Cómo se corta la pandemia

Entrevista a Mauricio Seigelchifer, a cargo de la fabricación de la vacuna en la Argentina

 

“Es la primera vez que yo siento que la Argentina va a tener la vacuna. Puedo estar equivocado, pero lo siento así. No es que no la hubiese tenido  de otra manera, pero el problema era cuándo”. Mauricio Seigelchifer es el director de Transferencia de Tecnología en mAbxience, el laboratorio del Grupo Insud que fabricará en Argentina la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la Universidad de Oxford. Es doctor en biología de la UBA, trabaja hace más de treinta años en la industria de la biofármacos, ha publicado columnas en El Cohete a la Luna. Hoy sabe que la vacuna que producirá para la región tiene dos atributos. Es tecnológicamente una de las más avanzadas y también la más barata, algo vital para que sea accesible en la región. En esta entrevista habla de las negociaciones, la ingeniería financiera, de los ensayos pero además de ética: sabe que existen tensiones entre tiempos de prueba y pandemia. Probar la vacuna hasta sus últimas consecuencias para saber que es fantástica—dice— o probarla lo más posible y parar la enfermedad. “La pandemia se corta con la vacuna o con que se te infecte la mitad de la población, y eso tiene un costo humano, social, económico y, obviamente, político bravísimo”.

–¿Cómo vivís este momento?

–Estamos emocionados, muy orgullosos de que nos hayan elegido, desde el punto de vista profesional y científico. Es importante. Personalmente, pasé por distintos momentos, pero esto es importante porque da una respuesta a toda la sociedad. Fui uno de los que dije: sí, hay que hacerlo. Pasó un tiempo, estudiamos y resolvimos problemas. Pero ahora ya está: se va a hacer acá, van a ser 250 millones de dosis para Latinoamérica exclusivamente, no Brasil, y además, la vacuna es relativamente barata. AstraZeneca (el laboratorio que está trabajando la vacuna con la universidad de Oxford) dijo que no quiere ganar hasta que no termine la pandemia. Que se la banca al costo. No quiere perder. Se está planteando que la vacuna tendrá un costo de 4 dólares, no es un regalo, pero plantea un acceso que otras vacunas no van a tener. La vacuna de (el laboratorio de Estados Unidos) Moderna sale unos 20 dólares. Así que sí, es una buena noticia. Y ahora se abre una responsabilidad muy grande. Siempre hay incertidumbres. Hay ansiedad. Yo soy parte de esa ansiedad. Pero es bueno, trabajamos mucho para que saliera.

–¿Quiénes son esos nosotros?

–Soy parte de un grupo técnico que desde hace treinta años estamos juntos, trabajamos en otras empresas y siempre nos fuimos moviendo. Hicimos una empresita que se llamo PC Gen, pasamos por distintos proyectos, a veces como socios de empresas muy chiquitas y otras como empleados porque nuestra empresa era adquirida por otra. En este caso, teníamos una empresa que se llamaba pharmADN. Terminó asociado, y después la compró Hugo Sigman, ese es el grupo. Sigman tuvo un papel central. Y de vuelta, AstraZeneca. Tiene una estrategia positiva. Adquirieron tecnología y dijeron: no voy a poder producir para todo el mundo, pero quiero comercializar con todo el mundo. Van a cada región y ubican un socio productor. Van a hacerlo en la India, China, Estados Unidos, y lo hicieron en Brasil. Estaban buscando un grupo para Latinoamérica que vamos a ser nosotros, con un laboratorio mexicano encargado de lo que se llama el llenado de las vacunas. Nosotros haremos la parte tecnológica. Y el llenado en México.

–¿Por qué México?

–No es raro. Se plantean hacer en 9 meses 250 millones de dosis. Hay que poder envasarlas en condiciones de esterilidad. Tenés que tener una estructura con capacidad que trabaje sólo para eso. Se ubicó este laboratorio mexicano. No es mi especialidad, pero no sé si en la Argentina hay uno así. Pero además, porque participa este laboratorio mexicano ayuda a que haya una especie de aporte financiero de la fundación Slim.

–¿Es importante, porque esto va a riesgo?

–Una cosa importante es que esta vacuna no fue aprobada. No hay vacunas aprobadas aún en ningún lugar del mundo, menos en Rusia pero es distinto. La vacuna se aprueba cuando está el resultado de la fase 3. Todos todavía estamos esperando eso. La vacuna entró a la fase 3 (con la prueba clínica en humanos). Todo anda muy bien, pero no hay resultados definitivos. El punto es que si esperás el resultado para empezar a producir, demorás por los análisis y la producción. Lo que ahora va a hacerse es producir a riesgo.

