Una insurgencia no-violenta

Por una refundación pacífica

 

 

La Argentina de hoy desde algunos disparadores analíticos de Benjamin

Benjamin logro ir más allá del dogmatismo materialista y secularizante que no permitía entender y prestar atención a la dimensión política, ideológico-cultural, simbólica y espiritual de los procesos sociohistóricos.

Caracterizó la posibilidad histórica de una violencia fundadora de un nuevo derecho que no es instrumental o instrumentalizable. Por ello es por lo que, a su vez, es ajena a la lógica de la modernidad y detenta el potencial de fundar lo genuinamente nuevo. En términos simbólicos: una violencia ajena al tiempo de Cronos (cronológico): el tiempo cuantitativo de la productividad y el sostenimiento del ordenamiento existente. El interés del derecho por monopolizar la violencia constituye su interés por su autopreservación. Frente a este, el tiempo del Kairós se presenta como la irrupción de lo cualitativamente distinto, aquí es posible sumar a Jung y referirse al tiempo de la irrupción de los potenciales del inconsciente colectivo. Ese es el carácter de la violencia divina en Benjamin, desde una orientación, en el primigenio sentido de la palabra, apocalíptica (momento de revelación y fundación de lo nuevo).

Siguiendo la huella benjaminiana, Derrida plantea que la huelga, el paro general, como cese de actividades, no constituye un hecho de violencia. Aunque sí, ante su sostenimiento, puede suscitar la violencia del derecho establecido. La violencia del derecho establecido, a su vez, puede constituir el detonante de la violencia divina, fundadora de un nuevo derecho.

Por otro lado, Derrida, a la hora de analizar aquella referencia de Benjamín a lo “carcomido en el corazón del derecho”, sostiene que el derecho es garante de ciertos “bandidajes” (apropiación de tierras, declaraciones de guerra, autodestrucción nacional al servicio de potencias extranjeras, etc.). Se trata de transgresiones garantizadas por la ley (cualquier similitud con el RIGI no es casualidad).

Como garantía de esto, Benjamin se refiere simbólicamente al enano jorobado detrás del tablero de ajedrez y Franz Hinkelammert plantea que ese enano es el materialismo. En esa línea fue también el planteo del materialismo y el positivismo como los dos grandes males de nuestros tiempos.

Aquí destaco una frase de Derrida: “La ruptura de la relación es aquí la relación” (p. 99).  Derrida da cuenta de que la relación está constituida por encima de la consideración de su imposibilidad. Recordemos que la ‘persecuta’ ante el otro está en la génesis del contrato social moderno. El cerramiento ante lo radicalmente otro constituye el tuétano del derecho moderno occidental, su imposibilidad del amor [1].

Hay una parcialidad en la fundación del derecho. Hay un punto de partida desconfiado y cerrado ante el otro. Es la imposibilidad de la relación lo que orienta los términos en que se va a llevar adelante ‘el trato entre las partes’. Y los hábitos, “habitus” en palabras de Bourdieu (2007), en retroalimentación con la puesta en ejercicio de dichos marcos normativos, tienden a reproducir el mismo punto de partida desconfiado, auto-persecutorio y cerrado ante el otro o lo otro.

Derrida (2014) encuentra una apertura benjaminiana hacia la posibilidad de una salida no violenta: “Pero el pensamiento de la no-violencia debe exceder el orden del derecho público. Benjamin cree en las relaciones no-violentas entre las personas privadas. Una unión sin violencia (gewaltlose Eini gung) es posible allí donde la cultura del sentimiento o del corazón (die Kultur des Herzens) da a los hombres medios puros con vistas al acuerdo (Uberein kunft)” (p. 119).

Notemos el énfasis en la dimensión afectiva. En lugar de un ser humano desconfiado y cerrado ante la otredad, aparece una apertura afectiva, del corazón, la “amistad” y “el amor a la paz” (p. 120). Este es el sumun de toda genuina espiritualidad o religión.

Por su parte, Dussel destaca el carácter inculpador y castigador de la violencia mítica (la que es garante del derecho vigente) y, en el caso opuesto, el carácter redentor de la violencia divina (la que se orienta por la fundación de lo genuinamente nuevo), la cual no pretende venganzas. ¿Será la redención y liberación su directriz?

La violencia divina es más espontánea, irrumpe como un rayo. En la batalla entre los derechos del viejo ordenamiento jurídico y los derechos del nuevo, emerge una consciencia social que cuestiona las premisas fundamentales de las relaciones de dominación vigentes.

La consciencia crítica frente a la situación de injusticia implicada en el sostenimiento del viejo ordenamiento constituye para Dussel la legitimidad de ese momento de coacción de abajo hacia arriba que concluye en la institución de un nuevo ordenamiento (p. 162). Dussel rompe con cierta neutralidad valorativa occidental a la hora de considerar la violencia. No cree que la violencia divina sea un tipo de violencia, más bien la considera una coacción heroica del pueblo que se enfrenta a las violencias.

