Tomala vos, dámela a mí

Jugando así es imposible ganarle a nadie

Cuando la Argentina pierde los mercados suben y cuando la Argentina gana los mercados bajan. Entiéndase por “Argentina” nuestra selección, pero otras interpretaciones mas amplias no invalidarían la regla.

El jueves 21, mientras los argentinos sufríamos los tres goles de Croacia que nos dejaban al borde de la eliminación del Mundial, los operadores de la bolsa local festejaban con una suba de 6% del índice Merval la clasificación a mercado emergente, resuelta por la empresa MSCI Inc. mediante un trámite de consulta tan desconcertante como los penales que cobra el VAR. El miércoles 27, en cambio, con los argentinos todavía afónicos de gritar el exquisito chanfle de Rojo que convirtió en gol el centro del Mercado bueno, el otro mercado se hundía casi 9%. El autor de estas líneas hubiera canjeado con gusto otra caída de dos dígitos del Merval, que sigue siendo un deporte para pocos, por un triunfo contra los franceses, aunque sea por penales, que hubiéramos festejado todos. Pero ni siquiera.

Desde el cierre del jueves 21, el Merval ha caído 16% en pesos (y ya acumula un derrumbe de más de 40% medido en dólares en lo que va del año) y el precio del dólar ha vuelto a superar con holgura los $29 pesos. Los mismos especialistas bursátiles que la semana pasada recomendaban apostar a las acciones locales, hoy mascullan contritos que los inversores “compran con el rumor y venden con la noticia”. Los clisés también cotizan en baja.

Entre el miércoles y el viernes de esta semana el riesgo país de la Argentina, que refleja la diferencia entre el interés que le cobra el mercado internacional de capitales a los Estados Unidos y el que le cobraría a la Argentina para financiarla mediante un bono a diez años de plazo, saltó 7% y llegó a superar los 600 puntos básicos. Es el nivel más alto de toda la era Macri, superior inclusive al registrado en agosto de 2015, cuando la presidenta era Cristina Fernández de Kirchner y el mercado todavía ignoraba si su sucesor sería Mauricio Macri o Daniel Scioli. En caso de que el gobierno de Cambiemos, cuyos funcionarios hasta hace poco alardeaban de conseguir financiamiento a “la tasa más baja de la historia”, pretendiera endeudarse a diez años, el mercado le exigiría por lo menos 9% de interés. Léase: por más que quiere, no puede. Inimaginable, claro, repetir la bravuconada de emitir un bono que dure un siglo, como el que pergeñó un año atrás el entonces Ministro de Finanzas, y ahora presidente del Banco Central, Luis Caputo.

Hace unos días Clarín se preguntaba en el principal título de su suplemento económico: “¿Por qué nadie vio venir la crisis argentina?” Vaya y pase que los editores del diario no lean las notas que unos cuantos nadies escribimos todas las semanas en El Cohete a la Luna. Pero podrían tomarse el trabajo de revisar la información sobre la economía argentina que las principales empresas de nuestro país difunden públicamente para cumplir las exigencias legales que les permiten cotizar en los Estados Unidos las acciones que MSCI incluirá en su índice de emergentes a partir del año que viene.

En la sección “Factores de Riesgo”, incluida en los formularios 20-F que dos de esas empresas, Telecom Argentina S.A. y Grupo Financiero Galicia, registraron en abril de este año en la comisión de valores de los Estados Unidos (U.S. Securities and Exchange Commission, coloquialmente apelada la SEC), cualquier persona con acceso a internet puede leer advertencias puntillosas sobre algunos de los riesgos que devinieron realidades un mes después. Las normas de valores de ese país le exigen a las empresas que la documentación entregada a los potenciales inversores matice el entusiasmo del marketing con la descripción de los peligros que los acechan. Una empresa negligente que omita informar los “factores más significativos que hacen que la oferta sea especulativa o riesgosa” puede ser demandada por los inversores que resulten perjudicados.

Por ejemplo, en abril Galicia alertó que “si el peso se depreciara significativamente contra el dólar, lo cual ha ocurrido recientemente y podría volver a ocurrir en el futuro, podría afectar la capacidad de las empresas argentinas de pagar puntualmente sus deudas denominadas en moneda extranjera, generar tasas de inflación muy elevadas, reducir significativamente los salarios reales y afectar adversamente a las compañías dedicadas a atender el mercado doméstico”. Y también remarcó el riesgo para el sistema financiero argentino de no lograr “mantener la confianza de los depositantes” porque “una situación económica adversa, aún si no estuviera relacionada con el sistema financiero, podría desatar un retiro masivo de capitales de los bancos locales por parte de los depositantes como un modo de proteger sus activos de potenciales crisis”. Las preocupaciones de Telecom son las mismas: “Teniendo en cuenta las condiciones económicas y políticas en la Argentina, no podemos predecir si el valor del peso se depreciará y en qué medida” pero “la economía argentina continúa experimentando elevados niveles de inflación... y si el valor del peso no puede ser estabilizado mediante políticas fiscales y monetarias, puede esperarse un aumento de la inflación”, además de que “la economía argentina podría verse afectada negativamente como resultado de... tasas internacionales de interés más altas, menos ingresos de capitales y mayor aversión al riesgo”.

Los U$S 15.000 millones del Fondo ya llegaron, MSCI ya declaró que la bolsa es emergente, los bancos argentinos ya compraron todos los BOTES y renovaron todas las LEBACs que les ofreció Caputo. No hay “buena noticia” que le alcance al gobierno para conjurar los riesgos que auguran, entre otros, Galicia y Telecom.

Mientras tanto el equipo económico insiste con lateralizar el juego. Dujovne le pasa bonos a los bancos que le devuelven pesos a Dujovne que se los entrega a Caputo que le devuelve letras a Dujovne y le pasa pesos a los inversores que le devuelven LEBACs a Caputo que le entrega dólares a los inversores que los patean afuera. Tomala vos, dámela a mí, y vuelta a empezar. Jugando así no se le gana a nadie.

 

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