La soberanía como objetivo madre

Entrevista al ministro Daniel Filmus sobre el Plan 2030 de Ciencia, Tecnología e Innovación

 

Distintas sociedades atraviesan guerras a diario, algunas de ellas invisibilizadas, otras con permanente cartel. En la Argentina acaba de producirse un intento de magnicidio y se ven sistemáticamente incendios devastadores del territorio; Chile ha elegido la Constitución de la dictadura de Pinochet por sobre una actual y democrática. Esta enumeración no pretende derruir el ánimo de lectoras y lectores, sino decir que como está la situación cuesta visualizar el 2030. Sin embargo el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación ha lanzado un plan que implica proyectos hasta esa fecha, porque el Estado tiene el deber de mirar algo más que pasado mañana, y en materia de procesos históricos ocho años son un segundo.

 

 

Estrategias y recursos

“Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enseñale a pescar y comerá el resto de su vida”, dice un conocido proverbio chino, atribuido a Confucio, que suele evocarse para referir lo emancipatorio que resulta el saber. También se lo utiliza a menudo para denostar las políticas de carácter asistencialista, que ponen al sujeto que recibe en un lugar de dependencia. Pero a este saber oriental le responde la siguiente afirmación popular: “Hay que enseñar a pescar en lugar de dar el pescado, dicen los dueños del río, de los peces, de las redes, de las cañas y de los anzuelos”. Las dos son ciertas. Por eso importa generar las condiciones para que sea posible tanto como acceder a las herramientas para ponerlas en práctica. Algo de esto pareciera proponerse el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a cargo de Daniel Filmus: poner al saber, a la ciencia, como eje central en cualquier política de desarrollo, sin ingenuidad respecto a que será la distribución del financiamiento lo que termine de definir qué tipo de ciencia avanza y en qué regiones del país. La cuestión es que nadie se dedica a la ciencia por dinero, la vocación no se compra. Pero nadie podrá hacerlo sin condiciones materiales favorables, y de ahí la importancia de la meta fijada: llevar la inversión nacional en ciencia y tecnología al 1,02% del PBI.

El Cohete a la Luna dialogó con el ministro Filmus, y esto decía acerca del flamante plan: “La Ley de Ciencia y Tecnología prescribe que la Argentina tiene que hacer periódicamente planes a diez años en esta materia. En su momento hicimos el Plan 2020 y le correspondía teóricamente al gobierno de Macri preparar el Plan 2030. Pero esto no fue realizado, por eso cuando asumimos nuestra idea fue hacernos cargo de eso pero con una diferencia respecto a lo que fue el plan anterior. Como se había votado la Ley de Financiamiento de la Ciencia por unanimidad y también se había avanzado por alto consenso respecto a la Ley de Economía del Conocimiento, la idea nuestra es que el Plan 2030 funcione como un tercer elemento que por ley permita alcanzar el más alto consenso respecto a los ejes principales en que vamos a invertir, es decir, con los recursos que tengamos para Ciencia y Tecnología, cuáles son los temas estratégicos que Argentina tiene que abordar la próxima década; veremos si se logra que el Congreso acompañe y el plan adquiera categoría de ley”.

El proyecto está estructurado en torno a diez grandes ejes: erradicar la pobreza, impulsar la bioeconomía, fortalecer la democracia, construir una educación de calidad, lograr que la salud sea accesible y equitativa, desarrollar el sector espacial, robustecer la investigación marítima, promover la industria de las tecnologías de la información, potenciar la transición al desarrollo sostenible y consolidar un sendero para la transición energética. Si todo esto se logra, de repente viviríamos en Noruega. Es ambicioso, y así debe ser: estipular una política es establecer el paradigma al cual se intenta llegar. Estos diez ejes están atravesados por cuestiones estructurales como la perspectiva de género, la sostenibilidad, el trabajo, la internacionalización y la federalización.