–Una parte del dinero lo pone Slim, otra Sigman y otra AstraZeneca.

–Así es. Toda la inversión de acá la hace Sigman, pero cada lote tiene un costo de materia prima. Costos altos. Si el valor de la vacuna es de 4 dólares; 20 millones de dosis por mes son 80 millones de dólares; al tercer mes, el riesgo invertido es de 240 millones de dólares. Ni siquiera un empresario solvente puede hacerlo. La fundación Slim aceptó poner parte del dinero. Y si la vacuna tiene éxito, el dinero se devuelve. En cambio, Dios no lo quiera, porque sería terrible, pero si la prueba clínica da mal, todos perdemos. Es una cantidad de dinero que nos va a permitir, por lo menos, empezar.

 

 

Los antecedentes

–¿Por qué ustedes?

–El primer acercamiento lo generó Hugo Sigman, que es un empresario muy importante, conocido a nivel mundial y tiene muchos contactos. No cualquier laboratorio lo hubiese logrado. Segundo, en febrero logramos inaugurar una planta muy moderna en Garín de cultivo de células, por una inversión suya y por nuestra trayectoria. La planta tenía otros objetivos. Producir anticuerpos monoclonales, pero es muy moderna y está muy bien hecha, con capacidad productiva. La planta existe porque nosotros fuimos adquiriendo conocimiento en el trabajo con cultivo de células. Estas vacunas también se producen con cultivo de células. Es por todo esto que nos eligen: tenemos infraestructura y un saber previo que nos va a permitir adquirir el conocimiento de producción de forma relativamente sencilla. Puedo estar equivocado, pero es la primera vez que siento que la Argentina va a tener la vacuna. No es que no la hubiese tenido de otra manera, pero el problema era cuándo.

–¿Te referís a los costos o los lugares de producción?

–Apareció la vacuna, pero cuál. La de Estados Unidos, de Moderna, íbamos a tener acceso cuando ellos hubiesen terminado la vacunación. Esto para mí era una preocupación. Lo que hizo Estados Unidos fue pagar a priori, por adelantado, una cantidad de vacunas que ya tiene garantizadas, pero la Argentina no podía pagar de este modo. No tiene ese dinero para arriesgar. Entonces, este mecanismo garantiza para el país ahora un número de vacunas importante. No son todas las dosis, pero servirá para los efectores más expuestos: médicos, enfermeros, camilleros, personas mayores y después la Argentina decidirá qué estrategia seguir para el resto de la población. Pero mi sensación es que, produciendo acá, nos garantizamos una vacuna.

El PRO celebró esto como resultado de un acuerdo previo de Macri con AstraZeneca. ¿Incidió?

–Absolutamente no. Cuando Macri hizo todos los acuerdos, no existía el tema del coronavirus, pero además si esos acuerdos ayudaron a las estructuras de AstraZeneca en Argentina, ninguna de ellas va a participar de la producción de la vacuna. Si existe la planta, que no sé, no va a participar en absoluto. Se va a producir en la planta de Mabxience.

 

 

La vacuna

–¿Cuáles son las características de esta vacuna?

–Primero te digo qué es una vacuna. Es un engaño al cuerpo, hacerle creer que está siendo invadido por un patógeno, en este caso el coronavirus. ¿Para qué engañar al cuerpo? Porque cuando el cuerpo cree que es infectado por el coronavirus desarrolla una defensa inmunológica que lo protege para una posible segunda infección. Entonces, cuando después ese cuerpo entra en contacto de verdad con el coronavirus, está preparado para defenderse. Esta es la filosofía de todas las vacunas. Se intenta engañar al cuerpo con lo más parecido posible, para que crea que está siendo infectado. Hay vacunas de todo tipo. Hay dos vacunas sencillas de pensar, que son vacunas chinas que están dando vueltas. Hay muchas, pero dos tienen esta característica: crecen coronavirus en laboratorio, lo matan, y eso es la vacuna. Es decir, coronavirus muerto, completo. Inyectan eso, tus células no se dan cuenta que está muerto: van, atacan y quedan preparadas para una segunda infección. Una manera más moderna de hacerlo, desde que existen técnicas de modificación de ADN, es la vacuna que nosotros vamos a producir: hay unos virus de monos que no infectan células de personas, no se pueden reproducir. Al virus con el ADN, un poco modificado, se le pone información de la espícula del coronavirus, es decir de la puntita de la corona. Esa puntita es la responsable de que el Coronavirus entre en contacto con las células y que entre en la célula. Entonces, a este virus inocuo se le pone información para que produzca esa espícula. Cuando el virus entra en tus células, tus células empiezan a producir el virus. Pero el virus ya no puede seguir infectando otras células, punto. Producen la espícula, pero no siguen. Así, el virus termina muriéndose, pero a tu cuerpo le pareció que estaba siendo infectado por un virus con estas espículas, y ¿cual es? El coronavirus. Cuando tiempo después esa persona se encuentre con otra con el virus, tendrá el cuerpo preparado para defenderse, con anticuerpos y un sistema de defensa celular que bloquea la entrada. Hay otras estrategias, pero todas se basan en eso: tener o generar algo muy parecido al coronavirus de verdad.

