El demonio chino

Despreciando al vecino, abrazando al Tío Sam

 

El constante patrullaje de Estados Unidos sobre la Argentina (el más reciente, esta semana, de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson) y las posturas disolventes del Presidente Javier Milei respecto de las construcciones de integración latinoamericana son puntas de una misma pinza.

La elección de Milei, ya anunciada en campaña, de elegir a Estados Unidos como su principal vector de política exterior, de lo cual deriva su alineamiento automático en cuanto escenario active el país del norte –sea la guerra de la OTAN contra Rusia, el apoyo a la política de exterminio de Israel sobre Palestina o las provocaciones a China–, va de la mano con la inacción, el desprecio y el insulto a los vínculos que nuestro país tiene con el espacio que debería ser la prioridad de la Cancillería: el entorno regional.

Aunque ya eran palpables antes del 10 de diciembre, luego del cambio de gobierno se han acentuado de modo ostensible las visitas de funcionarios de Estados Unidos al territorio nacional. El embajador Mark Stanley soltó su cadena y milita una agenda intensa. También la AmCham hace su aporte. Todas las presencias estadounidenses, de diversas agencias y organismos de su gobierno, tienen como objetivo último denostar a la “maligna” China, su rival del siglo, y enfatizar la amistad y el alineamiento occidental histórico –en “valores” compartidos– entre Estados Unidos y la Argentina, aunque en verdad son países que han sido grandes competidores desde el inicio de sus historias nacionales. Pero varios funcionarios y funcionarias de Milei tienen a Estados Unidos como modelo de vida.

Con esa ventaja, Stanley se mueve libremente para influir y avanzar en recuperar posiciones para Estados Unidos y hacer política en contra de China. La desarticulación de un espacio común latinoamericano va de suyo junto con esa estrategia.

Los encontronazos de Milei con sus pares regionales no se dirigen a cualquier dirección. Atacó a Lula da Silva y Brasil es parte fundadora de los BRICS, el armado geopolítico más desafiante del Occidente en retroceso, a cuya ampliación e invitación a sumarse el gobierno del libertario renunció apenas asumió, en la primera acción importante de política exterior; insulta a Gustavo Petro o a Andrés Manuel López Obrador cuando Colombia y México intentar ejercer gobiernos soberanos y desatar décadas de anudamiento tóxico con el norte; ni qué decir de las posturas hacia otros gobiernos como los de Cuba o Venezuela. Y respecto de armados regionales, por ejemplo CELAC o la UNASUR, el ex embajador argentino en la OEA, Carlos Raimundi, escribe en el sitio Tektónikos que, para el primer caso, la Argentina de Milei firmó con otros países de la región gobernados por la derecha, el 19 de marzo, un documento contrario a la declaración de ese espacio suscripta por su titular, la Presidenta hondureña Xiomara Castro, sobre las elecciones en la Federación Rusa y la situación en Gaza y en Haití; y para el segundo caso, que nuestro país ha quitado su apoyo al relanzamiento de UNASUR que habían esbozado Lula y Alberto Fernández.

Las instituciones y países latinoamericanos desdeñados por Milei tienen vínculos comerciales y políticos muy aceitados con China. Y Estados Unidos está empeñado en, como mínimo, complicarlos.

En cuanto al país asiático, el mes pasado Stanley viajó a Rosario para ser parte del acto en que la Administración General de Puertos firmó un preacuerdo de cooperación con el Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense. Es el lugar fundamental de la riqueza nacional, por donde pasa gran parte de la producción agropecuaria, donde el Estado nacional no controla casi nada desde la década de 1990, punto también neurálgico de las rutas del narcotráfico y ubicado, además, encima de uno de los reservorios de agua dulce más importantes del mundo, el acuífero Guaraní. Hasta hace poco, cuando se hablaba de volver a licitar el dragado de la zona, uno de los grupos interesados en la tarea era Shanghai Dredging, perteneciente al grupo chino Communications Construction Company (CCCC), que recibió todo tipo de críticas en medios argentinos, del tipo “China quiera quedarse con la hidrovía” o mensajes por el estilo. Uno de los tantos puertos que hay en la zona es, además, de otro grupo chino, Cofco, que figura entre los líderes de exportación de oleaginosas y cereales. Estados Unidos controlará ahora la zona si avanza el acuerdo.

 

Stanley y el interventor de la Administración General de Puertos, Gastón Benvenuto.

 

En el mismo mes de marzo, el embajador y abogado texano de causas nobles también fue, en este caso por primera vez, a Santa Cruz, donde la empresa china Gezhouba construye, con socios locales, dos represas hidroeléctricas, en la mayor inversión china en marcha en la Argentina. Fue un hito cuando los Presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping firmaron el convenio en 2015. Nueve años después, las obras para construir la presa más chica, “Jorge Cepernic”, está al 40%, y la otra, “Néstor Kirchner”, sólo al 20%. En la primera mitad de marzo, el grupo empresarial debió suspender a 1.800 de los 2.700 empleados por la paralización de las obras. Allí viajó Stanley.