Acerca del último punto, planteaba Filmus: “Además de ser un Plan que se propone tener fuerza de ley, la otra característica que tiene este proyecto es que incorpora agendas provinciales y regionales, porque sin lugar a dudas uno de los temas principales a trabajar que tiene la Argentina es la centralización de la investigación en la zona central y metropolitana, que concentra más del 80% de la investigación, de los investigadores y de los recursos que se invierten. La propuesta es invertir mucho más justamente allí donde más se necesita, tanto porque hay materias primas a las que es necesario agregarles valor como para que los jóvenes se puedan quedar ahí investigando y trabajando”. Si el Estado invierte en ciencia con un criterio federal, habrá jóvenes que puedan elegir no dejar sus lugares de origen para trabajar. Pero también hay un proyecto para quienes tuvieron que irse cuando los recursos no estaban y desean volver: “Estamos avanzando en un programa llamado ‘Raíces Federales’, que así como en 2003 lanzamos ‘Raíces’ para promover la repatriación, ahora estamos trabajando en repatriar las patrias chicas: tenemos un mecanismo donde la provincia pone la vivienda y nosotros ponemos la instalación de la familia y todos los recursos para la investigación”. Quienes hayan vivido el 2001 recordarán la llamada fuga de cerebros, fenómeno por el cual una investigadora o investigador en la que el Estado había invertido quizá durante 15 años de formación pública terminaba poniendo ese saber al servicio de otra bandera por no encontrar recursos para trabajar en su propia tierra. Así como fue central que esas personas volvieran, un país federal requiere que para investigar no haya que estar en Buenos Aires.

 

 

Ciencia para comer

Consultado acerca del objetivo de la soberanía alimentaria, Filmus afirma que si esto aún no se ha logrado no es por falta de producción sino por la concentración de la misma. Al respecto es oportuno observar ciertas líneas del MINCyT que tienden a construir puentes con los emprendimientos de la Economía Popular. Uno de ellos, por ejemplo, es un proyecto que promueve alianzas entre unidades de la Economía Popular y universidades nacionales, a fin de transferir tecnología que mejore la capacidad de producción y torne rentable formalizar el trabajo. En el mismo sentido, el programa “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”, que busca ampliar el acceso a la alimentación y al agua segura, también ha sido una política en donde queda claro que la ciencia al servicio de la población es el camino para que las instituciones dedicadas a la investigación estén en diálogo y retroalimentación permanente con la sociedad de la que forman parte.

A la hora de diseñar políticas públicas en materia de ciencia, la preocupación central es cómo articular la curiosidad del investigador con las necesidades de la gente. Señala Filmus acerca de los desafíos a la hora de plasmar los objetivos del proyecto: “El Plan 2030 llega al Congreso después de un debate muy fructífero. Si mirás el modelo inicial y este modelo, no tienen mucha relación el uno con el otro porque el proyecto recibió muchísimos aportes. Fue puesto en discusión por las cámaras empresariales, la CGT, la CTA, los movimientos sociales, los rectores de las universidades y por supuesto también las investigadoras e investigadores, siempre ordenando el pensamiento bajo la premisa de los cuatro pilares: una ciencia para resolver los problemas de la gente, para avanzar sobre los umbrales del conocimiento y cambiar el modelo productivo, pero fundamentalmente que todo eso contribuya a un país soberano que tiene a la ciencia como eje principal para poder definir sus propias líneas de desarrollo”.

Es oportuna la mención de que tanto la CGT como la CTA fueron parte del debate hasta llegar a la versión final del Plan 2030, porque todavía en el imaginario colectivo la ciencia y el trabajo siguen siendo mundos que no terminan de encontrarse. Cuando se piensa en trabajo, en los gremios, los oficios, aquello que es manual o “trabajo duro”, no se lo suele asociar a la ciencia, más ligada a la labor intelectual. Pero ciencia y trabajo son indisociables. Porque quienes hacen ciencia trabajan arduamente y porque las y los trabajadores de esferas que no tienen que ver estrictamente con la producción de conocimiento, usan los saberes creados para su propio desempeño. Decía Filmus en este sentido: “Este punto es bien interesante porque la CGT por primera vez designó un Secretario de Ciencia y Técnica, que es Horacio Arreceygor, y fue justamente en el intercambio con ellos que surgió la importancia de poner al trabajo como uno de los ejes transversales que atraviesan todo el Plan, en el sentido de que ningún avance científico/tecnológico puede ir en desmedro de las fuentes laborales o de las condiciones de trabajo. Es central ver cómo las transformaciones científico tecnológicas modifican la forma de trabajar, las capacitaciones para hacerlo, y esto también en el marco de toda la cuestión que se profundizó con la pandemia acerca del trabajo a distancia y de cómo la unidad productiva está cada vez más desagregada”.