Sin embargo, Dussel (2014) se suma a recuperar un Benjamin que se pregunta si es posible resolver los conflictos sin violencia o coacción alguna (p. 157). Considera que esto es posible a partir del “entendimiento” que posibilita el “lenguaje”. Aquí podemos sumar la reflexión de que entonces el lenguaje constituye en alguna medida un posibilitante de ciertos consensos, pero también un obturador de nuevos consensos posibles.

 

 

Solipsismo moderno-occidental, grieta ideológico-cultural y apertura hacia lo otro

Este cerramiento ante lo otro, presente en la génesis de la normatividad moderna-occidental, también es posible encontrarla en la exacerbación de las diferencias identitarias y, detrás de ellas, las polarizaciones ideológico-culturales que parten al medio las formaciones sociales occidentales. Aquello que hoy en día tiende a ser categorizado por la vox populi argentina como “grieta” es factible de ser descrita en términos de exacerbación de una polarización psicosocial en las configuraciones sociales occidentales predominantes de nuestros días.

Su origen puede ser rastreado en conflictos milenarios, pero vamos a limitar nuestro punto de partida al origen de la modernidad-occidental. El enfrentamiento entre iluministas y romántico-conservadores se ha ido transformando y actualizando de eclécticas maneras desde los inicios de la modernidad hasta nuestros días. Hoy en día toma la forma progresismos globalizados vs. nuevas derechas. En las formaciones sociales se ha sabido construir y sostener una situación de dominación importada en base a antinomias que no nacen en nuestras tierras. Esta fractura ideológico-cultural, sostenida por nuestros pueblos ante las ofertas representativas “posibles”, fue tomando formas específicas gracias a aquello que constituía la “barbarie” para Sarmiento y que, por fortuna, persiste en ser parte de la idiosincrasia argentina y latinoamericana.

Destacablemente del lado más racional, cientificista, inclusive altruista, o pseudo altruista según el caso, deconstruido, están los progresismos globalizados. Mientras que del lado de las nuevas derechas se recupera más la espiritualidad, la pasión, la tradición. Esto no quiere decir que la espiritualidad sea completamente ajena a los progresismos globalizados, así como la ciencia tampoco es ajena a las nuevas derechas.

Cabe aclarar una vez más que la grieta no es de clase social, ojalá: todo sería más sencillo. La grieta atraviesa transversalmente a las clases. La grieta no es partidaria ni tampoco de identidad política. Los partidos pueden ir cambiando y las identidades se van solapando. La grieta es ideológico-cultural y se caracteriza por ciertas ideas-fuerza, modos de sociabilidad, valores, modos de afectividad-emotividad, costumbres. Aquí es de suma utilidad recurrir al término de “matrices” de Argumedo (2009), pero en lugar de considerarlas solo como “ideológicas”, concebirlas como ideológico-culturales.

Ambos lados de la fractura ideológico-cultural comparten un suelo ontológico y ético común basado en la ilusión de separación que se manifiesta de múltiples maneras en la civilización occidental. La Filosofía de la Liberación, en conexión con aquellos autores europeos que constituyen la fisura del canon epistemológico moderno-occidental, constituyen en conjunto el puente que nos permite cuestionar las premisas éticas y ontológicas del proyecto civilizatorio modernidad-occidental: en el giro hacia una genuina ontología relacionista y del devenir.

En dirección a la posibilidad de superar grietas ideológico-culturales es hacia lo que se han orientado identidades políticas como el yrigoyenismo y el peronismo. La esencia filosófica del peronismo es el coincidir de los opuestos en el devenir: la tercera posición. Sin embargo, siempre queda pendiente la descolonización ontológica, ética y epistémica que implica el corte con una modernidad occidental que está en crisis como nunca antes. El tiempo exige mirar el pasado desde nuevas categorías.

La encarnación de la nueva propuesta política que necesitamos requiere de un nuevo horizonte civilizatorio y dicho nuevo horizonte civilizatorio requiere, a su vez, de la descolonización ontológica.

Las diferentes identidades políticas que tuvieron la capacidad de iniciar procesos liberacionistas siempre quedan a los pies de la posibilidad de subvertir la modernidad occidental y lo de más alcance lo encontramos en la pluma de Perón.

El desvarío de la paranoia occidental y, junto a ella, el despliegue gradual de un fundamentalismo materialista (hoy en crisis, hoy agonizante). Es necesario dar lugar a nuevas coordenadas que nos posibiliten una ampliación de las posibilidades de las resistencias y, mejor aún, de las perspectivas de liberación social; comprender mejor qué y cómo afectan en el inconsciente las tecnologías digitales y algorítmicas de nuestros tiempos; una genuina soberanía ontológica y epistémica, y la posibilidad de la formulación de un nuevo horizonte de época.

