SATÉLITES ÉLITES

Valor agregado-especialización agropecuaria-industria: un malentendido interesado

 

En Mar del Plata, el lunes 4 de febrero Alternativa Federal (a Cristina) hizo su acto iniciático para las presidenciales. Los discursos y declaraciones de sus principales dirigentes con relación al trazo del rumbo estratégico que necesita como puntos de referencia la salida de la crisis no dejaron lugar común sin visitar. Hay algo más que palabras de ocasión que se escabullen al instante entre las olas y el viento, sin otra consecuencia práctica que la eventual decepción recurrente experimentada a la hora del balance entre lo dicho y lo hecho. En principio, debe considerarse que esos lugares comunes resultan atractivos e incluso gozan de cierto consenso entre dirigentes y dirigidos de buena cantidad del espectro político.

Al examinarlos con más detenimiento esos lugares comunes dan cuenta de, por ejemplo, por qué Alternativa Federal (AF) porfía alrededor del objetivo de ahondar y consolidar la capacidad represiva del Estado. Es una consecuencia lógica de la hibridez y limitación, cuando no error, que expresan esos conceptos, pero además denotan el discurso necesario que impulsa la circulación de la élite, tal como la concibiera Vilfredo Pareto. Algo así como hoy por ti, mañana por mí dentro del orden establecido, para no inquietarlo en lo más mínimo. Los palos son para contener la reacción, si la hubiere, de las mayorías afectadas. Pura coherencia.

De los susodichos, lo de exportar con más valor agregado y lo que vale un kilo de auto o satélite en comparación a uno de pescado o harina, siempre con relación al valor agregado, son dos que hacen escuela. Respecto del primero, el argumento hipotético comienza a correr señalando que si se exporta una tonelada de trigo se exporta 200 dólares y se crea un empleo. Si se exporta una tonelada de harina se exporta 400 dólares y se crean dos empleos. Si se exporta una tonelada de fideos, se exporta 1100 dólares y se crean siete empleos más. Como se suman a la cadena de valor anterior, al vender fideos finalmente se crean 10 empleos. Ergo: hay que vender fideos y no trigo. El proceso de creación de empleo del ejemplo hipotético es el normal que corresponde a la sustitución de importaciones (ISI, según sigla en inglés) inherente a la historia de países como la Argentina. El punto es que no se debe a la especialización agropecuaria el atraso y los bajos salarios. Respecto a lo primero, si el subdesarrollo es superado habrá voluntad política en llevar adelante la ISI. La especialización agropecuaria (la importancia del sector en el comercio exterior) bajará su peso no por la disminución sino por aumento más que proporcional de la diversificación, siempre y cuando sea posible.

Con relación a lo segundo, precisamente la noción de valor agregado delinea la cuestión. Para no entrar en sutilezas, en llano valor agregado es la suma de los salarios y las ganancias (comprendidos los interés, rentas, etc.). Sinónimo de producto bruto y de ingreso bruto, el problema conceptual es qué determina el nivel de salarios y ganancias. El primero es un precio nacional, el precio nacional por excelencia, el más importante, que fija la lucha política de las clases. El segundo es un residuo que queda una vez fijados los salarios y su tasa de apropiación se establece a escala mundial dada la tendencia del capital a moverse en el plano internacional, en busca de las mejores oportunidades. Bajo estas condiciones se pueden exportar malvones o robots, que se es pobre en el segundo caso si se pagan salarios bajos y se es rico en el primero si se pagan altos salarios. El tipo de producto no viene al caso, no determina el nivel de salario.

Lo sorprendente del caso es que los del club hay que exportar trabajo argentino no cayeron en la cuenta de que un país exporta para importar, y en tanto la balanza comercial (exportaciones-menos importaciones) permanezca equilibrada (resultado: cero) el valor agregado nacional ni lo registra. Lo que le ingresa por un lado (exportaciones) lo gasta por el otro (importaciones). Únicamente en el caso de superávit comercial el producto, ingreso o valor agregado aumenta en esa cuantía, y siempre por períodos relativamente cortos.