 

 

Comer y votar

Así como resulta importante señalar que la ciencia y el trabajo están en la misma vereda, a veces se requiere recordar que las ciencias sociales también son ciencias. El mundo es uno solo, los diferentes campos de saber lo reparten en distintos universos para ordenar el conocimiento, pero la golondrina que es estudiada por la biología, no se separa de la mugre de la ciudad en que habita, aquella donde un antropólogo podría estudiar ciertas características de la pobreza, mientras la ingeniera está haciendo los cálculos para tender un puente. En este sentido, así como la ciencia se puede ocupar de la soberanía alimentaria, le corresponde también pensar la vida de los ciudadanos, las condiciones para una convivencia democrática.

Uno de los diez objetivos que edifican el Plan 2030 es “contribuir al diseño de políticas para fortalecer la democracia y ampliar los derechos ciudadanos”. Se divide en tres grandes ejes. El primero es el “fortalecimiento de la seguridad democrática”. Este eje incluye, entre otras estrategias, la elaboración de métodos de análisis para la detección de mercados ilegales como el narcotráfico o la compra-venta de armas; y la producción de herramientas para la prevención, detección y abordaje del abuso sexual en la infancia y la adolescencia. El segundo eje es la “consolidación de los derechos humanos”, dentro del cual se encuentran por ejemplo la elaboración de líneas de investigación sobre el funcionamiento de las agencias de inteligencia para disminuir su opacidad y la generación de mecanismos de registro y seguimiento relativos a la violación de derechos en grupos vulnerables como los pueblos originarios o el colectivo LGBTQI+. El tercer eje, titulado “democratización del acceso a la Justicia”, supone, entre otros puntos, el impulso de investigaciones que contribuyan a mejorar la persecución de delitos complejos como la trata de personas, el tráfico de fauna silvestre y de patrimonio cultural, la pesca furtiva y los delitos ambientales. Mencionar todo esto tiene sentido para dimensionar que cuando se habla de ciencia y de un plan a largo plazo, quedan atravesadas todas las esferas de la vida social.

En cuanto al abordaje de los conflictos sociales, pareciera haber pasado más tiempo pero no ha sido mucho más que una semana desde el 1º de septiembre, día en que un hombre le disparó a Cristina Fernández de Kirchner y no la mató. Que alguien intente asesinar a la Vicepresidenta en funciones, dos veces Presidenta de la Nación, requiere que todas las áreas hagan lo suyo para revisar cómo se llega a semejante escalada de violencia.

Consultado en este sentido, Filmus respondió: “Cuando Cristina hizo su exposición algunos días atrás, antes del atentado, la parte que más me atrajo fue cuando dijo que le estaban dando 12 años, uno por cada gran política realizada. Entre los avances de su gobierno claramente está la creación de este Ministerio, cuando veníamos de una década en la que se mandaba a los científicos a lavar los platos, donde no había ingresos para el CONICET, donde la ciencia argentina fue totalmente desmantelada. Cristina puede decir que hemos desafiado a los que tienen la mirada puesta en una Argentina como país solamente exportador de productos primarios o solamente para la especulación financiera, que es el modelo que buscaban el gobierno de Macri y todos los procesos neoliberales de la Argentina. Nosotros quisimos y queremos ser una Argentina soberana, esto es lo que no nos perdonan”. Así se refería Filmus a los motivos políticos por los que se presume que ciertos sectores construyen a diario el odio que termina derivando en atrocidades como el intento de magnicidio. Y luego agregaba: “En cuanto a las cosas que puede aportar la ciencia en este sentido, son importantes espacios como el Observatorio que tiene la Universidad de San Martín respecto a los discursos del odio. Lo que puede aportar la investigación científica es ver de qué forma los discursos de odio afectan los comportamientos sociales y psico-sociales”. Más allá de lo que pueda motivar el odio y de cómo se lo pueda observar, lo principal es cómo desarticularlo: “Me parece que es fundamental, para la etapa que viene, el debate acerca de cómo combatir estos discursos. Hoy justamente tuvimos una reunión viendo legislación comparada de otros países, europeos principalmente, donde vemos cómo por ejemplo es condenado el negacionismo. Los países tienen límites en donde se plantea que la incitación a la violencia obtiene una mirada condenatoria por parte de la sociedad pero también en el ámbito penal. Todo tiene que estar por supuesto medido con la vara de la libertad de expresión, que tiene que ser irrestricta, pero lo que hay que trabajar es cuáles son los temas donde efectivamente colisionan derechos de unos y de otros”.

