Que le cueste el celeste

146.000 personas votaron a Amalia Granata en Santa Fe

 

“Soy feminista pero no de las que están de moda en la Argentina”, dijo Amalia Granata. ¿Y como qué feministas es Amalia? La historia de los feminismos está borrada, en los medios de comunicación la genealogía del movimiento salta de Alicia Moreau de Justo al Ni Una Menos sin soluciones de continuidad (el ejemplo es de Mónica Tarducci), como si, por otro lado, Alicia no hubiera estado en el primer 8 de marzo después del espanto dictatorial, en 1984, en una plaza del Congreso colmada de las feministas “de antes”, “no las que están de moda”, que cargaban carteles tan terroristas como los de hoy: “no a la maternidad, sí al placer”, “machismo es fascismo”, "no más muertes por aborto", "el placer es revolucionario".

 

La plaza del Congreso el 8M del 84

 

¿Y como las feministas de qué país es Amalia?¿como las Brasil que con el Ele Não casi dan vuelta el mapa político y tanto miedo les tienen que hasta las matan por negras, tortas y zurdas? ¿como las de Chile, indígenas, jóvenes pingüinas que tomaron todas las universidades el año pasado para reclamar por educación feminista (lease laica, sexual, científica) en todo el país? ¿como las de Nicaragua, que son la principal resistencia en el desorden general de una institucionalidad regresiva? ¿o las bolivianas del feminismo comunitario? Quizás Amalia piensa de forma transatlántica y se referencia en las feministas españolas que construyeron la huelga feminista más impresionante del mundo con las putas, las travas, las migrantas, o en las rusas que se organizan contra la violencia heterocisestatal, o quizás piensa en Miami, claro, piensa en esa abstracción que es Estados Unidos, donde hasta el feminismo liberal dominante acepta la autonomía de los cuerpos de las personas gestantes.

Más allá del ninguneo al feminismo popular y de su feminismo unicelular, hay una defensa feminista de Amalia Granata. Quede claro que ni uno de los 146 mil votos que sacó el domingo 28 de abril en las PASO de Santa Fe es de unx feminista. Como suele ocurrir, siempre hay alguien más ultra que una, o que Amalia, y hay quienes la corren por derecha o, mejor dicho, la corren por machismo a Amalia Granata. No les parece lo suficientemente antifeminsta, lo suficientemente chupacirios. Amalia se hizo conocida por contar en la TV que tuvo sexo con un cantante inglés y no le da vergüenza seguir contándolo: “todo el mundo me decía puta, y me la banqué. Más feminista que eso, imposible”. Incluso alguien se ocupó de hacer un díptico: de un lado una horda feminista en tetas famélica de fetos, del otro Amalia Granata en tetas posando para alguna revista heteroerótica del mainstream. Abajo dice: De lo que se quejan / lo que votan. Amalia vendría a ser una de las nuestras. ¿Qué pasó en el medio, qué la abdujo y se la llevó para siempre a celestelandia? Desacreditar a Amalia por puta es tan fascista como desacreditar a Carrió por gorda o a Bullrich por alcohólica. Es una estrategia argumentativa de cafetín porteño que habla más de quienes las denostan que de las personas denostadas. No es por gorda que Carrió es Carrió, ni por no saber modular que Macri es Macri, podemos ser mejores que eso.

 

 

Amalia Iris Sabina Granata es una periodista, política, activista y mediática argentina. Esto dice la wiki de Granata. Nos perdimos un cuadrazo, una defensora de los derechos de las trabajadoras sexuales, una mujer empoderada, hecha marca, una selfmade woman rosarina que sacó 145 mil votos sólo haciendo campaña en redes sociales y siendo su propia jefa de campaña. Luciana Peker en un texto de hace casi un año destaca el devenir señora de algunas bombas sexuales como génesis de su doble moral, se sacan los stilettos de fantasía con los que llegaron a ser tops y en el mismo movimiento que se calzan las chatitas con apliques de peluche cambian de mentalidad, de una reivindicación juvenil de la libertad sexual pasan a jerarquizar sus opiniones a través del conservadurismo moral. Sin embargo, Amalia lo dijo claramente: “no es por un tema moral que estoy contra la legalización del aborto, es por un tema humanitario”. Pues claro, nadie en su sano juicio afirma puertas afuera de su hogar que trabaja únicamente por suprimir derechos a quienes tienen capacidad de gestar, ni aceptaría Amalia que está en contra de ponderar el vínculo de la sexualidad de las mujeres con el placer en lugar de con la maternidad. No, el conservadurismo inventa todo un paseo retórico para justificar su posición antiderechos, lo hace Amalia apelando al humanitarismo y, en eso, se parece tanto tanto tanto al hada buena, María Eugenia Vidal.

