El Dilema del Comensal Inescrupuloso

¿Qué haría cualquiera de nosotros en una situación como esta?

 

Ahora quiero exhibir lo que sucede con una situación que es muchísimo más común que la del Dilema del Prisionero. En este caso, se trata de analizar lo que sucede cuando uno sale a cenar con un grupo de personas (amigos, compañeros de trabajo, familiares…) y tienen que decidir cómo pagar. Las alternativas son:

  1. Cada uno paga lo que consumió;
  2. Suman todo y dividen en partes iguales;
  3. Hay alguno de los comensales que advirtió que ‘pagaría el total’.

El objetivo entonces es estudiar la conducta de un comensal y determinar cómo cambia su decisión de acuerdo a las diferentes variantes en las formas de pago.

Primero, un ejemplo.

Cuatro amigos deciden ir a cenar comida rápida: hamburguesas. Antes de comunicarle al mozo lo que van a pedir, deciden que van a dividir la cuenta por cuatro, y pagar en partes iguales.

El menú ofrece solamente dos alternativas: una hamburguesa común y una hamburguesa ‘extra-large’. La más barata sale 100 pesos, y la otra 300. La calidad de la carne utilizada en cada una es la misma. Lo que varía es la cantidad (la extra-large es mucho más grande) y la calidad: la segunda tiene queso, tomate y lechuga.

Aún con estas diferencias, cada comensal interpreta que la extra-large es mejor pero no TRES veces mejor. Para fijar las ideas, digamos que la más grande es dos veces mejor.

Supongamos que usted es uno de los comensales. Llegado a este punto razona: “Si todos van a pedir la hamburguesa común y yo pido la extra-large, con solo agregar un poco más de dinero a la cuenta final, voy a cenar mucho mejor”. Por lo tanto, si sus tres amigos piden la hamburguesa común y usted la ‘otra’, la cuenta total será:

100 + 100 + 100 + 300 = 600 pesos.

Al dividir por cuatro, cada uno tendrá que pagar 150 pesos. De esa forma usted, pagará 50 pesos más, pero obtendrá un valor de 300 pesos (si hubiera ido sola/o), o si prefiere, tendrá una hamburguesa (que según su criterio será el doble de mejor que la común) y terminará pagando una vez y media. En cualquier caso, parece una buena decisión.

Sin embargo, sus amigos razonan igual que usted. Cada uno pide entonces la mejor de las dos hamburguesas y por lo tanto, la cuenta total llega ahora a 300 x 4 = 1.200 pesos. ¿Consecuencia? Usted ahora paga el triple por una hamburguesa que ‘a lo sumo’ debería valer el doble. 

La situación más general podría plantearse así:

“Un grupo de amigos/conocidos salen a cenar a un restaurant. Se ponen de acuerdo en que independientemente de lo que cada uno de ellos ordene, van a dividir la cuenta en partes iguales. Cada participante se encuentra ahora ante un dilema: ¿elige un plato más caro del que comería habitualmente o elige uno más barato acorde con lo que hace siempre? Por supuesto, es necesario advertir que el más caro es mejor que el más barato, pero no lo suficiente como para que valga la pena pagar la diferencia de precio. Para ponerlo en términos más precisos, si la/el comensal fuera sola/o, lo más probable es que ordenase los platos más baratos, aunque sea porque la percepción que tiene es que la diferencia en calidad no amerita la diferencia en precio.

Y hay una tercera alternativa: ¿qué pasa si uno sabe que la comida le saldrá ‘gratis’ porque alguna otra persona se ocupará de pagar lo consumido por todos? Ante esta situación, ¿cómo cambia la elección del número de platos y la calidad? Si uno no tiene que pagar, ¿comería la misma cantidad? ¿Elegiría los mismos platos?

¿Qué hacer?

Es esperable que cada persona piense: “Me puedo permitir ordenar platos más caros, porque si vamos a pagar la cuenta entre todos, la diferencia que me va a tocar a mí es mínima y entonces sí valdría la pena que yo pague un ‘poquito’ más de lo habitual”.

Sin embargo, si todos los participantes razonaran de la misma forma, todos terminarían ordenando los platos más caros y todos comerían más de lo habitual. Si todos los comensales funcionaran con la misma lógica, terminarían todos castigados. Este razonamiento egoísta lastimaría a todos por igual: terminarían haciendo algo que deploran: pagar de más por algo que no lo merece.

