Subrogación y guerra

La naturalización del alquiler de cuerpos y la producción, compra y venta de personas

 

En las portadas circulan fotos de familias emocionadas, habitaciones de hotel que parecen una nursery llena de bebes de Yoly Bell, mujeres uniformadas y sonrientes, estilo revendedoras Mary Kay, cargando bebés listos para entregar, flamantes padres y madres sonriendo a cámara con su nuevo hijo en brazos. La única sonrisa que no vemos en las imágenes es la de los bebés, aquellas personas que fueron gestadas por encargo, por el profundo deseo uno o más adultos de formar una familia con su misma carga genética. Tampoco se ven las sonrisas de las mujeres-incubadora, aquellas que “voluntariamente, como en cualquier otro trabajo que se elige”, dicen, han alquilado su cuerpo, sus hormonas, su tiempo y han puesto su capacidad de dar vida al servicio de terceros. Los titulares mediáticos tienen varios enfoques, pero todos parecen ver de manera romántica esto que llaman “técnica de subrogación de vientres”.

En un diario local leemos “evacúan a cinco familias argentinas que tuvieron bebés por vientre subrogado”, dando a entender que tener un bebé es lo mismo que encargárselo a un tercero. El artículo no indaga en la separación de esos bebés y sus madres biológicas, tampoco habla de lo que pasa en el cuerpo de estas mujeres luego de gestar y entregar a sus “productos”.

En España el diario El País habla de la “angustia” de las familias en proceso de vientre de alquiler por la guerra en Ucrania pero no dice nada de la angustia de las mujeres que debieron alquilar su vientre, parir en la guerra y entregar a sus hijos por dinero.

La BBC de Londres, en plena pandemia en 2020 publicó un artículo sobre los “bebés recién nacidos varados en un hotel en Ucrania cuyos padres residían en otros países y no los podían ir a buscar”. Este medio da por sentado que los padres son quienes pagan, estén donde estén. Nada dice de los bebés forzados a la orfandad ni de las madres biológicas dejando a sus hijos recién nacidos en un hotel.

Hace un año decenas de medios informaban una tristísima noticia: “Murió Sofía Sarkani a pocos días de ser madre”, naturalizando el hecho de que hubiera alquilado un vientre para producir una persona con sus genes, sabiendo que ella estaba enferma y que ese bebé sería separado de su madre biológica, para “cumplir el sueño de ser madre” según lo publicado.

Es difícil distinguir cuándo los medios somos formadores de opinión y cuándo reflejo de la sociedad. La historia del huevo y la gallina. Pero lo que seguro está ocurriendo es que cada vez se naturaliza más la producción de personas (hábilmente llamada “método de subrogación”) que desde mi punto de vista es, ni más ni menos, esclavitud maquillada de modernidad y libertad reproductiva.

 

 

He escuchado muchos argumentos a favor de la subrogación, de gente muy formada, que quiero y respeto. Casi todos dicen que no es lo mismo alquilar un vientre por necesidad que por “capricho”, como si la necesidad de un adulto suavizara el hecho de mandar a producir una persona, y me pregunto: ¿Quién puede definir cuándo hay una necesidad, un deseo o un capricho? Cada vez que me dicen esto me acuerdo de la frase de Oscar Wilde en el retrato de Dorian Gray: la única diferencia entre un capricho y un amor eterno es que el capricho dura más tiempo. Y entonces ¿por qué se necesita justificar el alquiler de vientres usando la palabra “necesidad” como algo imperioso, de vida o muerte? Desde mi punto de vista esto ocurre porque, en el fondo, cualquier ser humano sabe que algo de eso no está del todo bien. Si la subrogación fuera realmente inocua, a nadie se le ocurriría hacer una diferencia entre necesidad, deseo o capricho, básicamente porque el hecho es el mismo: una mujer gesta un hijo que deberá entregar al nacer a personas que ese hijo no conoce. Y todo eso está justificado por “el amor que tienen las familias para dar” y “el vacío que sienten al no poder concebir un hijo en sus propios cuerpos”.

Creo que el amor que tenemos para dar no justifica la producción humana ni impide el dolor de la separación madre-hijo, que está demostrado desde hace años por la medicina y la psicología perinatal. El Estudio de Bystrova del año 2009, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, el doctor Nils Bergman, la doctora Ibone Olza y tantas otras publicaciones médicas basadas en evidencia científica hablan de esto. Queremos creer que no hay daño si se hace “por amor” para evitar la culpa. Sin embargo, quienes saben de violencia y abusos también saben que se hiere, se golpea, se viola y hasta se mata por amor. Hoy está muy de moda decir “si te duele, no es amor” y no estoy de acuerdo, en todo caso habría que ver dónde ubicamos el amor y qué hacemos con él. Pero estoy convencida de que pensar que el amor no puede dañar es una mentira absolutamente inútil a la hora de librarnos de la violencia.

Una vez escuché al licenciado Gabriel Rolón contando un caso de su consultorio. Una paciente no podía dejar a su pareja violenta. Él le preguntó “¿por qué no te vas si te lastima tanto?” y ella le dijo “porque lo amo, nadie me cree que es amor, ni yo lo entiendo, pero te juro que es amor de verdad”, y Rolón le respondió: “Yo te creo que lo amás, te creo que es amor, pero no todos los amores merecen la pena ser vividos”. Esta anécdota me resonó muchísimo. Volviendo al tema de la subrogación, pienso: ¿Qué tan seguros estamos de que hacer gestar a una mujer un hijo que tendrá que entregar no implica dolor para ella y para la persona gestada? ¿El amor que tenemos para darle a una persona que imaginamos, el amor y el deseo profundo que tenemos por formar una familia, merece ser vivido a costa de vidas ajenas?

Rusia bombardea Ucrania. ¿Qué horror? Preguntémosle a un ruso que esté a favor de la guerra si no siente amor por su país, si no tiene buenas intenciones… Muchas guerras argumentan querer “reparar” lo que otros hacen mal, salvar a un pueblo de sus mandatarios crueles, poner orden donde hay caos… podríamos decir tantas cosas para justificar la miseria en la que hemos convertido este planeta pero, en vista a los resultados obtenidos, creo que lo único que deberíamos decir es BASTA.

 

* La autora es comunicadora y guionista. Referente en materia de parto y nacimiento respetados en la Argentina, feminismo y maternidad. Mamá de dos. @parimosconciencia

 

 

 

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