Cuando la colimba es la guerra

Rechazo al servicio militar obligatorio, la otra cara de la militarizada sociedad israelí

 

Cada vez que comienzan una campaña electoral en la Argentina surgen candidatos que tratan de captar votantes diciendo que es necesario hacer algo por la seguridad, en una espiral interminable y archiconocida que incluye la intención de regenerar el triste, célebre, caduco y mortal servicio militar obligatorio. Sin fundamentos ni datos históricos, sin antecedentes que justifiquen esa aberración de consecuencias conocidas, los candidatos insisten en restaurar la colimba (“corre, limpia y barre”, sin que la metáfora sea atenuante). El argumento es hacer algo con los jóvenes, sugiriendo que los cuarteles militares cumplen una función social y educativa.

Las discusiones van y vienen, y, como los datos de la realidad son contundentes, no pasa más allá la demagogia de los nostálgicos del autoritarismo, que prefieren el llamado de las armas frente a la auténtica y probada acción política para acceder a estudios universitarios y atacar las consecuencias de la pobreza y sus evidentes males.

El principal argumento para avalar la vieja propuesta del servicio militar obligatorio (en adelante, SMO) no está dentro de las necesidades ni urgencias: la Argentina no tiene hipótesis de conflictos militarizados a corto plazo, ni dineros para sostener una estructura semejante. La historia del nacimiento como país y los hechos militares desde inicios del siglo XX actúan también como amortiguación ante esa propuesta porque ya está internalizado su resultado en términos de daños y retrocesos, por lo hecho en seguridad interior y por la persecución a personas que eran visualizadas como enemigos sólo por no estar de acuerdo, por tener diferentes ideas, por ser percibidas como obstáculos políticos o simplemente por la ocurrencia de algún autoritario con poder de fuego.

Mientras hubo SMO, quienes más sufrieron las arbitrariedades de esa esclavitud camuflada fueron los conscriptos, sin posibilidades de salir de esa situación anómala en el compendio de legislación retrógrada, que sólo encontraba entusiastas defensores entre las personas militarizadas, sus allegados y en aquellos que no eran incluidos en esa formación militar sin profesionalismo, para beneficio propio y al solo efecto de sostener una estructura con mano de obra barata, para limpieza y mantenimiento de las propiedades militares y del personal jerárquico, que no encontraba mejores empleadores para obtener ingresos dignos y desarrollo personal profesional.

En algunos países aun hoy se emplea esta carga pública con la excusa de defender su soberanía. Pero los casos más graves se encuentran en las naciones en que la obligatoriedad de militarizarse está ligada a un conflicto bélico real.

Hay países con servicio militar obligatorio, otros donde la incorporación de ciudadanos depende de la cantidad de reclutas voluntarios o de que exista una emergencia nacional. Algunos territorios soberanos no cuentan con fuerzas armadas y dependen de los tratados firmados con otras naciones para su protección, y hay países con fuerzas militares en cantidad mínima, sin un ejército permanente.

Entre tanta variedad de situaciones, son menos de un tercio los países del mundo que siguen imponiendo un servicio militar de reclutamiento obligatorio, que prepara a los jóvenes para disponer de tropas para sus fuerzas armadas en cualquier momento y ante un eventual ataque externo. Tal es el caso de Ucrania y de Israel.

Según marca la ley vigente, en Israel todos los ciudadanos judíos, drusos o circasianos tienen que responder ante el llamado al servicio militar a partir de los 18 años de edad, incluidas aquellas personas que tienen doble nacionalidad. Para los hombres, el período mínimo es de 36 meses de servicio, mientras que las mujeres deben cumplir un mínimo de 24 meses. Después pueden continuar su formación voluntaria y luego incorporarse a las Fuerzas de Defensa de Israel, o se quedan en reserva hasta cumplir los 51 años. Los reservistas siguen actualizándose y entrenando cuatro meses al año.

Las personas exceptuadas al SMO son los árabes, cristianos, musulmanes y ultra-ortodoxos, como también las mujeres religiosas, jóvenes israelíes de menos de 16 años que habitan en el extranjero, o aquellos considerados no aptos por motivos médicos, ya sean físicos o mentales.

Algunos ciudadanos considerados aptos para el Estado de Israel pueden negarse a ser soldados por objeción de conciencia o porque su adscripción religiosa lo prohíbe. No hacer el SMO tiene pena de cárcel por desobediencia.