Si un buen número de dirigentes y dirigidos razonan como si fuera el tipo de producto el que determina los salarios que se pagan (si altos o bajos) y también que exportar es bueno en sí mismo, parece deberse a una curiosa propensión a esquivarle al bulto a los inconvenientes de meter la mano en la distribución del ingreso para mejorarla. Decir como ahora para hacer como siempre, es muy de conservadores a los que les cabe, en mayor o menor medida, el adicional de populares. El proceder no es sin costos para la democracia, que se estropea. ¿La razón? Es que son apuestas decididas para consolidar y estabilizar una sociedad pobre sobre la base de la ilusión de que cierto avance tecnológico puede apaciguar la disputa por el ingreso y hacer tolerable una situación que de otra forma se desmadraría. El prestigio de parecer sin ser.

 

Satélites e inodoros

No es un detalle menor que se lleven por delante la propia definición de valor agregado (suena lindo, atractivo) y comparen el kilo de harina con el de autos o satélites. Lo básico a tener en cuenta es que el valor agregado no contabiliza los insumos y materias primas. Cuenta el trabajo calificado, pero en el caso de los satélites es muy reducido su impacto en la economía nacional. Eso no significa desconocer que la actual política satelital argentina es un serio retroceso respecto de la anterior. Igual que en ciencia y tecnología. Sino que se trata de correrle el velo a la coartada reaccionaria que se esconde tras las prometedoras facetas de la tecnología.

Una buena ilustración de por qué la alta tecnología no lleva por si misma al desarrollo ni a la mejora de los niveles de vida la aporta la experiencia de la India, sin entrar a considerar las razones que tuvo y tiene ese país para comportarse así. El 12 de enero la India lanzó al espacio 31 satélites en un solo cohete. Fue el vector número 100 de la misión espacial india que comenzó en 1999. En febrero de 2018 un solo cohete indio llevó al espacio 104 satélites de siete países. Un récord. En 2014 la Organización de la Investigación Espacial de la India (ISRO) anunció que había situado una sonda en la órbita de Marte.

La edición del 16 de enero de la Nikkei Asian Review informa que el programa Swachh Bharat, o India Aseada, lanzado en octubre de 2014 por el primer ministro indio Narendra Modi. marcha viento en popa. El objetivo es hacer que en el país no haya más defecación al aire libre. En el marco del programa se están construyendo 111 millones de baños con inodoros, principalmente en zonas rurales de la India. Cuando comenzó el programa de Swachh Bharat, había aproximadamente mil millones de personas en el mundo que practicaban la defecación al aire libre, de las cuales aproximadamente 600 millones se encontraban en la India que es casi la mitad de sus habitantes. De ellos, 550 millones se encontraban en zonas rurales del país. Antes del inicio de la campaña por los inodoros la falta de saneamiento causaba 199 millones de casos de diarrea anuales. Ahora se calcula que la defecación al aire libre afecta a 400 millones de indios.

 

Tecnología y técnica

Una cosa y otra nos pueden ocurrir a nosotros si en vez de colocar en su justo término a la ciencia y la tecnología, como capítulo ineludible de la lucha de clases para el avance de la sociedad, se malversan sus fines alentando una fantasía sobre su alcance como medios. La propia conceptualización de tecnología y técnica nos deposita en cómo se convierten en decisivas en la realidad. La tecnología consiste en un conjunto de conocimientos, los cuales pueden desarrollarse y ampliarse con el fin de crear o utilizar diferentes técnicas. La técnica, en cambio, en el sentido económico del término, consiste en diferentes combinaciones de factores de producción (la fuerza de trabajo y el capital) usados en la fabricación de una misma mercancía. La tecnología tiene un carácter exclusivamente progresivo, ya que solamente puede desarrollarse y ampliarse. La técnica, en términos generales, connota una serie de procedimientos intercambiables según su eficiencia.

Las definiciones a las cuales nos referimos mantienen su sentido únicamente cuando se trata de la producción de una mercancía existente. No porque en el caso de un producto nuevo no pueda existir un conocimiento determinado (tecnología) que admita la selección de procesos de producción diferentes (técnica), sino porque en la discusión que nos ocupa hablamos sencillamente de sustituir importaciones, es decir, sobre cómo producir productos ya existentes y utilizados habitualmente dentro del ámbito nacional. La lucha de clases se localiza en las técnicas. Y una empresa avanzará hacia una técnica más moderna en tanto y en cuanto baje sus costos unitarios y amplíe su margen de ganancia. El margen de ganancia surge de descontarle a la ganancia los costos del financiamiento. Pero para que eso pase hace falta demanda que haga ciertas las economías de escala. De manera que no se registran avances tecnológicos en tanto y en cuanto el mercado no se agrande por el único medio conocido para consolidar y hacer evolucionar en sentido positivo a la democracia: los salarios. La tecnología más intensiva en capital, es decir, la más moderna, maximiza la cantidad de productos disponibles para la población de un país y, por lo tanto, su bienestar social.