El freno a esas obras se suma a otros casos recientes de enfriamiento de los vínculos con China, como la suspensión unilateral de las tratativas para compra de aviones de defensa y la opción por la oferta danesa de cazas de fabricación estadounidense; la paralización de la obra ferroviaria del Belgrano Cargas (del grupo chino CMEC); el freno de la central termoeléctrica Manuel Belgrano II (donde también participan capitales chinos); la retirada del citado CMEC de las obras para el Nodo Logístico General Güemes en Salta y la lentitud con que parece estar avanzando la expansión del parque solar Caucharí en Jujuy, inversión de Power China. Por supuesto, no hay ni habrá al menos por ahora noticias de la central nuclear Atucha III, para el cual hace años se firmó un convenio entre la Argentina y la China National Nuclear Corporation (CNNC).

Al compás de esas decisiones, y de demostraciones de amor que fueron pasos en falso como los papelones del ministro de Defensa Luis Petri y del vocero presidencial Manuel Adorni en torno a la pesca o a la donación de camiones, respectivamente, vinieron al país altos funcionarios de Estados Unidos para revisar las tareas. Sobre la central atómica no hizo falta porque, si siempre fue un proyecto difícil, en las actuales condiciones es imposible. Y por cierto ya habían hecho su tarea, en el gobierno de Alberto Fernández, las visitas del subsecretario de Energía, David Turk, y de la subsecretaria de Política de No Proliferación del Departamento de Estado, Ann Ganzer, ambos para presionar contra esa obra que incluía el uso de tecnología china Hualong por primera vez en América Latina.

Visitas más recientes han sido la de la general Richardson esta semana y, unos días antes, la del jefe de la CIA, William Burns. Y, en febrero, las del propio secretario de Estado, Anthony Blinken, y del senador estadounidense Marco Rubio, del ala más derechista y anti-china del Partido Republicano. Milei vio a todos y cada uno, además obviamente de su canciller Diana Mondino y otros colaboradores. El nivel de recepción que se les prodigó ha sido inusual.

China estuvo siempre en la mesa de las conversaciones con los visitantes, sea en los temas indicados más arriba como en el de la Estación de Espacio Profundo que conforman la china CLTC y la argentina CONAE (Comisión Nacional de Asuntos Espaciales), proyecto similar al que hay a pocos kilómetros, en la provincia de Mendoza, entre la CONAE y su equivalente agencia europea. Sobre la europea nunca se cuestionó nada, pero sobre la que se estableció junto con China sí, porque la CLTC figura en el organigrama del Ejército Popular de Liberación de China y entonces se habla de “base” o hasta de “base militar”. Pero hasta el titular de la NASA, cuando visitó la Argentina el año pasado, reconoció que ese tipo de antenas son comunes para todos los países que exploran el espacio o tienen programas científicos para la Luna y Marte como tiene China. También en febrero, el profesor e investigador de la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense, Evan Ellis, presentó una conferencia sobre “Recientes actividades militares chinas en América Latina” para el Centro de Estudios China-México de la UNAM junto con la Red ALC-Ch. Allí habló de tendencias de China para influir en defensa y seguridad y cómo deberían hacer los países para evitarlas. Le preguntaron luego varias cosas, algunas respondió y otras no. Por ejemplo hubo una pregunta sobre por qué, si Estados Unidos tiene 77 bases militares en América Latina y China ninguna, nuestra región debía preocuparse por China. Ellis la pasó de largo.

La generala Richardson volvió esta semana a Buenos Aires y a Tierra del Fuego, porque también le preocupan las intenciones portuarias del gobierno provincial, que había recibido ofrecimientos chinos. Muy alineada con la jefa del Comando Sur, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich había dicho en la reciente cumbre de las ultraderechas de Maryland que no habría ningún “puerto chino” ahí, pero sí podía ser con “fondos de Canadá y de Estados Unidos”.

En la provincia más austral del país, Richardson no fue recibida por el gobernador Gustavo Melella, porque Estados Unidos, dijo, acompaña a Gran Bretaña en sus operaciones navales en el mar argentino que el Reino Unido usurpa. Pero sí viajó a verla, insólitamente, el propio Javier Milei.

Al mandatario lo esperaban allí ex combatientes para repudiar su gesto. Vio a la comandanta e interpretó que “el mejor recurso para defender nuestra soberanía es precisamente reforzando nuestra alianza estratégica con los Estados Unidos”, a la que añadió a otros países que “defienden la causa de la libertad”.

En el frío del sur, Richardson era pura sonrisa, igual que Stanley. A ella le encanta hablar del litio, el gas o los cultivos de nuestra región como si fueran productos hidro-carburíferos de Houston o agrícolas de Iowa. Y también de temas militares, su métier. Hace unos días, el politólogo Juan Gabriel Tokatlian escribió en Cenital que “es evidente que la noción de una inminente amenaza china (en América Latina) es desmesurada y desatinada” y que más de 90% de la adquisición de armamentos de todos y cada uno de los países de la región, con poquísimas excepciones, es hecha a Estados Unidos. Es en lo único en que Milei coincide con sus vecinos, que no le interesan en lo más mínimo. Sin embargo, lo chino “maligno”, el mantra que repite Richardson cada vez que abre la boca, es el mensaje que busca instalarse en el sentido común, en medio de la guerra informativa.

 

 

 

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