Organizaciones internacional de defensa de las libertades cívicas y de los derechos humanos como Amnistía Internacional tratan de accionar para que se reconozcan y se cumplan los derechos a la libertad de pensamiento, conciencia y religión tratados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU.

Un cuarto de los países del mundo aceptan que sus ciudadanos tengan doble nacionalidad en forma simultánea, lo que implica que estas personas están atadas jurídicamente a ambas naciones, tanto en derechos como en deberes. Los distintos casos y sus consecuencias los explica en detalle el periodista Jorge Orduna en su investigación De eso no se habla, lo que hay detrás de la doble nacionalidad de los argentinos.

La mayoría de los argentinos que viven en Israel tienen las dos nacionalidades, por lo que cuando son residentes en ese territorio tienen la obligación de cumplimentar el SMO como cualquier israelí de pleno derecho.

Uno de los casos que se ha informado hace días es la desaparición en la Franja de Gaza de una joven de 19 años de nacionalidad israelí y española que se encontraba en Israel cumpliendo con el SMO. Parte de su familia habita en España mientras que la joven y su madre residen en Israel, motivo principal por el cual tuvo que acudir al entrenamiento militar que le correspondía por edad y situación personal.

En España, la obligatoriedad del servicio militar se suspendió en 2001 de forma oficial. No obstante, “todos los civiles tienen el derecho constitucional de poder participar en la defensa de España” voluntariamente, tal y como indican las Fuerzas Armadas Españolas en sus leyes reglamentarias vigentes.

 

Solo y sin ser escuchado en su país

Recién cumplió 18 años y ya fue reclutado como soldado obligatorio, aunque la historia breve de Tal Mitnick se presenta como un caso testigo, ya que hay varios más aunque permanecen en las sombras para resguardo o como estrategia de las autoridades políticas para que no se repliquen esos “malos ejemplos”.

Mitnick rechazó el reclutamiento en el Ejército en protesta por la guerra de Gaza y la ocupación de Palestina, por lo que fue condenado hace 10 días por un tribunal militar a “un mes de reclusión en una prisión militar”. Así lo informó la organización Mesarvot, que brinda apoyo y asesoramiento jurídico a los llamados refusenik, israelíes que rechazan el servicio militar.

Desde que empezó la ofensiva israelí en Gaza el 7 de octubre, tras el ataque de Hamás, se movilizó a más de 460.000 reservistas en un esfuerzo militar sin cuestionamientos ciudadanos. Una mayoría se expresa favorable a las acciones militares ante el objetivo de erradicar a Hamás de la Franja de Gaza, gobernada por esa parcialidad dentro de las fuerzas políticas palestinas.

Hay un creciente nacionalismo y quienes se definen contrarios a la vía militar son criticados o acusados de traidores. Así y todo, una minoría alza la voz dentro de Israel en protesta contra la guerra y expone argumentos políticos, como el asedio sobre Gaza o su oposición a la larga ocupación militar israelí sobre los territorios palestinos.

Tal Mitnick nació en Tel Aviv, y participó activamente en protestas anti-militaristas. Al ser llamado al SMO, de casi tres años para los hombres, rechazó vestir el uniforme a fines de diciembre y fue condenado a un mes de prisión. El joven rebelde salió de la cárcel el 18 de enero y ahora deberá cumplir otro mes en prisión, lo que podría repetirse tantas veces como sea llamado a filas por el Ejército y se niegue a ir.

 

Nimrod Flaschenberg, portavoz de la organización Mesarvot, apoyó a otros desertores años atrás. Desde que comenzó la actual crisis en Gaza, Mitnick es el primero en negarse de forma abierta, pública y argumentada a cumplir el SMO por razones políticas, aunque “otros cuatro o cinco jóvenes están esperando el llamado fehaciente para oponerse a realizar el SMO en los próximos meses”, señala Flaschenberg.

Mitnick alegó como motivo de su decisión la dura ofensiva israelí en Gaza –donde los palestinos muertos superan los 32.000 y se cuentan oficialmente 70.000 heridos– y su decisión fue ante la evidencia de “la opresión que sufre el pueblo palestino a diario”, aseguró meses atrás en una de las primeras protestas en Tel Aviv contra la guerra, en las primeras semanas del conflicto.

