EVITA ILUMINADA

Historia de un ícono político, cultural y urbano

 

Dijo Bertolt Brecht: “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”.

En efecto, la obra de arte trasciende la creación meramente individual para convertirse en un hecho político y social, ya que luego de ser creada deja de pertenecer exclusivamente al autor, y no sólo es apropiada por quienes se identifican con ella sino que aparte es resignificada, como sucedió con los murales de Eva Perón en el icónico edificio del ex Ministerio de Obras Públicas de la avenida 9 de Julio, en la ciudad de Buenos Aires.

Por su enorme importancia en la escena urbana desde su instalación en 2011, cuando la inauguró la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la obra modificó las visuales de la ciudad tanto como el Obelisco en 1936.

La obra definitivamente instaló un ícono urbano.

Se trata de un mural aplicado que muestra siluetas de la figura de Eva Perón. Las imágenes en las caras Sur y Norte del ex edificio de Obras Públicas —que actualmente aloja a las carteras de Salud y de Desarrollo Social— son recreaciones de dos fotografías. La primera, que mira al norte y puede verse desde la avenida Libertador, corresponde a una Eva desafiante que dirige la palabra a su pueblo en el día del “Renunciamiento”. La otra se inspira en la fotografía de portada del libro La razón de mi vida, publicado poco después de aquel día de peso histórico. Se trata de una mirada complaciente, a favor de los sectores más desplazados de la ciudad, siempre al sur.

 

 

La imagen del "Renunciamiento", hacia el norte.

 

 

Para hacer posible los murales confluyeron, por un parte, la idea del escultor Alejandro Marmo y el diseño del pintor Daniel Santoro, y por el otro la decisión política de Cristina Fernández de Kirchner.

A Evita se la decide honrar en 2010 por representar la imagen de las mujeres en la lucha por sus derechos. Fue declarada “Mujer del Bicentenario” por medio del decreto 329 del 8 de marzo de aquel año, con el que se autorizó el emplazamiento de los dos murales.

Su anclaje superior está a unos 100 metros de altura y la obra, cuyo peso en conjunto excede las diez toneladas, fue realizada como siluetas de acero al cobre —un material que resiste la oxidación con el paso del tiempo y se utiliza en la ingeniería ferroviaria— en la ciudad de Avellaneda, suburbios en los que creció el proyecto industrializador del peronismo. Fue en la misma avenida 9 de Julio donde Evita recibió el clamor de su pueblo para aceptar la candidatura a la vicepresidencia que apenas días más tarde declinaría.

Los retratos estuvieron iluminados y enmarcados en los colores de la bandera argentina. Más tarde, durante 2015, la iluminación sería modificada, como un nuevo homenaje, para disponer una más artística que coloreaba la imagen de Evita con tonos tenues semejantes a los de las fotos originales.

 

En 2015, antes del apagón.

 

 

Torpes intentos para minimizar su visibilidad

Apenas asumido el gobierno de Mauricio Macri, se decidió apagar el sistema de iluminación que destacaba el mural en la vista nocturna de la ciudad. También dejó de realizarse el mantenimiento de la instalación y de sus componentes lumínicos. Así permaneció durante los cuatro años de esa gestión política. Nunca se dieron razones oficiales de la decisión a la que sólo se fundó informalmente en la necesidad de ahorrar energía.

Sin embargo, el mural y la figura popular que lo convierte en ícono no permanecería invisibilizado por aquella forzada oscuridad.

Fueron trabajadores de la Federación de Luz y Fuerza quienes organizaron la nueva iluminación de uno de los retratos. Fue durante unos minutos durante la noche del 7 de mayo de 2019, como homenaje en el centenario de su nacimiento. Tras sostenidas gestiones con diversos actores sociales consiguieron instalar un proyector en la terraza del edificio en el que funciona su sede, sobre calle Lima, a pocas cuadras del edificio de Salud y Desarrollo Social, y desde allí lograron esa noche iluminar el rostro de Eva que, desafiante, proyecta su espíritu de lucha sobre los trabajadores.

Desde entonces, una nueva imagen del mural pudo simbolizar en el escenario público un acto de resistencia.

Sin embargo, las cuentas no estaban saldadas entre las siluetas de Evita y su público, entre la obra y sus espectadores, entre el mural y sus significados. La obra reclamaba la reposición de su carácter materialmente monumental, estéticamente significativo y políticamente central.

Serán nuevamente los trabajadores organizados quienes lleven adelante los trabajos, esta vez secretos, que devuelvan al mural su iluminación.

La imagen de la Evita desafiante se encendió nuevamente, gracias a la tarea sigilosa de los empleados del Ministerio de Desarrollo Social y Salud, durante la noche del 27 de octubre de 2019, ni bien comenzaron a darse a conocer los resultados electorales favorables al Frente de Todos, la alianza electoral que conjugó las diversas expresiones del peronismo y otras agrupaciones políticas.

Esa noche los trabajadores lograron encender la parte del sistema de iluminación que todavía funcionaba.

