VIDA DE INDIO

Malón literario acerca de cómo el arte articula ideales y desata prácticas políticas, entre otras cosas

 

“Creo en una forma distinta de construir poder. 
El estilo no es nunca neutral, aquel que me 
escucha sabe de qué lado de la mecha estoy”. 
                                  Indio Solari

 

Quien afirme que Recuerdos que mienten un poco se reduce a una mera biografía del Indio Solari, padece indigencia intelectual, está frustrado por no encontrar chismografía tapialera y escenas escabrosas, anduvo por el plancton del texto sin sumergirse en momento alguno, tiene mala leche, o todas esas asimetrías a la vez (como suele decir el protagonista, parafraseando un aviso mesozoico de la TV). Es cierto que para aportar a la proliferación semántica, la editorial agrega en tapa Memorias y “en conversaciones con Marcelo Figueras”.

Solución de compromiso entre la muchachada de marketing de la multieditora y todos contentos, pues lo que verdaderamente importa está en las páginas internas. También acto fallido para designar un libro que encierra muchos libros entremezclados entre sí, al punto que un solo título encuadra una mezquindad y muchos tampoco alcanzarían a cubrir el espectro. De modo que queda para el lector ir descubriéndolos y nombrándolos a su antojo (aquí se intentan algunos, luego). Fenómeno nada azaroso en tanto coincide punto a punto con los masivos efectos de las producciones artísticas del Indio, que en absoluto se recluyen en letra y música de sus canciones sino que abarcan dibujo, pintura, cine, poesía y varias mancias fuera de clasificación. Despliegue desatado a raíz de la presencia constante de una palabra que casi no figura a lo largo de las ochocientas sesenta y tantas páginas: ética.

El concepto abarca mucho más que una conducta o la autodefinición “soy un hedonista ético”. Es lo que le otorga a la vida de Solari, y por ende a este libro, ese carácter poliédrico, de muchas facetas. Semejante y a la vez bien diferente a esas láminas que ilustraban el Manual del Alumno Bonaerense con aquel armonioso objeto tridimensional que resultaba del doblado y pegado de un troquel chato. En la práctica quedaba un artefacto de múltiples planos difícilmente simétricos, un tanto enclenque mas con esa belleza intrínseca que porta aquello que da a entender en forma cabal lo que procura expresar, sin serlo. Suerte de cruza mutante entre Aleph plebeyo y fervor lisérgico, capaz de transformar toda chatura, dotarla de sístoles y diástoles, hacerla rotar en el vacío, saltar en el pogo de los días, pensar. También representado en el despliegue de esa sucesión de nombres artísticos, anteriores aún a Patricio Rey, que operan en cada obra de Solari al modo de Clave de Sol con el que se marca el rumbo de una partitura. Diferente sin duda del seudónimo cuyo propósito es esconder, las diversas firmas del Indio muestran.

Tampoco se trata de una moralina de varieté, regocijo de snobs. Se aproxima al nunca transar. Ni con sponsors, ni con la tele, ni con las grandes disqueras, ni con los productores del show business, por más que el camino se llene de ripios, se torne más largo, exija más tiempos, aún lleve a callejones sin salida (frente a los cuales no vale la marcha atrás sino que se sale por arriba). Tal es el fantasma amigo que posee tanto al Indio –el protagonista- como a Marcelo Figueras –el autor—. Cuatro años y una vida le llevaron a este último componer tal sinfonía literaria con el entre frenético y poético discurso de este héroe creacionista capaz de convocar multitudes como nadie en múltiples celebraciones de una cultura popular, insoportable para los poderosos, caretas y garcas. Por la inversa, la variopinta producción artística de Solari a su vez ha generado una leyenda que lo hizo pasear entre las esferas siderales y lo elevan, a su confeso pesar, por andurriales en los que muchas veces ni atinó a transitar. Al recorrido del Indio Solari de carne y hueso, Figueras lo ha vertido oportunamente en este mismísimo Cohete a La Luna( https://www.elcohetealaluna.com/70-2/), lo que torna redundante repasar esa trayectoria.

Autor no es solamente quien inventa una historia sino aquel que, con la info aportada por distintos medios, arma un relato cuyo sentido, pasión y emotividad le es estrictamente propio. Cuando se cuenta con un relato oral de singular profundidad, dotado de exquisito despliegue literario y original metaforización, la tarea lejos de simplificarse se torna más exigente. Otra vez sería volver sobre lo que ya está, reiterar ejemplos de este procedimiento. Porque el autor de Recuerdos que mienten un poco es Marcelo Figueras, corresponde recordar la gestación del libro ( https://www.elcohetealaluna.com/a-vivir-que-son-dos-dias/) junto con párrafos escogidos del protagonista, a su tiempo también publicados en estas mismas páginas. Y con ello ya se está a mano tanto con la historia dentro de la historia como con representativos ejemplos del habla indígena.