Ahora bien, para el desarrollo real de las fuerzas productivas, las condiciones económicas que deben cumplirse a efectos de poner en marcha el potencial tecnológico refieren al precio de compra de los insumos y los precios de venta de posibles sustitutos del producto en cuestión y también a la financiación del equipamiento fijo y al costo de configuración de las unidades aplicando la nueva técnica. Un buen ejemplo de estas relaciones es el del petróleo shale. Una vez que los precios de barril se pusieron interesantes, las técnicas de recuperación terciaria que se venían desarrollando devinieron rentables. La acumulación de capital o la creación de un excedente (la elección del término importa poco) siempre está rezagada con respecto a la tasa de adiciones al conocimiento y las invenciones. Hay más ideas que plata disponible. Es el verdadero limitante, máxime para una economía subdesarrollada que por definición tiene menos capital por empleadx. La inversión externa no es una opción, es una necesidad.

Y hasta los Estados Unidos sufren esa limitación. No fue sin sobresaltos que se llegó hoy a que con el mastodonte del yacimiento de Premian en Texas a la cabeza, mediante la recuperación terciaria, los Estados Unidos vuelvan a ser los primeros productores de petróleo en el mundo. Aún así hay dificultades para conseguir financiamiento. El precio del crudo cayó fuerte, pero el costo del barril shale pasó de 60 a 30 dólares por efectos de la innovación, según los informes del sector. Los norteamericanos pronto se convertirán en exportadores netos de gas y petróleo. Hoy venden uno de cada cuatro barriles que procesan los ingleses siendo sus principales oferentes. No ocurría desde 1957 tras la crisis de Suez, consigna el Financial Times. Por estas razones puedan caerle a Venezuela sin que se mosquee un precio interno tan emblemático como el de la nafta, infiere Clifford Krauss en The New York Times (03/02/2019). El mercado mundial de petróleo tampoco acusó el golpe.

De hecho, de acuerdo a la World Politics Review, Juan Guaidó se encontró con que la nueva ley de hidrocarburos que propugna para privatizar el petróleo venezolano y la nominación de Gustavo Baquero para presidir PDVSA (el hombre de confianza de la industria) no mueven el amperímetro como esperaba. Se opacó mucho la perspectiva de la vuelta a los 3 millones de barriles diarios de los '90 desde el millón actual (y en baja), el gran naipe de su viabilidad política. Los datos dan para sopesar si los sectores de poder norteamericanos con Trump a la cabeza, no usan el caso Venezuela con vistas a la disputa presidencial del año entrante, desde el momento que en el discurso del Estado de la Unión, pronunciado el martes 5 de febrero, dijo que “los Estados Unidos jamás serán un país socialista” y que a Venezuela “sus políticas socialistas hicieron que el país pasara de ser el más rico de Sudamérica a un Estado de pobreza extrema y desolación". Los republicanos están acusando a los demócratas de socialistas.

 

Fafá versus Mandrake, como siempre

El proceso de mercado sobre la innovación descripto someramente puede ser contorneado utilizando el poder de fuego del gasto público. Eso hizo la India y eso es a lo que apuestan acá para mantener el statu quo ante bellum a través de la fama y el espacio político que esperan les confiera, en lo que le es dado, la supuesta vocación por la ciencia y la tecnología.

Hoy la canasta familiar que arrima el límite de decencia es de 25.000 pesos. Con 30% de inflación anual proyectada será de 32.500 pesos. Lo que muestra el cuadro de situación proyectada es que llegaremos a las elecciones con más de dos tercios de la población empobrecida, por debajo de ese umbral. El panorama no está para la magia de Fafá cuya ¡Jitanjáfora!, para conjurar el hechizo sea invertir en ciencia y técnica. Sin embargo hay una tecnología para aplicar: se llama política para las mayorías nacionales. No fue y no va a ser magia. Fue y es política. Qué lo tiró, Mendieta.

 

 

 

 

 

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