Finalmente, dos días después de la asunción del Presidente Alberto Fernández, los ministros de Salud y de Desarrollo Social acordaron iluminar los murales nuevamente, en un evento público convocado bajo el título “Iluminada y eterna” al que concurrieron miles de ciudadanos, funcionarios y también los creadores de los murales.

Ahora sí, oficialmente, el rostro de Eva a cada lado del edificio del ex Ministerio de Obras Públicas volvía a encenderse, aunque sin poder recobrar su diseño original, ya que parte del sofisticado sistema de iluminación a colores que dotaba a las siluetas de una semejanza mayor a las fotos que las originaron fue desmantelado.

Miles festejaron el evento como un hecho cultural y político de relevancia histórica, y otros, no. El ex ministro de Cultura del gobierno de Cambiemos, Pablo Avelluto, manifestó: “¿No habría que sacar ese adefesio fascista de la Av. 9 de Julio? El edificio es nacional pero el campo visual es de los porteños. Tiene todas las taras fascistas: culto a la personalidad, desproporción, glorificación autoritaria. Que tengan lindo domingo”.

 

 

A media luz, por el mal estado del edificio tras la era Cambiemos. Foto Mario Carrasco.

 

Estos conceptos no fueron un hecho aislado o un simple exabrupto de un funcionario, quien lejos de retractarse ratificó sus dichos en una maratón mediática. Sin dudas fue también una expresión de deseo de un importante sector de la sociedad que acompañó al gobierno de Cambiemos.

Dice el actual asesor presidencial Alejandro Grimson en su libro Qué es el peronismo: “Así como la historia argentina no se puede comprender sin captar los significados del peronismo, tampoco es posible hacerlo sin entender los antiperonismos. Porque si bien en las ilusiones del peronismo es recurrente su identificación con la nación y con el pueblo, fuera del cual sólo quedaría un reducto oligárquico y cipayo, no se puede negar que el antiperonismo realmente existente ha representado por décadas un porcentaje muy alto de la sociedad argentina. Nunca menor a un tercio de los votos en cualquier elección, el antiperonismo se ubicó por lo general alrededor del 40% y obtuvo en algunas situaciones más de la mitad de los sufragios”.

Por eso, la lucha por recuperar los murales de Evita fue una verdadera batalla cultural, porque aunque se haya dado en un nivel micro puede ser leída como una representación de los conflictos y diferencias que nos definen como sociedad a nivel macro.

Decíamos más arriba que la obra de arte no pertenece sólo a sus creadores. Así como el magnífico trabajo de Marmo y Santoro fue posible gracias a la admirable decisión y determinación política de Cristina, su recuperación también se debe a la apropiación que los trabajadores hicimos de la figura de Evita en general y de esta obra en particular. Apropiación que hubiera sido imposible sin un colectivo que no sólo aglutine sino que esencialmente otorgue sentido a la organización y la acción colectiva. Esto refiere indudablemente al movimiento obrero organizado y, en torno a este caso específico, a trabajadores pertenecientes a uno de los gremios de empleados estatales.

Las siluetas de Eva Perón dieron luz una nueva obra, esta vez engendrada por la resistencia primero, la organización después y el festejo popular finalmente, en la que los trabajadores se convierten en artistas y crean —al recrearla— un nuevo hecho cultural.

“La obra (de arte) en sí puede aparecer en lugares inesperados y raros; y, una vez descubierta en un lugar nuevo, es muy probable que no vuelva nunca a recobrar su antiguo aspecto”. (Clark, 1981:19.)

Sin dudas estamos ante uno de esos acontecimientos, porque múltiples significados poblarán la simbología de esos perfiles en el futuro.

En el escenario político el mural apagado operará como la marca de la supresión de los ministerios de Salud y Desarrollo Social durante un gobierno de políticas que limitaban el ámbito de gestión del Estado a ser el garante de los beneficios de las élites. Sólo el retorno de un gobierno popular repuso la misión redistributiva e igualatoria del accionar del Estado y sus políticas, para evocar los ideales de Eva en materia de acción social y asistencia sanitaria, de salud pública y desarrollo humano. La dignidad de los empleados del Estado, su misión y su cohesión, denostada durante esos años, también preñará de contenido aquel evento.

El apagón sociocultural de lo popular también será desafiado por las imágenes iluminadas del mural. En efecto, la ideología antipopular de la gestión de Macri atentó en muchas formas contra la simbología igualitaria del peronismo y contra importantes políticas sociales y culturales como la del Programa Conectar Igualdad, la Televisión Digital Abierta (TDA), el parque de ciencia y tecnología Tecnópolis, la creación de las señal Paka Paka o la herramienta para terminar los estudios Progresar.

En adelante esas figuras icónicas del paisaje porteño se nos presentarán como aquel mural homenaje a Eva en su forma resignificada por los trabajadores, cuyo papel creador volvió a hacerla visible, iluminada y eterna.

 

 

 

Clark, T.J. (1981): Imagen del pueblo. Gustave Courbet y la Revolución de 1848, Barcelona, Editorial Gustavo Gili S.A.

 

 

* Publicado en Kranear.

 

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