Epuyén, el espejo que anticipa

“Recibimos los boletines de calificaciones de Camilia y Uriel cuando ya no estaban"

El brote de hantavirus registrado en el noroeste de Chubut entre fines del año pasado y principios de 2019 puede analizarse hoy como el espejo que anticipó la crisis financiera y de gobernabilidad que atraviesa esa provincia patagónica, así como un caso muy concentrado de deterioro masivo y acelerado de las condiciones de vida de todo un recorte territorial.

A ocho meses del último caso de muerte por hantavirus en la región, un grupo de vecinxs que sufrió ese golpe narró la tragedia personal, familiar y colectiva de modo que permite identificar los mecanismos y los daños de la ejecución del modelo neoliberal y el retroceso del derecho a la salud. Pese a que  los gobiernos provinciales de Chubut y Neuquén se resisten a afrontar esta enfermedad en términos regionales, la necesidad de base de una estrategia con ese carácter se confirmó en los hechos durante un encuentro abierto que se realizó en Villa La Angostura el 5 de septiembre, organizado por el área programa que comprende los centros de salud en barrios y áreas rurales del hospital público local.

Dos vecinxs compartieron la sala de internación en Esquel separados por una cortina; se conocían la voz pero no sus gestos hasta que compartieron el viaje desde Epuyén a Villa La Angostura. Un hombre joven perdió a su pareja, aulló su rabia encerrado en su casa hasta que salió hace unas semanas para marchar exigiendo un nuevo hospital para el pueblo y ahora para brindar este testimonio. “¿Para qué contarlo?”, cuestionó el joven de la sala de internación a su cuñado, el que se encerró; estuvieron uno al lado del otro en el panel y, a continuación, la mujer de la voz detrás de la cortina de la internación en Esquel. La voz de esa mujer arrastra las secuelas del daño en sus cuerdas vocales de 20 días de intubación.

“¿Cuánto es mucha fiebre?”, le preguntó su amiga, compañera de estudios y de oficina en el último intercambio de WhatsApp, contó la mujer que trabajaba como administrativa en el área de Desarrollo Social del municipio; la misma que un día se dio cuenta de que no podía seguir haciendo copias de los certificados de defunción de sus vecinos como si estuviera anestesiada. Algunos de esos trámites eran de adolescentes, estudiantes de un profe que para dar su testimonio dejó el corte de ruta en protesta por la represión a sus compañeros y en demanda de la regularización de los salarios atrasados.

Con poco más de 4.000 habitantes, la trama de la vida y la urdimbre de la muerte se tensó durante el último brote de hanta en Epuyén. Un hombre calmo, nacido y criado en el lugar, con 26 años de experiencia como enfermero y 57 de vida, contó uno por uno los 34 casos de personas que adquirieron el virus, de los cuales once perdieron la vida. La catarata de datos y experiencias permite identificar al menos los rasgos generales de los comportamientos individuales ante el abandono estatal, las prácticas institucionales del sistema de salud pública en cada caso, la perversidad de las burocracias estatales, el ocultamiento de la naturaleza profunda de la crisis sanitaria y la negación de los daños que atraviesa a toda la población hasta el presente.

Todo dicho y explicado a personas que, 250 kilómetros al norte, sobre la misma cordillera, viven en tiempo de descuento la posibilidad de que se produzca una explosión del número de ratones nativos que transmiten la cepa Andes del virus del hanta, sin que hasta el cierre de esta edición el gobierno provincial anuncie algún plan ni de contingencia ni de fondo. La floración masiva de la caña colihue ofrece una altísima disponibilidad de alimento para la fauna nativa, entre ellos el ratón colilargo que transmite el virus. De todos modos, no hay relación directa entre casos de hanta y ratada, como se vió en Epuyén donde el brote se produjo sin aumento explosivo de la población de roedores transmisores y en eventos anteriores en la región desde 1995 en adelante.

 

 

Vaciamiento del sistema público

“No teníamos ni barbijos. Los que habían eran viejos, sobrantes de la emergencia por la erupción del volcán Puyehue (Chile, julio 2011). Los recursos recién empezaron a aparecer después del 28 de diciembre”, resumió Jorge Rubilar, director del hospital. El primer caso se registró el 2 de noviembre, según el análisis del registro epidemiológico. Hace recién un mes que ese establecimiento cuenta con laboratorio de análisis químicos; durante la emergencia debían viajar hasta Lago Puelo (a 35 kilómetros) con las muestras, perdiendo medio día vital ante un caso positivo.

El 9 de diciembre murieron tres personas internadas en Esquel. Pocos días después el gobierno de Chubut lanzó la temporada turística de verano desde Epuyén.