–¿Que otro tipo de vacuna se está desarrollando?

–El laboratorio Moderna en Estados Unidos lo hace directamente con material genético, un ARN: lo inyectan, entra a las células y produce una proteína del coronavirus.

—¿Dónde se están haciendo las pruebas?

–La prueba clínica se está haciendo en Brasil, Sudáfrica y Estados Unidos. Hasta ahora no hubo efectos secundarios importantes. Lo primero es que la vacuna no haga mal, lo segundo es que haga lo que tiene que hacer: protegerte del coronavirus. Hasta ahora no hubo reportes de nada raro.

–Usualmente el tiempo de desarrollo de una vacuna tenía un plazo de unos dos años, pero esta se desarrolló en menos de siete meses. Explicaste algo del desarrollo tecnológico, ¿pero qué impacto puede tener a futuro?

–Normalmente hay un tiempo de desarrollo en laboratorio que no es largo, pero lo que es largo son las pruebas a nivel de animales y de personas. Primero se la das a 50 personas, y si ves problemas en 25 no vas a escalar a 10.000. Cuando termina una fase, la respuesta es evaluada por autoridades, que se toman su tiempo, piden modificaciones, luego hay un plan con medidas necesarias y otras burocráticas. En este caso, todo el mundo se puso a trabajar, discutieron autoridades y laboratorios; cómo hacer las pruebas químicas, corrigieron, saltearon cosas medianamente burocráticas. Tal vez algunos elegirían probar una vacuna así, no en 10.000 personas sino en el doble, pero si necesitas el doble de pacientes, necesitas el doble de tiempo. Acá hay una tensión entre qué es mas ético: recontra probar esta vacuna hasta sus últimas consecuencias para saber que es fantástica o probarla lo más posible, utilizarla y parar la enfermedad. Hay una discusión ética. Yo digo que las pruebas clínicas, como casi todo, no son un tema exclusivamente científico, hay convenciones y éticas. Estoy seguro que de acá a 50 años las pruebas clínicas se harán de otra manera. Este es un momento en el que todo el mundo entendió que algunas convenciones hay que modificarlas.

–Y en esa evaluación primó la urgencia.

–Dadas las circunstancias, me parece importante que se saque lo antes posible una vacuna. Cuando haya una vacuna, la pandemia se corta. Cuando vos vacunaste al 20 o 30 por ciento de la población, se corta la pandemia. Después vas a tener que seguir vacunando, pero se corta la circulación del virus. Si vos vacunas al 30 por ciento, más lo que ya se infectaron y se curaron, el virus se va a encontrar con menos población que se pueda contagiar y eso corta la cadena. Se empiezan a reducir drásticamente los contagios. Hay un tema de costo-beneficio. Cuanto más reducís los tiempos, corrés más riesgos en el medicamento. Pero qué es mas riesgoso: ¿la vacuna o el coronavirus? Estas tomando un riesgo menor al hacer tu prueba más acotada, pero porque estas en medio de una pandemia.

Mencionaste la vacuna rusa. ¿Cuáles son las diferencias y la efectividad?

–La rusa es parecida estructuralmente a algunas que están en pruebas clínicas en Occidente. Hoy tiene la vacuna aprobada por un mecanismo que probablemente es distinto a los que se usan en nuestros países. Yo no puedo decir mucho más. La tecnología puede funcionar, pero cuánto experimentaron no lo sé.

–De todos los ensayos, ¿elegirías la que van a hacer acá?

–Sí. Porque es barata desde el punto de vista social y porque desde el punto de vista científico es de un avance tecnológico importantísimo, y está a la altura de las más avanzadas del mundo. Entonces, sin desventajas técnicas hubiese elegido esta porque es la más barata y va a garantizar que llegue a una mayor población, que es lo importante en Latinoamérica.

 

 

 

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