Por lo pronto, Recuerdos (permítaseme una herejía académica) es una novela del género coloquial que narra un camino iniciático que en vez de concluir en el rito sacramental, la entronización divina o el derrumbe catastrófico, como es típico, nunca se detiene ni concluye ni con el punto final de la última página ni con la extinción terrenal del héroe. Perdura en la evocación que la obra literaria dispara en los cientos de miles, tal vez millones, que de una forma u otra fueron, son y serán atravesados por la producción solariana. Novela atrapante desde la prolijidad de la escritura, cuidadosa de las volteretas de la trama, que se matiza con crónicas, testimonios, letras, poemas, artículos, propios del protagonista y ajenos. Desarrollo ilustrado de imágenes poco o nada conocidas, y textos emanados de la pluma del Indio; fotos, afiches, diagramas, cadáveres exquisitos, íconos.

Libraco que encierra asimismo un Tratado de Metafísica Plebeya, destinado acaso a que los seguidores empapados en las señales vitales transmitidas en recitales, discos, (las escasas) entrevistas, textos y demás, cuenten con ese heteróclito bagaje conceptual con el que en distintas épocas se han identificado, por la razón de que los representa.

Al mismo tiempo surge un ensayo acerca de la Teoría del Modo de Producción Artística Indiofílica en la que se repasan las distintas etapas cronológicas y planos interiores que fueron entrecruzándose en la realización de las obras. En este subtexto se destaca la irrupción de elementos a primera vista azarosos que, recién a posteriori, cobran razón de sus antecedentes (más o menos) lógicos. Mecanismos develados en los que la muy berretamente sobrevalorada musa inspiradora cumple un rol de disparador, tan fugaz como secundario, y se desintegra en lo más gélido de la nada si no es acompañada con ardua elaboración y trabajo.

Si se prefiere, el contenedor de tales y otros contenidos es una Historia de Vida al modo antropológico de Oscar Lewis. Según ese método –del que por suerte ni Figueras ni el Indio tienen la menor idea—, a través de las vicisitudes de un personaje de una unidad doméstica en transformación (la familia nuclear Solari, los atorrantes del rioba, los amigos de la ciudad de La Plata, los Redondos, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la familia elegida) se va componiendo la historia social de una clase o sector determinado. En este caso, la de una Argentina atravesada por los sucesos que la sacuden desde los años '60 a la fecha.

También el libro es nada menos que una Historia Argentina Desde el Otro Lado de la Mecha, para adoptar una prístina figura de la patafísica indiotélica, etapa superior de la metafísica (ver epígrafe de esta misma nota). Una Historia narrada desde la perspectiva de los que han quedado marginados no sólo del Poder sino de todo aquello que supone debe garantizar la vida democrática. Del mismo modo que de quienes optaron por marginarse, a fin de evitar toda complicidad con la putrefacción capitalista y su idiopatía etnocéntrica que los supone en el foco de la sociedad, el mundo y el universo. Reivindica una savia vital que trepa desde esos márgenes y percude las instituciones burocráticas, la partidocracia de remate, el mercantilismo genocida. Manifiesto político gestado a partir de un puñado de ritmos musicales que han funcionado para ya tres generaciones, como operadores de ideales que jamás habrían de otro modo encontrado lugar ni terreno fértil para su expansión. En este aspecto interviene la presencia de Figueras que, con el recurso coloquial, contextúa, traza los correlatos entre lo que iba sucediendo políticamente en el país y las sucesivas intervenciones del Indio y su producción artística. Lo que extrae a la obra de la autoclave insípida característica de la industria del espectáculo y la instala en el torbellino de la existencia de un pueblo que, así, deja de ser objeto manipulable y se reconoce protagonista.

No es improbable que emerjan otros libros más de entre las páginas de Recuerdos que mienten un poco. En especial porque tanto el autor, Figueras, como el protagónico, Indio Solari, ya desde el título anuncian y despliegan, en esa formación contrapuntística, ese canon, la idea de que la limitación intelectual humana obliga a que la verdad siempre sea a medias; que ocultar algunas veces es proteger más que mentir, y que lo peligroso es engañar. Prevenciones que hacen a un libro, ético. Siempre fue así.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Recuerdos que mienten un poco – Memorias

Indio Solari, en conversaciones con Marcelo Figueras

 

 

 

 

Buenos Aires, 2019

863 págs

 

 

 

 

 

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