OBRAS IMPERFECTAS DE UN PRESENTE IMPERFECTO

Equivocaciones, apresuramientos y disimulos de dos amigas incondicionales

 

Luego de Mochila (2014), Neoprene (2016) y Bondi (2017), Marina Arias (doctora en comunicación, profesora de ficción escrita en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social en La Plata) acaba de publicar Fioruchi (Tutuca Editorial), la cuarta novela corta de una brillante saga testimonial y generacional.

Fioruchi (por Fiorucci, la marca de una transnacional de la indumentaria, también por un tema de Charly: Transas, 1983): así le dice Mariana a su amiga Jimena que trabaja como productora en un canal de televisión. “Venderse a Fioruchi es como venderse al sistema”, explica Arias sobre su novela que de entrada avisa: “Va de la amistad”.

Mariana (que es docente universitaria y trabaja para una ONG) y Jimena –sub cincuenta ambas– se conocen desde la secundaria y son atravesadas por sentimientos similares: a veces enojo de una con la otra, algo equivalente a la ofensa, irrefrenables deseos mutuos de ahorcarse llegada la ocasión, producto de intromisiones y sincericidios. Pero a pesar de intolerancias varias, son y serán amigas incondicionales hasta el fin. Fioruchi es una novela tan contemporánea y resuelta en tiempo presente que en su construcción no deja afuera el lenguaje de mails, chats y emoticones. Cada una de sus 81 páginas semeja una pantalla de computadora a la que podemos clavarle el visto, cual inofensivos y satisfechos fisgones.

Las dos amigas son una sola a pesar de burlas, desencuentros, diferentes maneras de reaccionar frente a amores y odios e incluso ante pequeñas traiciones. Están en las cataratas del Iguazú y una de ellas se confabula en una ocurrencia temprana: “¿Por qué en lugar de volver a mi casa no nos vamos a la mierda?”. Como aprobando la idea, la otra pregunta: “¿A dónde?” “A París, mon amour”.

Y hacia allá van en formato de clan de dos, sin dejar nada atrás y con mucho por delante, dispuestas a bancarse lo que se les presente: amor, sexo no siempre casual o fortuito e incluso la sorpresiva muerte de un amigo del alma que desde la Argentina se les suma al periplo. Marco algunos ejes del libro.

Es profundamente feminista sin que esta palabra necesite aparecer subrayada o amplificada a lo largo del texto. Tampoco por el hecho de que –en este y en los libros anteriores– cuando los hombres van, las mujeres de estas ficciones fueron y volvieron varias veces, sino porque en casi todo lo que dicen o encaran lo hacen como una reivindicación de la libertad personal o cuando lloran de risa primero se ríen de ellas mismas, de sus limitaciones y carencias.

Es un festival del lenguaje cotidiano y, para quienes seguimos de cerca la evolución de los modos de decir, como representación del pensamiento de una época, eso también es valioso. Abundan los chabones y los forra/forro, invectivas formidables como fucking hiena y puto del orto y sólo en las primeras seis páginas Mariana le dice boluda a Jimena en seis ocasiones.

Me pareció admirable un alarde literario al que la autora apela, igual que en libros anteriores. Si como en el teatro la literatura tuviera su propia “cuarta pared”, Arias la tira abajo, tal como hacen los dramaturgos y actores más avezados. Ejemplos: anticipa que “en el capítulo 18 se va a arrepentir de no haber pensado mejor lo que dijo Mariana”. Al llegar a ese momento la filípica de Mariana a su amiga no se hace esperar: “No empecés con tus mambos, lo único que pasa es que los chabones están en cualquiera”. En el capítulo 13 consigna: “Lo que escribió concretamente se sabrá recién en el próximo capítulo”. Y en el 14 el lector podrá enterarse que, por ansiosa, Jimena chatea un inoportuno pedido de explicaciones a un amorío que quedó en Buenos Aires. Y peor todavía, decide renunciar vía remota a su trabajo mediante un correo en cuya redacción participa, con sobrada falta de límites, Mariana. Jimena es una atolondrada y la otra es una escéptica compulsiva y todo lo que conoce de París, de la mano del sabio Luis que es médico, gastrónomo y cien cosas más, se le vuelven postales prescindibles. Al retorno la vida será bastante parecida en cuanto a equivocaciones, apresuramientos y disimulos, desesperando o fascinando por igual a los que tienen alrededor y a ellas mismas. Lo que seguirá igual será el vínculo entre ellas: inefable, zafado, singular.

Tal vez lo único que le falta a este libro –al que imaginación, recursos de escritura y sentido del humor le sobran– es una detallada genealogía. Ese quién es quién sería muy útil porque no son pocos los datos y personajes que viajan hasta hoy desde los textos anteriores y si alguien no leyó todos (o aún después de haberlos leído, como es mi caso) puede suceder que se borren situaciones o nombres y atravesar momentáneos extravíos. Puede ser una alternativa hasta que a algún editor se le ocurra juntar las cuatro nouvelles en una única edición. O hasta que un productor transforme estas graciosas y vitales vivencias en una miniserie. Cualquiera de esas posibilidades sería muy pertinente.

 

 

 

 

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