Este caso trascendió a nivel internacional, pero tiene poco impacto en la sociedad israelí, donde su postura es minoritaria y tiene gran rechazo, sobre todo entre sus pares jóvenes, muchos convencidos de la obligación de hacer el servicio militar, una percepción que se afirmó aún más con la militarización derivada del conflicto en la Franja y la lejanía frente a las historia de padecimientos de los judíos por parte de los nazis y su actuación política, sus ideas de exterminio y la violencia y persecución en ese período del Holocausto, los crímenes y el genocidio que ensombrecieron a toda la humanidad.

“No ir al Ejército no es nada común y la población ve el servicio militar como algo habitual”, dijo Tal Mitnick, quien lamentó que la sociedad israelí esté “tan militarizada”. Este joven que ya se visualiza como un referente de las ideas anticolonialistas plantea que la única salida a la guerra en Gaza es una tregua que pare los ataques y la destrucción y que incluya la liberación de los rehenes israelíes que siguen cautivos en manos de Hamás.

“Algunos me llaman traidor, dicen que soy un insumiso, pero al fin y al cabo este es mi hogar y el único que he conocido. Estoy trabajando por mi seguridad, la de mis vecinos y la de la gente de Cisjordania y Gaza. Solo quiero seguridad para todos nosotros”, concluyó Mitnick.

 

"Toda la violencia que hemos visto en los últimos 70 años no ha solucionado nada", afirma Mitnick.

 

Los insumisos

El Ejército tiene un comité de objetores de conciencia que sólo suele conceder exenciones por motivos religiosos a judíos ultra-ortodoxos que se dedican a estudiar la Torá. A principios de 2023, Amnistía Internacional denunció el caso de Yuval Dag, otro refusenik de 20 años que se declaró objetor de conciencia y que fue acusado de desobediencia por el Ejército y condenado a 20 días en una prisión militar.

En 2003, un grupo de pilotos de la Fuerza Aérea israelí provocó la furia nacional cuando se negó a participar en operaciones en Cisjordania y Gaza por considerar los ataques sobre estos territorios ocupados como “ilegales e inmorales”, en la llamada Segunda Intifada.

Antes de que lo encarcelaran por segunda vez por reiterar su negativa a combatir en Gaza, Tal dijo: “Más violencia y más sangre no van a arreglar nada”.

Luego del 7 de octubre, las imágenes de muertes de víctimas israelíes recorrieron el mundo y se le sumó el dato de los secuestrados utilizados como rehenes, para ser canjeados en negociaciones o utilizados como escudos humanos. A las personas fallecidas se les suman 239 secuestradas por los extremistas. Ante el ansia de justicia de un amplio sector de la población, el gobierno israelí inició una operación militar que fue considerada “desproporcionada” por organismos internacionales.

Hace pocos días Mitnick fue entrevistado por un corresponsal en Tel Aviv y allí se difundieron algunas definiciones. “Tomé la decisión cuando me di cuenta de que mi conciencia no me permitía tomar parte en las acciones y en las ideas contra los palestinos. No podía participar en la ocupación ni en un organismo que cree que la violencia es la manera de solucionar los problemas”.

En la cárcel militar fue sometido a una dura disciplina militar, lo obligaban a realizar guardias prolongadas y entrenamientos físicos extremos, pero dijo que prefiere volver a vivir ese castigo antes que combatir en “una guerra absurda que sólo provoca dolor y víctimas y daño innecesario”.

“El conflicto entre israelíes y palestinos –dice Tal– evidencia que mi postura es acertada. Toda la violencia que hemos visto en los últimos 70 años no ha solucionado nada. Necesitamos cambiar y el único cambio que vemos es hacia más violencia”, reflexionó.

Mitnick también se encarga de aclarar que su postura no significa que apoya la violencia de Hamás. Por el contrario, la rechaza vehementemente. “Los ataques fueron horribles y totalmente injustificados; todos en Israel han perdido a alguien más o menos cercano, pero no podemos permitir que ese dolor resulte en un sentimiento de venganza, no podemos permitir que el ejército haga lo que Hamás nos hizo a nosotros, no podemos dejar más familias en el dolor”, afirma.