El 23 de diciembre murió Loreley Valle (30 años). Cinco días después, Facundo Quintero (40), su compañero, juntó fuerzas y fue a una reunión pública con funcionarios provinciales a saber por qué. “Hoy sé por qué hubo tantos muertos: porque negaron la evidencia científica que asegura que existe el contagio persona a persona, a través de lo que llaman el contacto estrecho. Una nena de 12 años preguntó a un funcionario de salud si ella podía contagiarse porque acompañó en la ambulancia a su prima que había fallecido. Le aseguraron que no”. Las autoridades sanitarias de Neuquén no lo niegan, pero omiten decirlo claramente, según señaló Facundo después de leer el folleto institucional “#ElegiInformarte”, bajo el slogan “Juntos podemos más”, distribuido en el encuentro.

Sebastián Valle tiene 28 años, ojos húmedos y mirada clara. Se recibió recientemente de enfermero y adquirió el virus, así es que mira el conflicto desde adentro del sistema público y como sobreviviente. Su familia fue arrasada; murieron su padre y dos hermanas. Después de sepultar a un familiar, el 24 de diciembre, se tiró a dormir como para siempre. Cuando se despertó sintió fríos sus pies, tenía fiebre. Estuvo internado seis días en Esquel, con la sala de terapia desbordada y una sala improvisada sin mínimas condiciones de aislamiento. “No se puede trabajar así. Entrábamos a la terapia a visitar a los enfermos sólo con alcohol en gel, ni siquiera barbijo”.

 

Aislamiento gubernamental

Si Salud negó, el sistema educativo ignoró la crisis que sofocaba al colegio 774 de nivel medio. Con dos adolescentes y su portera muertos, se tomaron exámenes hasta finales de diciembre a los cursos de los chicos cuyos compañeros habían fallecido, contó Fabiola Salerno, 44 años, la mujer que compartió sala de terapia con Sebastián, cortina de por medio.

 

Fabiola Salerno y Sebastián Valle, sobrevivientes

“Recibimos los boletines de calificaciones de Camilia y Uriel cuando ya no estaban”, agregó Daniel Verderosa, profe de inglés del único establecimiento de nivel medio de la localidad, como Fabiola. Ambos integran la mesa de hanta local en formación, tarea a la que se dedicó Fabiola cuando salió de la internación, durante el lento proceso de recuperación de su cuerpo que le permitió dejar la silla de ruedas y reincorporarse a su puesto de trabajo en pleno paro y movilización de los estatales de Chubut. Los dos son, además, integrantes de la APDH de la comarca, que tuvo que sepultar a Robinson Cansino, uno de sus miembros, cuando todavía no llegaba la confirmación de los análisis desde el Instituto Malbrán, en Buenos Aires.

María Moreno está a cargo de Desarrollo Social desde el 1° de abril. Trabajó como simple contratada durante toda la crisis, que le pegó directo cuando volvió a su oficina y estaba vacío el escritorio de Loreley, su amiga, la de la consulta sobre la fiebre alta por WhatsApp. Abrazó y lloró junto a Sebastián Valle y tantos otros probablemente ya con el virus adquirido. “En ese momento te olvidás del contacto estrecho, de la posibilidad del contagio respiratorio, de ese metro de distancia del que hablan los especialistas”. María tuvo que tramitar el servicio fúnebre para su amiga; el responsable tomó los papeles y le dijo: “¿Me está cargando?”, tirándole los papeles. “No entendía qué le pasaba, hasta que me dijo: Esta chica hace una semana vino a hacer este trámite para su papá”. El fin de año permitió camuflar el cierre de las oficinas públicas bajo la figura del asueto; muchos empleados se tomaron la licencia, otros presentaron certificado psicológico. “La población entró en pánico. Cuando la cochería me dijo a partir de ahora los cajones van sin cargo al municipio no supe que hacer, pensé que enloquecía”.

Ayelén Markiewicz, residente en la provincia desde hace cuatro años, es trabajadora social del equipo de salud mental que se conformó durante la crisis sanitaria. “Fuimos la cara visible de salud en el peor momento”, por lo que debieron afrontar las tensiones con las 47 personas en aislamiento preventivo durante 45 días en Epuyén. El aislamiento respiratorio es una técnica eficaz, pero sin información clara previa y dispuesta con auxilio policial, fue resistida y cuestionada. “La prevención no es sólo el barbijo. Si hay lazos comunitarios hay que fortalecerlos y si no, hay que construirlos”.

 

 

El incendio y las vísperas

“Es muy complejo transitar el duelo en aislamiento”, advirtió Fabiola refiriéndose a algunos vecinos que no pudieron sepultar a sus seres queridos por prevención. Después de escuchar el conmovido y conmovedor testimonio de los siete vecinos, podemos asegurar que tampoco es justo ni sano que el colectivo de 4.000 habitantes del pueblo rural transite en aislamiento ese duelo. El trauma, los alcances del daño ocasionado por acción u omisión por parte del Estado y los funcionarios públicos requieren todavía una investigación profunda para determinar responsabilidades que den respuestas mínimas a los sobrevivientes y las familias de las víctimas fatales.

“No estabámos preparados. Me animo a decir que tampoco ahora estamos preparados, ni para el hanta ni para cualquier otra crisis”, coincidieron en distintos momentos como si hablaran de Neuquén, o de Villa La Angostura, casi casi como dueños de casa.

 

 

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