Hasta acá evité cuidadosamente aludir a la condena social, sutil. Si sus amigos/conocidos/familiares detectan que usted, o bien es egoísta y se preocupa por su propio bien ignorando cómo afecta a sus compañeros de cena, o si advierten que quiere sacar una ventaja ya sea porque distribuyen entre todos la carga o porque hay uno que ‘paga por todos’, es muy probable que lo miren en forma distinta a partir de allí. En todo caso, no está claro si en futuras cenas ese mismo grupo de personas la/lo invitarán o no. Y ni hablar si esto sucede en la propia familia, ya sea como supuesto ‘beneficiario’ o ‘víctima’ del abuso.

 

La teoría

En el año 2004 tres científicos, Uri Gneezy, Ernan Haruvy y Hadas Yafe [3], combinaron sus especialidades para estudiar aspectos del comportamiento humano, estrategias y ética en negocios. Los tres tienen múltiples trabajos escritos en conjunto e individualmente, pero el artículo al que me quiero referir lo publicaron en la Royal Economic Society bajo el título: The Inefficiency of Splitting the Bill (La Ineficacia de Dividir la Cuenta) [4].

Si tiene tiempo sugeriría que lo lea, porque dice muchas cosas sobre nosotros, en tanto que seres humanos, nuestras motivaciones, miserias, virtudes, solidaridad para con el ‘otro’, respeto y atención a las necesidades que pudieran llegar a tener. Pero también están analizados comportamientos egoístas y por supuesto, la amplia variedad entre los dos extremos.

Antes de comentar las conclusiones a las que llegaron, me parece pertinente observar una obviedad: ninguno de nosotros es la misma persona en diferentes momentos de su vida, aún ante situaciones iguales o similares. Somos distintos, reaccionamos distinto, nos comportamos distinto. Está claro que así como uno no puede ver a un niño crecer en el día a día, si uno tomara ‘fotografías’ de uno mismo suficientemente separadas en el tiempo, descubriría diferencias no observables de otra manera. ¿O usted piensa que no hace falta hacer las observaciones con tanto tiempo de distancia?

Pero vuelvo al estudio presentado sobre las diferentes maneras de dividir una cuenta en una cena. Lo que hicieron fue tratar de detectar las distintas reacciones teniendo en cuenta cómo variaban las condiciones de contorno. Ya verá a qué me refiero.

Los experimentos los realizaron eligiendo varios grupos de seis personas a quienes habrían de invitar a cenar. Cada participante recibió una suma de dinero por su intervención, equivalentes a 20 dólares estadounidenses de hace 15 años.

Más allá de los aspectos técnicos, para garantizar que las muestras cumplieran los requisitos indispensables para ser consideradas buenas (eligiendo personas al azar, sin prevalencia de sexo, raza, religión, etc, etc.), el hecho es que invitaron a cenar a cada grupo de seis personas a un restaurant. Las personas no se conocían entre sí y no podían conversar entre ellas para establecer una estrategia que favoreciera (o perjudicara) a unos sobre otros. Las decisiones fueron individuales y la idea era poder evaluar emociones antes y después de cenar. En el momento de sentarse a la mesa, cada participante tenía diez minutos para:

  1. Llenar un cuestionario (que le entregaban al entrar) en forma honesta y tan precisa como le fuera posible;
  2. Leer el menú y escribir en una hoja adjunta cuántos y qué platos quería pedir (sin importar la cantidad). Esa es la única decisión que tenía que tomar.

Finalizados esos 10 minutos, debían entregar la orden al mozo (en realidad el trabajo dice explícitamente que era una moza) que los acompañaría. Estaba enfatizado además, que debían permanecer en silencio, sin comunicarse con ningún otro participante con quien habrían de compartir la cena.

Ahora llega una parte importante porque lo que voy a escribir marcó la diferencia entre cada uno de los grupos. ¿Cómo habría de pagar cada comensal? Es decir, cada grupo terminaría pagando de acuerdo con una de estas tres modalidades [5]:

Modalidad 1: Al finalizar el experimento, recibirá una cuenta con la suma de los precios de los platos que usted consumió, independientemente de lo que hubieran comido sus compañeros de mesa. Después, llene el segundo cuestionario adjunto y estará en libertad de seguir con su vida.

Modalidad 2: Al finalizar el experimento, usted recibirá una cuenta que se corresponderá a una sexta parte de lo que consumieron entre todos los participantes. Es decir, se trata de dividir la cuenta en partes iguales. Cada uno pagará lo mismo: una sexta parte del total. Ese importe es el que usted tendrá que pagarle a la moza. Después, llene el segundo cuestionario adjunto y estará en libertad de seguir con su vida.  

Modalidad 3: Al finalizar el experimento, todo lo que usted tendrá que hacer es llenar el cuestionario adjunto y nada más: ¡la comida será gratis!

