Astucia y delirio

La insensatez triunfó sobre la sensatez impostada

 

La mejor manera de evaluar un gobierno es analizando lo que deja al finalizar su mandato. El efecto pendular de la cultura política argentina determina que se alternen en el poder los canallas y los ineficientes, aunque en realidad, en última instancia ambos reúnen las dos características en distinta proporción.

En los últimos mandatos, Mauricio Macri, corrupto insuperable, tuvo que cederle el timón a Alberto Fernández, quien impuso su estilo de administrar la cosa pública: tímido, temeroso, carente de imaginación, acomodaticio, procurando no pisarle los callos a nadie, cuyo único objetivo parece ser llegar a la jubilación en una pieza y que demostró una vez más las consecuencias de gobernar con cobardía, con la táctica de la cucaracha que se queda quieta cuando se enciende la luz. Se trata de no destacar, esconderse tras una retórica tranquilizadora, permitir que los poderosos disfruten de sus privilegios procurando no arruinarles la digestión de sus banquetes y aplaudiéndolos cada vez que dejan caer algunas migajas para los pobres y los empobrecidos.

La administración Fernández no tuvo la más mínima iniciativa para terminar con el terrorismo judicial que practica a cara descubierta esa asociación ilícita que llaman Suprema Corte de Justicia; para enjuiciar a Macri y sus cómplices por sus innumerables actos de prevaricación y de robo descarado, entre muchos otros crímenes; para enfrentar al FMI forjando alianzas con los otros países-víctimas de sus políticas depredadoras.

Es de una abrumadora tristeza que la clase política argentina sea incapaz de producir un dirigente mínimamente diestro, mínimamente honesto. Es verdad que la perversidad y la ambición desmedida de Macri hipotecaron al país e hicieron humo los préstamos criminales del FMI, terminando de demoler una economía ya precaria, pero cuando alguien se hace cargo del gobierno se hace cargo fundamentalmente de sus problemas y de la obligación de resolverlos. Nuestros políticos se inclinan más a utilizar sus puestos para resolver sus propios problemas.

Sergio Massa, un tipo con más ambición que conocimientos, más oportunista que inteligente, es un político menos que mediocre a quien Fernández nombró ministro de Economía a pesar de no tener los conocimientos ni la capacidad para el cargo o, tal vez, precisamente por eso. Honestidad también es no aceptar cargos para los que no se es apto. Sin contar con nadie mejor que estuviera dispuesto a agarrarla, Fernández le pasó la papa caliente y se retiró a hacer las valijas, feliz de que la pesadilla presidencial llegue a su fin para poder retirarse a alguna quinta del suburbio a tomarse sus mates y disfrutar de su condición de padre-abuelo.

Massa, que viene protagonizando el más absoluto fracaso como el economista que no es, se metió de cabeza en la competencia electoral y adoptó el mismo tono tranquilizador de abuelitas de su predecesor. Como era de prever, también en esto fracasó miserablemente.

El modelo Fernández, bien peinado y sin arrugas, que pone paños fríos a todas las injusticias del mundo, que pide esfuerzos para una mejoría que, todos sabemos, jamás llegará, produjo un hartazgo monumental.

Milei fue inventado y luego promocionado por lo más selecto de la prensa canalla, esa que está al servicio de los económicamente poderosos, y se benefició del soporte que los operadores de Macri le dieron en las redes sociales para la segunda vuelta. No sabremos nunca si Milei supo leer los signos que daba una sociedad descompuesta o si fue su perro muerto quien se los señaló, pero lo cierto es que capitalizó el descontento a su favor mediante la vociferación de un discurso en el que predominaron el insulto, los gritos, la amenaza de romperlo todo.

Massa ignora que la mayor parte de la gente no vota con la cabeza. La urgente necesidad de un cambio de rumbo ocultó a los votantes lo disparatado de sus promesas: legalización de la portación de armas, privatización del comercio de órganos, dolarización de la economía, entre otros muchos dislates que han probado ser ruinosos en todo lugar donde se los aplicó. La insensatez triunfó sobre la sensatez impostada.

En medio de ese batifondo, muy pocos le prestaron atención o le dieron crédito a las propuestas más razonables, medidas y probadamente inconducentes de su adversario. Por instinto, el electorado prefirió darle oídos, vítores y votos a un fanfarrón y provocador con claros signos de salud mental deficiente, pero que promete acción y un diluvio de dólares para calmar los pesares de la afligida población. La derecha tiene la ventaja de prometer lo que no piensa cumplir.

André Malraux mejoró la proposición de Alberdi cuando dijo que los pueblos tienen los gobiernos que se les parecen. Massa y, más exasperadamente, Milei, son espejos de parques de diversiones en los que la sociedad argentina, desmemoriada y políticamente indigente, debería mirarse.

No puede esperarse nada bueno del gobierno de Milei y sus nostálgicos de la dictadura. La sabiduría y el sentido común, junto con la capacidad de gestión y el conocimiento, están ausentes de la política argentina desde hace mucho tiempo y todo indica que seguirá así. La pobreza de los ciudadanos de un país rico que carece de verdaderos líderes sociales deja el camino expedito a tipos con ideas muy peligrosas.

Milei, no importa su apariencia, sus gritos, sus ademanes, no es un político con verdadera fuerza, es sólo otro dañino parásito trepador. Nada de lo que propone es nuevo, es el viejo pescado podrido de los neoliberales, en cuya boca hasta la palabra libertad suena sucia. Un acabado ejemplo de lo que decía Emile Cioran: "No son los fuertes los que ambicionan el poder, sino los débiles y lo consiguen mediante el efecto combinado de la astucia y el delirio". Ante este panorama, nos queda una sola certeza: Milei nos va a joder, otra vez, y otra vez habrá que resistir.

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí