó con su abogada, dejó de responderle y días después comprobó que la supuesta mentalista había desaparecido del Facebook. Pondría en duda, además, si se había tratado de una mujer ciega.

La señora M. es una testigo clave para la fiscalía federal que lidera Daniel Adler en Mar del Plata, que sigue avanzando con las testimoniales. La trama forma parte del  espionaje ilegal a las mujeres del ARA San Juan, que este medio continúa publicando en exclusiva al fragor de la pesquisa judicial.

“Ellas no se quieren hacer ver públicamente, todavía tienen miedo”, dice la abogada querellante Valeria Carreras sobre cómo afecta a las viudas de los tripulantes fallecidos el reconocerse en las fichas de inteligencia de la Agencia Federal de Investigación (AFI) macrista.

La hipótesis de una posible connivencia ilegal articulada con inteligencia de la Armada, con escenas como la de los brujos, se convirtió en una prioridad para la investigación: no casualmente el fiscal Adler se encuentra analizando el cruzamiento de datos y un relevamiento de pruebas con la causa sobre el hundimiento de la nave que se tramita aparte en Comodoro Rivadavia.

Desde allí sorpresivamente llegó en las últimas horas una noticia que podría cambiar el curso de la pesquisa: el fiscal general ante la Cámara de Comodoro Rivadavia, Norberto Bellver, pidió la imputación y la indagatoria de Mauricio Macri, del ex ministro de Defensa Oscar Aguad y del ex jefe de la Armada Marcelo Srur.

“Es una gran noticia para las querellas porque habíamos solicitado esa medida hace tiempo –dice la abogada a El Cohete a la Luna–. Nuestra máxima ambición es también imputarlos por el espionaje ilegal ya que hubo una notoria puesta en práctica de la cadena de mandos para efectivizar la inteligencia y sacar información para fines políticos”.

Fuentes de la investigación ponderaron como “prioritario” el expediente por el espionaje en el fuero federal. A las testimoniales le agregaron pruebas de los tres discos que se hallaron de la AFI y que originaron la denuncia de la interventora Cristina Caamaño en septiembre. Fue justamente Caamaño quien esta semana declaró en la Bicameral de Fiscalización de Organismos y Actividades de Inteligencia, que investiga el espionaje de forma autónoma al expediente judicial.

Quienes la escucharon en el Congreso tomaron nota de un dato relevante: Caamaño dijo que el material el Libro de Actas de la AFI lo había mandado a la fiscalía de Lomas de Zamora en el mes de julio y no en septiembre, para "correr a los fiscales de toda responsabilidad”. Y que la filtración saltó 72 días después, cuando Gustavo Arribas y Silvia Majdalani tuvieron acceso a la denuncia por su derecho a defensa.

Lo cierto es que el voluminoso expediente de Mar del Plata concentra el accionar no sólo de los agentes de la AFI y de la Armada alrededor de la base de Mar del Plata sino también los movimientos de los marinos en Caleta Olivia. Aunque hasta el momento el espionaje ilegal se comprobó únicamente en la ciudad balnearia bonaerense, los investigadores pusieron la lupa en las pericias sobre los teléfonos, en los desplazamientos de los autos oficiales y no oficiales –a los cuales están identificando tras una denuncia por amenazas de la abogada Carreras– y en cómo eran los operativos cuando los familiares realizaban algún acto público.

“Estamos armando el rompecabezas. Pieza por pieza, porque es un entramado complejo. Vamos bastante rápido, con la idea de avanzar en la escucha de todas las personas que presuntamente fueron espiadas o perseguidas, que por ahora son casi diez en total”, dijo a este medio una alta fuente judicial.

Para ello consideró que el testimonio de la señora M. es la punta del ovillo. En febrero del 2018 los familiares viajaron desde Mar del Plata hacia Buenos Aires para encontrarse con Mauricio Macri. El traslado fue en un micro de la Armada y luego los llevaron a comer al emblemático Edificio Libertad. De allí finalmente a Casa Rosada.

Esta semana la señora M. dio precisiones. “Primero llegamos y nos dejaron sacar fotos. Luego dejamos los celulares en una cajita fuera del salón. Éramos muchos. Macri tenía a su lado a Aguad y al jefe del estado mayor de la Armada, José Luis Villán. Depende que le preguntáramos él les daba la palabra a ellos. Macri tenía una carpeta. Y antes de pedirle que ofreciera recompensa para encontrar el submarino sacó un papel y dijo: 'Acá tengo el decreto de la recompensa'".

¿Cómo sabía el ex presidente que iban a solicitarle recompensa? Porque los agentes se lo habían anticipado en un informe elaborado a partir de escuchas a los familiares.

Existe otro documento de la AFI que está en la denuncia de Caamaño y que anticipa la reunión: “Concurrirán a ver al Señor Presidente de la Nación, ingeniero Mauricio Macri, familiares directos de tripulantes del ARA San Juan”. Y luego, sobre la señora M, un informe incisivo: “Quiere saber quién firmó la orden de salida del submarino y pedirá que busquen a los tripulantes”.

–Le pedíamos, le rogábamos que encuentren al submarino. Y Macri sólo nos miró y dijo: “Yo no soy mago” –concluyó la señora M. en fiscalía.

A su declaración se sumó la de la señora P., pariente de otro tripulante fallecido. A ella también la tenían marcada: “Pedirá que el Estado no las abandone y exigirá que contraten a alguien que los busque”, reza un informe de inteligencia. De otra viuda, la señora I., se anticipa que “preguntará que digan todo lo que saben o si ocultan algo”. Ambos informes están concentrados en aquella visita a Macri durante febrero de 2018.

La señora P. recordó aquel hecho y aportó una nueva prueba. “Sentí un feo presentimiento y no viajé a Buenos Aires a ver a Macri. Tenía miedo”, dijo ahora en sede judicial. A esa altura y porque los celulares de los familiares presentaban fallas inusuales sospechó que se los estarían pinchando y por eso no llamó por teléfono a nadie. Tampoco avisó a la Base Naval de Mar del Plata, que era la encargada de inspeccionar a los parientes que viajarían a Casa Rosada. Por tal motivo es que no quedó ningún registro sobre la razón de su decisión.

“Cuando escucho a las mujeres pasar del llanto por la pérdida de sus seres amados a sus compromisos con las marchas de cada 15 de mes o con su guardia dentro de la Base Naval, siento orgullo”, dice la abogada Carreras.

Algo ha quedado en evidencia en el espionaje ilegal a los familiares del ARA San Juan y aquella intuición de la señora P. lo comprobó de modo notable: cuando los familiares esquivaban las formas esperables de comunicación, los delatores no podían obtener información. Algo que sin embargo no fue la regla sino la excepción.

 

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