Rechiflao en mi tristeza

A cien años de Mano a mano, gema preciosa del cancionero popular

 

I

Dos o tres veces al año, motivado por un raro espasmo del espíritu, suelo sacar el Wincofón al patio de casa, y en un acto tan volátil como definitivo me entrego a la gran travesía: salpicar de tango al barrio entero. Este acto performático lo realizo a las 5:51 de la madrugada (hora en que murió mi viejo); el vecino de al lado no lo entiende (nunca lo entenderá), por eso los gritos de enojo, las puteadas olímpicas, el botellazo que retumba contra el techo; “pero a quien ha disfrutado por un instante un goce infinito ¿qué puede importarle la condenación eterna?”

Te soplo un secreto. Me estoy preparando para un nuevo atentado tanguero. En unos días y horas se cumplen cien años del alumbramiento de una de las gemas preciosas de nuestro cancionero popular: la primera grabación del tango Mano a mano en la voz de ese misterio que dijo llamarse Carlos Gardel, aunque si hubiera dicho que se llamaba Barrabás, María Magdalena, Lucifer o Cachito Campeón de Corrientes también le creeríamos.

 

Papito. Revista Sintonía, 1933.

 

II

En una suerte de ecuación patafísica, atando cabos entre el estudio discográfico de Gardel realizado por Nicolás Lefcovich, los libros de Osvaldo y Julián Barsky, más el de Miguel Ángel Morera, me tiro un lance con estas fechas: Mano a mano se grabó el 13 ó 14 de noviembre de 1923. La ecuación no es azarosa. Gardel y José Razzano, provenientes de una gira por Montevideo, llegan a Buenos Aires el 12 de noviembre, graban veinte canciones de los cuales catorce son interpretadas por el Morocho, y con la velocidad del lince el 15 de noviembre parten rumbo a España.

Para los obsesivos de su obra, más datos: la matriz de esta grabación es la 1.156. Catálogo 18.067. Las guitarras las pulsaron José Ricardo y Guillermo Barbieri.

 

 

 

III

Mano a mano tendrá una segunda versión grabada en España el 17 de diciembre de 1927. Si andás con tiempo, entorná los párpados y dejate llevar cotejando versiones. Notarás que el Gardel del 27 ya es otro, su canto adecentado logra espesor en el fraseo, y en cada gorjeo afina más que un motor Mitsubishi modelo 2023.

Alguna vez te lo dije, soy exotérico, por eso toda vez que lo escucho pienso, siento, que este muchacho hizo un pacto con alguien, digamos, con “algo transcendental”. Su muerte no fue gratis. Demasiada luz para este lado del mundo.

 

 

 

IV

La melodía de este tango parece haber nacido para que la silben las esquinas, pertenece a Gardel y a Razzano (algunos se la atribuyen a José Ricardo); nace a partir de la escucha de los versos de Celedonio Flores: “Me pidió que le escribiera alguna letra, y le llevé Mano a mano, que le leí yo mismo. Mano a mano entusiasmó a Gardel, y construyó su tango preferido. Tanto le gustó que luego me abrumaba a pedidos: ‘Che, Negro, ¿no tenés nada nuevo para mí?’

En nota para El Gráfico, Ricardo Lorenzo (Borocotó) entre preguntas de boxeo y otras yerbas se empecinó en conocer el motivo de inspiración al escribir Mano a mano.

–Es una historia cierta. Un amigo de aquellos tiempos de bohemia era cantor. Se llamaba Carlos Nunziatta. Una noche, ya de recalada, lo encontré en un boliche. “Vamos a tomar mate que te quiero contar algo”, me dijo. No me podía negar, pese a que yo sabía que ese muchacho estaba tuberculoso. Me dio no sé lo qué. Me faltó el coraje que antes había tenido en el ring. Y fui. En una piecita muy pobre y muy triste de la calle Junín me abrió su alma. Me contó de un amor que solamente vivía en él; y mientras me cebaba mate, yo escribía. Así salieron esos versos que aún se cantan… que sobrevivieron a quien me contó su historia y al que le puso música. El relato estaba tan impregnado de un dolor suave, sin reproches, que en dos horas escribí la letra de Mano a mano.

–¿Y la heroína…?

–No sé… quizás ella no se haya enterado.

 

Archivo Academia Porteña del Lunfardo.