Podría evitar una segunda condena alegando “problemas mentales”. Sin embargo, considera que ese camino fácil sería degradante para su integridad, porque sus convicciones no son una afección mental. Así mismo, considera que pronto muchas personas se sumarán a su postura: “Que el gobierno envíe a toda esa gente a morir por nada no va a traernos ninguna seguridad y estamos viéndolo con más soldados y civiles que mueren cada día. Hamás no se está debilitando. ¿Qué sentido tiene esta guerra aparte de la venganza?”

Antes de esta crisis, los objetores de conciencia al SMO en Israel eran encarcelados a repetición por 30 días tantas veces como se negaran a obedecer las órdenes. En la mayoría de los casos, luego de un confinamiento de 100 días eran desestimados y liberados, no volvían a convocarlos y los declaraban personas no aptas para la tarea militar.

Algunas voces pro-Palestina han cuestionado los elogios que recibe Mitnick, sugiriendo que negarse a participar en la masacre de civiles es lo menos que se puede esperar. “Aquí hay una enorme consecuencia social por negarse a servir –dice–, especialmente si se lo hace públicamente. La sociedad israelí está tan militarizada que la mayoría de las conversaciones comienzan con ‘¿dónde serviste?’ o ‘¿dónde estás sirviendo?’. Cuando dices que no hiciste el SMO se abre una brecha. Estoy pagando un precio por esto. Nací en Israel, no elegí vivir aquí. Tenemos una prueba a los 18, el país y el sistema nos ponen a prueba para ver si seremos cómplices. Elegí no serlo”.

La vida en prisión, para Mitnick, ha sido dura. “Te tratan como a un soldado dentro de una cárcel militar”, dice. “El personal no se llama guardias, sino comandantes. Parte del día lo dedicas a formar fila durante horas mientras te hablan. Luego comes, limpias la habitación y a veces hay descanso. Así todos los día, una y otra vez”.

No hay acceso a información. A veces se puede ver algún noticiero de TV pero la información es filtrada y segmentada. “La única fuente regular de noticias es el diario de derecha Israel HaYom”. Los medios de Israel prácticamente han ignorado a Mitnick y a personas y organizaciones con posturas críticas a la militarización, a la matanza y ocupación en Gaza, así como a los organismos o líderes mundiales que tienen posturas diferentes. Lula de Brasil, por ejemplo, ha sido declarado persona no grata por la administración del Estado de Israel al decir que en Gaza se está concretando un genocidio a cielo abierto.

“Los medios de comunicación están tratando de fabricar cada vez más consenso para matar y masacrar”, explica Mitnick. “Si muestran mi opinión, sugiriendo que hay otra manera, socava lo que está haciendo el gobierno. Me llaman traidor. Durante mucho tiempo y todavía hoy el discurso habitual que oímos es que necesitamos un ejército fuerte contra el terror”.

Los objetores de conciencia en el país son muy pocos e Israel se niega a reconocerlos como tales. El Estado no tiene un protocolo de actuación para proceder coherentemente con los objetores. Como casi todo lo que molesta y se desconocen las consecuencias a futuro, la manera habitual de tratar este aspecto de la crisis política es negarlo, ocultarlo, prohibirlo e intentar ocultar las repercusiones públicas.

 

En Gran Bretaña también

El veterano de guerra Ben McBean, que perdió un brazo y una pierna en Afganistán por la acción de una mina terrestre, dijo la semana anterior que los británicos tendrían que resistirse a ser llamados a luchar contra Rusia. Esto ocurrió después de que el jefe del ejército planteara que se debería “movilizar a la nación” y preparar un “ejército ciudadano” para la guerra.

El general Sir Patrick Sanders, hasta hace poco jefe del Estado Mayor, dijo que el Reino Unido debería “entrenar y equipar” un “ejército ciudadano” para preparar al país para la guerra terrestre. Y agregó que incluso eso sería “insuficiente” para lo que hace falta en Europa por los conflictos vigentes y las posibilidades de acrecentarse.

Pero el ex marine real Ben McBean, de 36 años, criticó la sugerencia y contestó que el SMO es “la idea más estúpida y retrógrada”, y calificó al general Sanders de “tonto”. Criticó los bajos salarios, las malas condiciones laborales y la pésima atención brindada a los veteranos por el ejército, lo que da a la gente pocos incentivos para alistarse por su propia voluntad.

 

 

 

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