 

 

Votar y volar

Si solo de comer y convivir se tratara, la existencia se tornaría un poco magra. ¿Quién no soñó con ser astronauta? ¿Qué habita en el fondo del mar? La ciencia es por naturaleza también del orden de las pasiones, de los anhelos. Y quizá la principal añoranza argentina sea la soberanía, en todos sus aspectos. Por eso una ciencia propia es una de las principales herramientas para ensanchar la libertad. Entre 2015 y 2019 el presupuesto de esta cartera cayó del 0,37 al 0,22% del PBI. Esta decisión explícita de vaciar la investigación buscaba también minar la soberanía. Reflexionaba Filmus en este sentido: “La dificultad es que cuando vos abandonás la ciencia, el problema que tenés es que cuando querés retomar no volvés al punto en el que te habías quedado. Diez años después no tiene sentido hacer lo que hacías en ese momento, porque la ciencia avanzó y vos te quedaste atrás. En lo espacial por ejemplo nos pasa eso, nosotros perdimos cuatro años pero ya no sirve volver a donde nos habíamos quedado porque lo que antes era de punta hoy ya no lo es”. El mar y el espacio son esas dos grandes inmensidades a habitar, estudiar, proteger, y agregaba el ministro al respecto: “Uno de los temas que nosotros estamos trabajando especialmente es el Atlántico Sur, que va desde desarrollar un satélite como el SABIA-mar hasta los temas cotidianos de pesca. Es la primera vez que la cuestión marítima y de la plataforma continental aparecen con este nivel de prioridad porque está entre los diez temas que estructuran todo el Plan”.

Filmus destaca que el proyecto de cara al 2030 tiene a la soberanía como objetivo madre. En este sentido cabe decir que una de las condiciones para construir soberanía es consolidar la educación. Afirma el ministro que no solo importa el nivel educativo que alcanzan las personas sino el proceso de formación que los lleva al mismo, es decir hasta qué punto la persona logra adquirir los saberes y competencias que el sistema educativo debe brindarle. Por supuesto que los puntos de partida de los sujetos son absolutamente disímiles en materia de oportunidades, pero la educación puede actuar reforzando la diferencia o tender a compensar las desigualdades iniciales. Afirma también Filmus que la vocación científica se desarrolla muy tempranamente, que los chicos y las chicas nacen y viven con curiosidad: “No hay mejor científico que un chico que está todo el día haciéndose preguntas y tratando de responderlas. Los adultos somos los que en general frustramos esa curiosidad enorme de la niñez”.

Filmus expresa algo que es de alguna manera el corazón del asunto: “Hay problemas que no se pueden resolver sin la ciencia. Esto no quiere decir que con la ciencia sola alcance, pero quien la elige como forma de afrontar esos problemas está eligiendo un modelo de país”. Sostiene el ministro que elegir ser una Nación proveedora de commodities es condenarnos, y que en cambio hay que agregar valor, que la ciencia y la tecnología son centrales para el proceso de sustitución de importaciones y para cambiar la matriz de las exportaciones. Queda claro que hablar de ciencia es abrir un abanico tan amplio que va desde la ciber-seguridad hasta el tallo de un tomate. Lo importante, lo que inclina la balanza, es quién accede a la posibilidad de investigar y con qué propósitos.

 

 

 

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