 

 

V

En cuanto a la armazón de la letra, está construida por seis quintetos (estrofas formadas por cinco versos de arte mayor, con sus respectivas rimas consonantes), molde que seguramente tomó de los Romances de la Edad Media. Los versos son de dieciséis sílabas (hexadecasílabos), pero este asunto es puro tecnicismo, lo importante es el decir, lo discursivo, y acá digo que, si las letras de Discépolo son de una perfección temible; si Manzi entendió como nadie la canción ciudadana; si Cadícamo nos sigue enseñando el oficio de letrista; también digo que Celedonio Flores, el “Dueño del Parnaso rante”, es el autor que mejor comunicó una historia en tiempo de tango; zambullite en Margot, Audacia, El bulín de la calle Ayacucho, Canchero, Corrientes y Esmeralda, o Cuando me entrés a fallar, y a ver si me la podés desmentir. Y es que el “Negro Cele” ha sido alcanzado por el soplo divino del ritmo y la belleza, sus versos están vivos, repican, tienen gracia musical; basta oír “rechiflao en mi tristeza” para entenderlo todo. ¿Viste cómo suena? ¿Y esto otro? Y mañana cuando seas descolado, mueble viejo... Al interpelarte con esta última frase no busco que te detengas en la obviedad de lo condenatorio, o misógino de la frase, sino en el poder de la imagen, en la elección y ubicación de los vocablos. Y otra vez me viene el Discepolín de Esta noche me emborracho y la palabra "cascajo": “Que esto que hoy es un cascajo / fue la dulce metedura / donde yo perdí el honor”. La palabra “cascajo” es perfecta no solo por el ruido a hueco que produce, sino también porque a esta palabra como al personaje de la historia se le sienten las abolladuras. ¿Me entendéis, no? Cosa seria, estos quías.

 

VI

Lo cierto es que la creación de Mano a mano es el éxito mayor de Gardel, su despegue monumental, su tango preferido, y hay quien hiperbolizó el fenómeno afirmando que los dos mejores inventos de exportación argentina son la gomina y el tango Mano a mano.

Tanto fue el revuelo, que rápidamente instala un imaginario que entrará en diálogo no solo con el pueblo sino con otros creadores de la escena tanguera. En primera instancia, luego de años de circulación y una renovada conquista gracias a los cortos sonoros de Eduardo Morera, se busca apaciguar su circulación hasta que llega 1943 y se lo prohíbe por exceso de lunfardo. Viendo mermar sus derechos de autor y empujado por la editorial Pirovano, Celedonio accede a pasteurizar su letra. Esta “profilaxis” del lenguaje da como resultado un bodrio carente de gracia. Lo que originalmente era Rechiflao en mi tristeza, hoy te evoco y veo que has sido / en mi pobre vida paria, sólo una buena mujer (…) se convirtió en: Te recuerdo en mi tristeza y al final veo que has sido / en mi existencia azarosa más que una buena mujer (…). Se dio el juego de remanye, cuando vos, pobre percanta / gambeteabas la pobreza en la casa de pensión (…) quedó: Se cruzaron nuestras vidas, tu bondad y mi bohemia, / mi romántica bohemia, veinteañera y pertinaz (…)

No sé qué pensarás vos, pero siempre creí que las palabras azarosa y pertinaz las incrustó deliberadamente como burla al Comité censor de radiodifusión, o bien para que el pueblo (que a veces es sabio) perciba el horror, lo horrible que suenan las palabras escritas con guantes blancos. Te arrimo su única versión.

 

 

Lomuto - Rivera (versión pasteurizada, 1944).

 

VII

Seguila vos con estas otras versiones que te arrimo, por caso, analizando el interesante contrapunto de mujer que agrega Humberto Correa. Nina Miranda lo canta en respuesta a lo dicho por Roberto Lister: Yo no sé por qué estás triste y evocás lo que antes sido / con el filo de engrupirme que era una buena mujer, / si aburrida de tus tratos decidí dejar el nido, / porque me tenías cansada con tu beguén de engrupido / ¡Y decís que te he querido como no llegué a querer!

 

Con la orquesta de Racciatti (1952).

 

Ahora estas tres rarezas: por un lado, Contestación de Mano a mano, luego La Piba de Mano a mano con letra de Juanita Larrauri (atenti estudios de género), y ya al borde del paroxismo, la versión canturreada en Ídish por un parroquiano de YouTube.

 

Por Pepe Aguirre.

 

Por Juanita Larrauri.

 

En ídish.

 

VIII

Por último, la joya donde el Negro Cele y el Morocho dialogan antes de largarse a la novedad de los cortos sonoros dirigidos por Eduardo Morera. Pero como te contaba al inicio de la nota, se viene un nuevo atentado tanguero. Me esperan noches de puro insomnio, y ese día, sea 13 ó 14 de noviembre, a las 5:51 (hora en que murió mi viejo), mi corazón estará dispuesto para recibir el milagro.

Quien te dice lo vea llegar desde el fondo del patio, el pelo engominado, la sonrisa inmortal… y en una de sus manos la corona de espinas, en la otra los clavos de la pasión.

 

Así cantaba Carlos Gardel (1930).

 

 

 

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