Llegado a este punto, tengo algunas preguntas que la/lo involucran a usted que está leyendo este texto. Primero, un análisis de lo que haría si fuera uno de los participantes de alguno de los grupos. Después, respecto de la percepción que usted tiene de lo que hacen otros miembros de la misma sociedad a la que pertenecemos usted y yo.

Si usted hubiera sido uno de los participantes de alguno de los grupos,

1)    ¿Qué hubiera hecho ante cada situación?

2)    ¿Hubiera obrado de manera diferente de acuerdo con la modalidad de pago?

3)    ¿Cuán diferente se hubiera permitido ser?

4)    ¿Hubiera cenado más de lo habitual?

5)    ¿Hubiera pedido platos más caros de los que ordenaría en otras condiciones?

Más allá de lo que haría usted, ¿qué cree que pasó? Es decir, ¿cómo lee usted la realidad que la/lo rodea?

6)    ¿Cómo cree que variarían su conducta otras personas dependiendo de la forma de pago?

7)    ¿Cuán solidarios cree que somos, al menos en los términos propuestos por los que diseñaron el experimento?

8)    ¿Cómo cree usted que reaccionamos los humanos al enfrentarnos a situaciones de ese tipo?

Creo que vale la pena puntualizar que hay múltiples factores que cambiarían las respuestas. Por ejemplo, la condición social, el lugar geográfico, la relación entre los comensales (si son familiares, amigos, compañeros de trabajo, de escuela, etc.), el tipo de evento… Creo que usted  y yo podríamos escribir una larga lista de condiciones que habría que considerar, pero aún así….

En Alemania, por ejemplo —y lo he vivido personalmente—, es muy común que el mozo traiga la cuenta dividida por comensal (a cada uno le entrega una), con un detalle de lo que consumió, el impuesto que tiene que pagar y el lugar para dejar una ‘propina’. En la Argentina esta situación es mucho más rara. Por otro lado, en China por ejemplo la tradición es que la persona mayor (en edad) del grupo suele hacerse cargo de toda la cuenta, pero incluso mientras escribo estas líneas, me pregunto: ¿estará bien sacar una conclusión de este tipo en un país que tiene 1.400 millones de habitantes?

Ahora, algunas conclusiones del trabajo.

  1. Cuando a cada comensal le preguntaron qué modalidad de las cuatro preferiría (antes de saber cuál le correspondería a ella o él), más del 80 por ciento contestó que preferiría pagar en forma individual.
  2. El trabajo muestra sin embargo, que a quienes les tocó dividir la cuenta en partes iguales, cada uno de ellos se aprovechó de la situación y trató de minimizar su pérdida personal, pidiendo más platos y de mejor calidad.
  3. Como era esperable (creo), cuando uno paga su propia parte, come menos y platos más baratos. En promedio, los participantes ordenaron 1.67 platos.
  4. Si se trataba del segundo caso (dividir la cuenta en partes iguales), la cuenta total se incrementaba casi en un 40%.
  5. Para aquellos que no tuvieron que pagar nada (ya que los organizadores se harían cargo de la cuenta), tanto el número de platos como la suma total de la cuenta se multiplicaba —casi— por ¡tres!

Acá copio una figura del artículo original.

 

 

 

Sobre el eje vertical aparecen los importes totales de las cuentas pagadas (dice “Cost of the Meal”, “Costo de la Comida”). En el eje horizontal, las diferentes modalidades de pago: “Individual Pay” (cada uno pagó lo que consumió), “Even Split” (se dividió en partes iguales) y “Free Meal” (comida gratis). Como se ve, si el consumidor no tenía que pagar, en algunos casos la cuenta llegó a triplicar el valor promedio en el caso individual.

Una breve pausa para una pregunta mía: ¿la (o lo) sorprenden los resultados?

Sigo con las conclusiones. Por un lado es muy difícil extraer ideas finales o definitivas en el comportamiento y/o conductas que puedan aplicarse en casos generales sin tener en cuenta la multiplicidad de factores que las condicionan. Por otro lado, si bien es esperable que ante la oferta de pagar de acuerdo con el consumo individual o dividir la cuenta en partes iguales, los resultados muestran que:

  1. Ante la opción de elegir, cada uno prefiere pagar lo suyo;
  2. Si la cuenta se va a dividir, en general todos piden más cantidad de comida y de mejor calidad, aunque la consecuencia de este comportamiento sea que todos se vean perjudicados y pierdan eficiencia. Forzados a pagar todos lo mismo, la tendencia es sacar ventaja de los compañeros de mesa, y al intentarlo, se perjudican todos.

Notable, ¿no es así?

 

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