Los 450.000 abortos anuales (la estimación es de un informe realizado por el Ministerio de Salud de la Nación en 2005) en el país serían responsables de algo así como una crisis humanitaria que estaría viviendo el país. Ni el modelo económico, ni la administración de gobierno que lo desarrolla. “Las mujeres son convertidas en símbolos de la comunidad, encarnaciones de la «cultura y tradición» de la nación y de su futura reproducción. (...) se transforman en espacios clave de las preocupaciones y el control religioso y político, porque ellxs se consideran custodixs de las normas y el honor familiar”, dice el informe Derechos en Riesgo del Observatorio sobre la Universalidad de los Derechos, donde también advierten que “en los espacios internacionales de derechos humanos, lxs fundamentalistas religiosxs ahora están operando con un mayor impacto, frecuencia, coordinación, recursos y apoyo”.

Si Granata devino antiderechos no fue por generación espontánea. La casi feminista de hace 15 años, la feminista de otra época, la postfeminista de hoy fue, como buena hija sana del patriarcado, convencida por esa lava silenciosa que emanan las principales organizaciones mundiales que trabajan de forma coordinada para conseguir la regresión de los derechos conquistados por las feministas, las diversidades sexuales, las organizaciones de Derechos Humanos. Desde la Santa Sede, hasta el Congreso Mundial de las Familias (World Congress of Families), las casi 20 mil iglesias evangélicas neopentecostales en toda América latina, hasta la Alianza mundial de la Juventud, entre otros tantos actores sociales, coordinan esfuerzos para conservar un modelo de familia que ellos consideran en riesgo por la diligencia de “la ideología de género” y ya tienen gran incidencia dentro de la ONU. No está sola Amalia, si alguien la abanicó para que se lance a la arena política es Mariano Obarrio, el periodista de La Nación agitador ultra de la clandestinización de los abortos voluntarios.

Pero ella elige, ni es títere de una confabulación mundial antifeminista ni mero instrumental mediático de la derecha que corre por derecha a la derecha. Como feministas reconocemos su capacidad para decidir sobre su propio cuerpo y su propia trayectoria, ninguna tonta. Cuando revisamos quién acompañaba en la lista a Granata el círculo se completa. El espacio pro vida que Granata representa, Unite por la familia y por la vida, que la llevó a ser la tercera candidata más votada para la categoría de diputadxs provinciales de Santa Fe está compuesto por una alianza electoral con los partidos Unite y Del Campo Popular. El referente de Unite, José Bonacci, proviene del Modin de Aldo Rico, partido por el que fue candidato a vice presidente en las elecciones de 2003 y aliado de Alejandro Biondini, del partido Bandera Vecinal.

 


Además de tener como compañero y cómplice a Bonacci, la alianza que encabeza Granata contra la desclandestinización del aborto está compuesta por el abogado católico Nicolás Mayoraz y un pastor evangelista llamado Walter Ghione. A pesar de la inmejorable performance, la divina trinidad no está pasando un momento armónico. Bonacci, en nombre de Unite, presentó la revocación de la candidatura de Granata diez días antes de las elecciones. Como ya era tarde para frenar el proceso, la candidata participó igual. Hasta el 12 de mayo, el Tribunal Electoral tiene plazo para definir si puede participar de las elecciones generales del 16 de junio. Cuando a Amalia le preguntan por qué intentan separarla del partido baja mil puntos en el feministómetro: "porque el representante del partido quiere que vaya su mujer de candidata".

La de la Granata postfeminista no es una posición política más entre otras posibles. Es una que aunque requiera de los aliados más minoritarios, la derecha de la derecha, representa a nivel local (junto a otros espacios como el de Cynthia Hotton o el de Silvia Elías de Pérez) la organización transnacional contra el avance de los derechos humanos. Así como la resistencia feminista es transnacional, también lo es su detractor. De allí que el discurso de la política Granata repita convencida aquello que para muchas parece chiste, que la educación sexual integral es un arma de la ideología de género para pervertir niños y niñas, que los obliga a disfrazarse a niñas de niños y a la inversa (siempre en contra de la inversión, del tipo que sea), que su propuesta es revolucionarios en la defensa de los valores frente a un proyecto postmodernizador que viene a aniquilar el mundo tal como lo conocíamos, una amenaza a la tradición, al orden natural de la familia asentado en la biología de los sexos. 