Como mencioné en la última nota, al adentrarnos en “La comunidad organizada” de Perón (1949) es posible identificar que este jamás pone en primer lugar la identidad política sino la comunidad. Aquí cabe la pregunta de si estamos dispuestos a dejar de poner en prioridad la identidad política propia. El kirchnerismo, el peronismo, en tanto configuraciones identitarias, ya se encuentran en importante medida licuadas en la grieta. Esto no implica negar lo que a uno lo interpela o enamora, sino en dejar de ponerlo en prioridad, estar dispuesto a incluirlo en algo más amplio.

Es necesario dar el paso hacia la encarnación de una nueva propuesta política que logre superar las barreras identitarias, orientándose hacia una religación tenso-creativa (Linera, 2011) de registros que han sido escindidos en la modernidad-occidental. En nuestras formaciones sociales latinoamericanas contamos con un caldero de mixturajes que expresan dichos religares manifiestos y potenciales.

Toda nueva configuración requiere una desconfiguración previa. Desde una prospectiva kairológica, la crisis de representación de las identidades políticas y la crisis de legitimidad institucional podría constituir parte de un proceso de desconfiguración posibilitante de nuevas configuraciones por-venir.

Si bien siempre va a haber un “contra que”, resulta fundamental hacia nuestros días que ese “contra qué” no termine dejando a sectores de las mayorías populares por fuera o, peor aún, en la vereda de en frente. También es importante que ese “contra que” no nos lleve a una dinámica de totalidad cerrada, es decir, otra forma de solipsismo (de ensimismamiento, de cerramiento ante lo otro).

Pero para que esto suceda tenemos que atravesar y promover una experiencia que se proponga integrar registros que han sido escindidos pero que son simultáneamente parte de nuestra idiosincrasia. Religar, converger tenso-creativamente en equilibrios relativos y fluctuantes, un conjunto de registros en clave no dogmática: razón y pasión, libertad e igualdad, tradición y deconstrucción, ciencia y espiritualidad, política y espiritualidad, desarrollo y cuidado eco-sistémica, geopolítica y denuncias conspirativas (entendiendo que no toda denuncia conspirativa es falsa, así como no toda denuncia conspirativa es cierta), procesos de realización personales y colectivos, etc.

Dar lugar a una alternativa política con horizonte civilizatorio que se oriente a la integración de elementos que son tajantemente escindidos por las principales identidades sectoriales y sectorializantes expresadas en las opciones electorales vigentes. Manifestar, desde él “nosotros estamos” (Scannone, 1980), desde el encuentro superador de la grieta, una mayoría realmente contundente orientada por el coincidir de los opuestos en el devenir.

Ante la chance de que eso no se resuelva por las opciones de la representación institucional vigente, recuperé en esta nota ciertos disparadores analíticos de Benjamin.

Es factible considerar la posibilidad tanto de una violencia divina, como así también un contiguo o inicial quiebre pacífico promovido por una contundente afirmación popular, una contundente mayoría congregada y convergente, donde las fuerzas de seguridad se sumen a otra gesta épica del pueblo (en el caso de la salida pacífica de entrada).

Una redención presente en la apertura hacia lo otro que expresa el coincidir de los opuestos en el devenir como punto de partida simultáneamente ontológico, ético y político. Este punto de partida constituye ni más ni menos que la posibilidad benjaminiana, recuperada tanto por Dussel como por Derrida (2008), de una refundación institucional pacífica formulada y encarnada desde “el amor de la paz” (p. 120), en nuestro caso, como posibilidad de superar la grieta.

 

 

 

Bibliografía

  • Argumedo, A. (2009). Los silencios y las voces en América Latina. Colihue.
  • Bourdieu, P. (2007). El sentido práctico​. Siglo XXI.
  • Derrida, J. (2008). Fuerza de Ley. El “fundamento místico de la autoridad”. Tecnos.
  • Dussel, E. (2007). Política de liberación. Historia mundial y critica. Trotta.
  • Dussel, E. (2014). Filosofías del Sur y Descolonización. Docencia.
  • Fromm, E. (2023). El arte de amar. Paidós.
  • García Linera, A. (2011). “Las tensiones creativas de la revolución. La quinta fase del Proceso de Cambio. Vicepresidencia del Estado Plurinacional del Bolivia.
  • Perón, J. D. (2016). La comunidad organizada. Biblioteca del Congreso de la Nación.
  • Scannone, J-C. (1980). “Un nuevo punto de partida para la filosofía latinoamericana”. Stromata, Vol. 36 Núm. 1/2, enero-junio.

 

 

 

[1] Coincido con la caracterización del amor como experiencia necesariamente integral presente en Fromm (2023).

 

 

 

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