Ficción democrática

Una suerte de Estado paralelo organiza la convivencia social desde la clandestinidad

 

“Vivimos tiempos muy difíciles”. Quizá sea ésta la frase que más veces he escuchado en mi vida junto con“crisis económica”. En un intento por decodificarla para los tiempos que corren, se me ocurre afirmar que la dificultad del tiempo presente, por lo menos para la Argentina y Latinoamérica, consiste en la aparición de una “doble piel” democrática, un traje encima de otro, un maquillaje que oculta la superficie real de la forma de organización universalizada desde el comienzo de la modernidad y que llamamos “república”. El sistema republicano supone un contrato social y moral, un sistema de pesos y contrapesos, de premios y sanciones, de equilibrios y tensiones, de acuerdos, de consensos, de instituciones, para que su funcionamiento garantice la posibilidad de vivir en una sociedad pacificada, con derechos, libertades y también con los limites propios de la libertad individual toda vez que puedan interferir en el interés general o bien común.

El último invento del desbocado poder económico del hipercapitalismo neoliberal es construir una ficción o doble piel democrática donde por fuera todo parece funcionar pero por dentro los que mandan son los que tienen el poder real, ese que otorga el manejo de grandísimas masas de capital, de influencias y manipulación de la realidad. Se finge un interés de gobernar para el pueblo, de escuchar la manifestación libre y el debate de ideas, pero por detrás se monta una maquinaria de desvalorización de la política, y de persecución de aquellos/as dirigentes/as que pudieran mantener despierto al pueblo. Detrás de ese decorado de utilería, poco funciona democráticamente, sino que hay una suerte de “Estado paralelo” que organiza la convivencia social desde la clandestinidad según sus propios intereses y no los del bien común.

Esa ficción democrática se profundiza, logra que las masas populares pierdan interés por politizarse, por participar, militar y manifestar, que los dirigentes jóvenes o maduros sientan miedo de comprometerse por temor a ser perseguidos o encarcelados. Cristina Kirchner es en la actualidad el símbolo más potente del peronismo como motor de la participación popular, de la búsqueda de una comunidad organizada y democrática, de una sociedad igualitaria, con un Estado de Derecho sólido y con garantías de libertad de ideas y participación. Sin caer en idealismos, fanatismos o falsas imágenes, Cristina ha sido y está siendo perseguida por lo que hizo en sus períodos de gobierno, por lo que representa, y se busca que pierda entidad o representatividad en la política del presente y el futuro inmediato.

En esta democracia fingida, la proscripción está oculta atrás del decorado de “justicia contra la corrupción”. Cristina formalmente no está proscrita porque no hay prohibición explícita de que se presente como candidata, pero detrás de esa ficción se preparó una comedia que mantendrá firme una condena sin pruebas (es más, contra las pruebas de su inocencia) y le impedirá presentarse o asumir, en el caso de ganar. Esa comedia es interpretada por la cúpula de un Poder Judicial de utilería, desentendida hace rato de la Constitución Nacional, de la ética y las reglas; que parece de cemento pero es de cartón. Cristina sabe que la dejarán llegar hasta la línea de largada pero no le dejarán correr la carrera.

Para hacer caer esta democracia fingida, una brecha puede ser abierta por la manifestación popular, que es el sustento real de cualquier sistema republicano. A la vez, no hay que abandonar los caminos institucionales y el debate político porque una cosa no puede sustituir la otra. El juicio político por mal desempeño de funciones de Estado es una herramienta válida y legítima, así como hacer política y debatir para correr el velo de la ficción y construir democracia real.

El Frente de Todos no puede pensar en candidatos para 2023 sin antes desarmar esta copia falsa de democracia que nos llevaría a las elecciones más antidemocráticas y ficticias de nuestra historia, e hipotecará buena parte de nuestro futuro político y económico. Hay que hacer caer ese cortinado para que las próximas elecciones sean válidas.

 

 

 

 

* El autor integra el Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.
** Artículo publicado por el portal La Matriz Noticias.

 

 

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