 

 

Una foto circuló en las redes. Granata se acerca a la mesa electoral, está vestida de blanco Alan Faena, un outfit que podría usar la hechicera que hace huertas. Un hombre de camisa azulada le marca el camino de la urna, es Nicolás Mayoraz, el abogado constitucionalista católico con quien comparte lista, conocido por intentar frenar en la Justicia ordenanzas y leyes destinadas a garantizar derechos sexuales y reproductivos, entre ellos la anticoncepción de emergencia o píldora del día después y parte de Abogados por la vida, ONG creada el año pasado.

La que espera parada junto a la mesa es María Pia Kohlbrenner. Pia es una profesora de yoga, comerciante, que hace un tiempo supo realizar partos respetados, y se ofreció como voluntaria para fiscalizar esa mesa, la 4266. Pia no pertenece a ningún espacio político partidario ni feminista, acompaña “las marchas desde el 24 de marzo de 1989”, cuando se fue a estudiar a Rosario y va a las de Ni Una Menos desde 2015, por eso lleva siempre su pañuelo verde y uno que de un lado es verde y del otro naranja (por la separación de la Iglesia del Estado) que ella misma confeccionó.

—¿Cómo fue ese momento, Pia?

—Estuve todo el día colaborando muy contenta, como se ve en la foto, al lado mío estaba la presidenta de mesa. Sobre el momento preciso en que viene Amalia Granata, te cuento que yo soy miope, estaba sin mis anteojos y cuando ella viene no la vi. Estaba prestando atención al padrón. Después cuando los compañeros de mesa me muestran la foto me doy cuenta de su cara seria. Sólo presté atención a lo que tenía que hacer, y ella se fue rápido. No se sacó foto con nadie. Igual nadie le iba a pedir porque tanto los otros fiscales como la presidenta de mesa no coincidimos para nada con las ideas de su partido.

—Ella dijo que que te pusiste el pañuelo cuando la viste.

—Ah sí, armaron un revuelo, no….yo siempre lo tuve puesto, solo me lo saqué a la tarde después del revuelo que se armó. Me preguntaron si era una provocación, yo dije “no, tachá el pro, es una vocación militante”. 

—Algunos argumentan que como había veda, no correspondía usar el pañuelo verde.

—El pañuelo verde no representa a ningún partido político. Por ahora no hay ningún partido con el pañuelo, no es como la boina blanca de los radicales o el pañuelo celeste, porque el partido de ella lo único que tiene es esta idea de las dos vidas. En su lista está ella, después un evangelista y después una persona del Opus Dei. En mi caso no hubo infracción, es más... me encantaría que en las próximas elecciones todas las autoridades lleven su pañuelo verde.

Soy “como Evita, que venía del espectáculo”. Se animó. “¿Cómo aprendiste de política?”, le preguntaron en TN, con un transparente tono burlón (TN queda progresista al lado de Granata). La respuesta: “en la calle, fui sostén de familia mucho tiempo, crié a una hija sola”. Como si supiera que esos son nuestras conquistas teóricas, se apropia de que cuidar y limpiar son trabajos, que la administración del hogar es economía, que hay política en las casas. ¿En qué fallamos las feministas que si bien en la calle somos un movimiento multitudinario, un actor social y político protagónico, a la hora de construir poder institucional son pocas las mujeres, lesbianas, travestis, trans que llegan y cuando lo hacen, muchas como la Granata, no lo hacen para defender los derechos de ellas mismas? Los feminismos han generado un piecito colectivo para todas las mujeres, un caudal argumentativo que incluso Vidal o Granata, o Hillary Clinton o Angela Merkel, o Elías de Pérez o Cristina Fernández pueden usar, pero las que ganan son la excepción, siguen gobernando los tipos. No todas sacan de un golpazo 146 mil votos. No digamos que es porque Amalia usufructúa su visibilidad mediática, no es solo eso, es porque usufructúa la espalda y el discurso que le da un movimiento global contra los derechos de las diferencias. ¿Y qué hacemos?

 

 

 

 

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